Jomeini y Al¨¢
HACE UNOS meses todav¨ªa el Ir¨¢n de Jomeini atravesaba momentos de gran dificultad en los que parec¨ªa que la experiencia teocr¨¢tica iba a terminar. Sufr¨ªa una terrible ofensiva de la oposici¨®n interior que diezmaba a los dirigentes en atentados espectaculares, y, al mismo tiempo, una guerra exterior -con Irak- que penetraba profundamente en su territorio y a la que dif¨ªcilmente hac¨ªa frente un ej¨¦rcito depurado, siempre sospechoso porque proced¨ªa del r¨¦gimen del sha. Todo ha cambiado ahora de signo. Las represiones de Jomeini -no menos feroces y sanguinarias que los atentados contra ¨¦l- han contenido por ahora la situaci¨®n, y las distintas oposiciones pol¨ªticas que formaban un extenso abanico de opciones -desde los continuistas de la dinast¨ªa de Reza Pahlevi hasta la extrema izquierda, pasando por las fuerzas moderadas que buscaban una democracia occidentalista- no han conseguido unirse. Sus objetivos son demasiado distintos. Al mismo tiempo, la ofensiva iran¨ª se ha sobrepuesto a su situaci¨®n de desventaja y, si contin¨²a, puede en cualquier momento penetrar en el territorio de Irak, que se defiende mal y que est¨¢ desmoralizado. Nada de esto es definitivo: es, simplemente, una situaci¨®n. Donde la violencia est¨¢. en primer t¨¦rmino, donde la instrumentaci¨®n pol¨ªtica carece de un sistema s¨®lido, las situaciones pueden alterarse en cualquier momento. Pero por ahora Jomeini aparece como el vencedor de una serie de amenazas que ¨¦l siempre ha atribuido a Estados Unidos en primer t¨¦rmino, y al mundo occidental en general; y todo esto le convierte, nuevamente, en una pieza esencial en la extensa zona geogr¨¢fica que va del canal de Suez hasta la entrada de Asia, donde Afganist¨¢n, Pakist¨¢n, Bangladesh y la India viven situaciones tensas. Y todo confluye en la zona del petr¨®leo. Jomeini ha insistido siempre en que es el aut¨¦ntico representante de Al¨¢, y que Al¨¢ est¨¢ decidiendo por ¨¦l. Puede creerlo, y no le faltan razones para ello: es su interpretaci¨®n de la fuerza cor¨¢nica y la nueva creaci¨®n de esperanzas para un mundo isl¨¢mico que forma una parte muy grande de los oprimidos del mundo lo que le est¨¢ ayudando. Todav¨ªa no est¨¢ demostrado -por otros ejemplos de la historia contempor¨¢nea- que una buena organizaci¨®n militar, una abundancia de armas y de dinero y unas extraordinarias capacidades diplom¨¢ticas y pol¨ªticas puedan llegar a dominar suficientemente estas extra?as oleadas de fe que producen de cuando en cuando pueblos descalzos y harapientos. La fuerza de irradiaci¨®n de Jomeini ha penetrado profundamente en su propio enemigo militar; llega a Jordania, a los emiratos petroleros del Golfo, y no es de ninguna manera extra?a a los Hermanos Musulmanes que asesinaron a Sadat. La idea de que una tiran¨ªa tan dura para sus s¨²bditos como la que ha implantado Jomeini no haya sido capaz de derribarle, sino que, por el contrario, toma fuerza de esa misma circunstancia es ya un indicio de la escapatoria a la racionalidad -en el sentido que nosotros podemos dar a la palabra racionalidad-. Los temores de que su revuelta teocr¨¢tica se extienda son, por tanto, cada vez mayores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.