'El ¨¢rbol de Diana' o el triunfo de un soldado
El ¨¢rbol de Diana, de Mart¨ªn Soler y Da Ponte.Int¨¦rpretes: M. L. Garbato, D. Lebr¨²n, M. Rodrigo. E. Gim¨¦nez, C. Chausson, P. P¨¦rez I?igo, R. Pierotti y E. Marcote. Director de escena: Jos¨¦ Luis Alonso. Director musical.- Napoleone Annovazzi. Coro: Jos¨¦ Perera. Escenarios y figurines: Carlos Cytrynowski. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid.
Temporada de Opera de Madrid
Teatro de la Zarzuela. 19, 21, 23 y 25 de marzo.
Desde 1789 hasta el viernes pasado ha estado ausente de los escenarios El ¨¢rbol de Diana, ingeniosa creaci¨®n de Lorenzo Da Ponte, a la que Mart¨ªn y Soler dio una m¨²sica hija de su tiempo, plena de melod¨ªas, tan feliz como tantas otras piezas de Sarti, Salieri, Paisiello, Gazzaniga, Guglielmi o Cimarosa.
Es sabido que las obras de Vicente Mart¨ªn, muy especialmente Una cosa rara y El ¨¢rbol de Diana, conocieron un ¨¦xito fabuloso tanto en Italia como en Viena, Londres o San Petersburgo. Fueron admiradas por el mism¨ªsimo Mozart y por el estupendo aventurero que fue Lorenzo da Ponte, que, seg¨²n confiesa en sus memorias, trabaj¨® simult¨¢neamente en los libretos de Don Juan, para Mozart; de Tarar, para Antonio Salieri, y El ¨¢rbol de Diana, para Mart¨ªn, ayudado por buenos tragos de vino h¨²ngaro, bocanadas de tabaco de Sevilla y la cari?osa y activa presencia de una jovencita de diecis¨¦is a?os "a la que no habr¨ªa querido amar sino como padre, pero...".
El buen humor de don Lorenzo evit¨® que El ¨¢rbol de Diana fuera, como algunos han escrito, una simple vuelta a la parafernalia mitol¨®gica, ya que el erotismo de Diana, Amor, Endimi¨®n, Silvio y el cortejo de ninfas est¨¢ tratado a modo de drama giocoso, con m¨¢s acento en lo segundo que en lo primero.
El compositor valenciano dise?¨® una partitura a tono con el argumento en cuanto a identidad de esp¨ªritu: las melod¨ªas se suceden, unas veces a modo de canzzonette, en las que Mart¨ªn fue maestro; otras en forma de arias, d¨²os, tercetos y n¨²meros de conjunto, sin olvidar bell¨ªsimas intervenciones del coro, todo ello ligado por recitativos secos y acompa?ados, en los que la invenci¨®n mel¨®dica campea, aun cuando no se llegue a los desarrollos mozartianos precursores de la ¨®pera futura. Claro que Mart¨ªn y Soler no es Mozart, pero ?cu¨¢ntos, ni en su tiempo, ni en otro, pueden compararse con el m¨²sico salzburgu¨¦s?
Acentos l¨ªricos
La orquesta, reducida, nos hace escuchar hallazgos felic¨ªsimos y est¨¢ animada por esa ¨¢gil continuidad que fue signo de una ¨¦poca en la que lo vien¨¦s y lo italiano van de consuno. A veces, la traza mel¨®dica presenta acentos l¨ªricos, dram¨¢ticos y virtuosistas que nos hace pensar en el melodrama del romanticismo. Observemos, en fin, otra gran virtud en los pentagramas de Mart¨ªn y Soler: son teatrales por esencia, mucho m¨¢s, por ejemplo, que tantos de las ¨®peras de Haydn.
En suma, el empe?o del Ministerio de Cultura (ser¨ªa justo citar, por esta vez, la ilusi¨®n personal del subdirector, Jos¨¦ Antonio Campos) para devolvernos a un compositor reaparecido ¨²nicamente en sus canciones desde hace unos a?os (Victoria de los Angeles, Teresa Berganza, Angeles Chamorro), no s¨®lo fue acertado, sino que marca un camino a seguir.
Ah¨ª est¨¢, para un futuro festival, Una cosa rara, montada en el Liceo en 1970-1971, y esperan, al menos como materia de informaci¨®n, ciertos t¨ªtulos de Manuel Garc¨ªa, Hidalgo, Rodr¨ªguez de Hita, Vicente Cuy¨¢s o Melchor Gomis.
La representaci¨®n de El ¨¢rbol de Diana, revisado y dirigido por el viejo amigo de Espa?a Napoleone Annovazzi con fidelidad, competencia y buen estilo, alcanz¨® un nivel de conjunto digno de la entusiasta reacci¨®n del p¨²blico. Mar¨ªa Luisa Garbato,, en el dificil papel de Diana, luci¨® una voz preciosa y un bien hacer capaces de superar alguna dificultad en las ligerezas agudas; Dominique Lebr¨²n, en Amor, uni¨® a su talento vocal la no menor inteligencia teatral. Magn¨ªfico en todo sentido -timbre, nobleza, flexibilidad-, Carlos Chausson, bajo-bar¨ªtono; perfectamente adecuado por medios y criterio el tenor Mario Rodrigo, Endimi¨®n, as¨ª como Eduardo Gim¨¦nez y el excelente tr¨ªo de ninfas: Paloma P¨¦rez I?ig, Raquel Pierotti y Evelia Marcote. Coros (dirigidos por Perera) y orquesta titular se superaron en un trabajo de gran delicadeza, perfectamente entonado con cuanto se refiere a la escena (tema que comenta mi colega el critico teatral), garantizado por el prestigio de un nombre: Jos¨¦ Luis Alonso.
El p¨²blico sal¨ªa feliz de la representaci¨®n, con lo que viene a demostrarse que ni siquiera en un inicio de puente deja de acudir a. llamadas de inter¨¦s, aun cuando no se trate de los t¨ªtulos de siempre ni de los m¨¢ximos divos. Conviene tenerlo en cuenta para el futuro. No hay m¨¢s que un secreto: hacer las cosas bien.
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