Sangre en el Salvador
AUNQUE SE pudiera apartar la responsabilidad directa del Ej¨¦rcito y, por tanto, de la Junta que asegura que gobierna El Salvador en el asesinato de cuatro periodistas holandeses, la nota oficial en que se encubren y disimulan los hechos les convierte directamente en c¨®mplices,, como ha existido complicidad en el asesinato de las religiosas de Estados Unidos, incluso en el juicio y supuesto, castigo de tambi¨¦n supuestos culpables. El asesinato de: los periodistas est¨¢ en relaci¨®n directa con su profesi¨®n, -nuestra profesi¨®n-, que no por ser civil y c¨ªvica tiene: menor sentido del honor (y en este caso de asesinato tiene mucho m¨¢s que el que puedan esgrimir sus asesinos y sus c¨®mplices) y de la ¨¦tica, que consiste en describir y proclamar la situaci¨®n en que se desenvuelve lo que se llama pol¨ªtica en ese desgraciado pa¨ªs.Es grave en todo este esquema la ficci¨®n de que lo que se est¨¢ combatiendo en El Salvador es el comunismo y la intervenci¨®n de la URSS por s¨ª misma o por Cuba y Nicaragua. Lo que est¨¢ sucediendo, en cambio, es una fabricaci¨®n de comunismo por el sistema de no dejar ninguna otra salida al pa¨ªs: algo que ya sucedi¨® en Cuba en su momento, y que el presidente Reagan parece empe?ado en que se repita, con una obstinaci¨®n que no solamente es pol¨ªtica, sino que llega a ofender cualquier sentido de la moral y de la raz¨®n pura cuando el subsecretario de Estado de Estados Unidos explica que el problema es que en El Salvador "hay un n¨²mero enorme de periodistas que se someten voluntariamente a terribles riesgos", y que el Gobierno de El Salvador deber¨ªa "ser felicitado" por su "pol¨ªtica de apertura para con la Prensa internacional". Es evidente que la fuga de periodistas evitar¨ªa a ¨¦stos sus riesgos, al mismo tiempo que asegurar¨ªa la impunidad de los cr¨ªmenes. B¨²squese a quien culpe a los periodistas y se encontrar¨¢ frecuentemente a alguien que trata de disimular un comportamiento que ¨¦l mismo considera culpable en el fondo de su conciencia. No hay que ir demasiado lejos para emprender esa busca y obtener esas consecuencias.
Hasta ahora, la propuesta de L¨®pez Portillo -definida tras su conversaci¨®n con Mitterrand y aceptada por otros pa¨ªses- para una pacificaci¨®n real de Centroam¨¦rica y un reconocimiento de la situaci¨®n real de El Salvador y de otras zonas afectadas es la ¨²nica que puede apoyarse con fuerza, aunque con dudas acerca de su viabilidad. La decisi¨®n de Reagan de aplazar cualquier otra soluci¨®n hasta despu¨¦s de las elecciones del d¨ªa 28 presenta el riesgo de que esas elecciones, trucadas una vez m¨¢s, como sucede continuamente en ese pa¨ªs, y, aunque no lo fueran, en condiciones imposibles de autenticidad, legalicen a una Junta que no tiene m¨¢s brillo en su historial que el del crimen y el destrozo.
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