El d¨ªa de Gabeiras
El turno de declaraciones de los 69 testigos citados en la vista del juicio contra los 33 procesados por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero, se inici¨® ayer con el correspondiente al teniente general Gabeiras, quien afirm¨® que durante los d¨ªas 23 y 24 no capt¨® en la actuaci¨®n del general Armada nada que pudiera interpretarse como apoyo a los golpistas y que su comportamiento en aquellas horas fue correcto y disciplinado. No obstante dijo que consider¨® inaceptable la propuesta de Armada deencabezar un Gobierno de concentraci¨®n, ya que consideraba que proponerles a los diputados, coaccionados por las armas, que formaran un Gobierno, era anticonstitucional. M¨¢s duro fue Gabeiras al referirse a Milans, del que dijo que el 23-F se neg¨® reiteradamente a cumplir las ¨®rdenes que le di¨®. La vista se reanudar¨¢ el lunes.
Ayer estuvo declarando en Campamento el teniente general Gabeiras, ex jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito y actualmente disponible forzoso a las ¨®rdenes del ministro de Defensa, desde las 10 horas hasta las 19.15. Nadie sabe por qu¨¦ o para qu¨¦.Desde las 11 horas, mientras Gabeiras era interrogado por los abogados que han propuesto esta prueba, paseaba por el Servicio Geogr¨¢fico Militar, escoltado por una cohorte de ayudantes, el teniente general Aramburu, en espera de su turno, que no lleg¨®. Otro tanto con el teniente general S¨¢enz de Santamar¨ªa, tambi¨¦n citado ayer por el Tribunal y que igualmente perdi¨® el d¨ªa. Acaso como todos.
En esta tercera fase procesal aquellos letrados que han solicita do como prueba testifical la comparecencia de testigos los interrogan en primer lugar; despues pueden hacerpreguntas el resto de las defensas y, por ¨²ltimo, el fiscal. Se esperaba -por ayer- poco menos que la intimerata a cuentadel interrogatorio de un jefe del Ej¨¦rcito (durante los autos) tan contestado como Gabeiras. No ha llegado la sangre al r¨ªo. Todav¨ªa un teniente general, impresiona notablemente en este pa¨ªs y Gabeiras, quiz¨¢ inadvertidamente, ha hecho alarde de su rango. Del interrogatorio del destaca la pregunta negra de Sanz Arribas, que en esta causa defiende a dos capitanes:,
-?Era usted la autoridad militar que se esperaba en el Congreso?
-No acepto esa pregunta.
E intervenci¨®n inmediata del Presidente de la Sala para declarar improcedente la interrogante y quejarse de que el tenor del interrogatorio abundaba en una mayor oscuridad ("Yo al menos estoy m¨¢s confuso que antes"). Hete aqu¨ª una clave de este d¨ªa perdido para todos. Un abogado que representa a dos capitanes de la Acorazada consume un turno interminable sobre el general Gabeiras -que nada aporta a la defensa de sus patrocinados- y termina por hacer la pregunta envenenada (siempre funcionar¨¢ ante la opini¨®n p¨²blica) e in¨²til (todos sabemos que El Elefante Blanco no era Gabeiras; era otro y ayer no estaba muy lejos). Y, as¨ª, estas defensas han consumido una jornada in¨²til para esclarecer la verdad en un intento medroso -verdaderamente les ha faltado valor- de complicar al general Gabeiras en esta pel¨ªcula de chinos alfombrada de trampas. Impuso, en ocasiones con arrogancia, su autoridad este jefe del Ej¨¦rcito no del todo desprovisto de recursos verbales. Visiblemente estirado, imbuido de su propia dignidad, aduce dureza de o¨ªdo y contesta en forma cortante y seca. Se remite de manera obsesiva a su declaraci¨®nescrita de veinte folios redactada a ra¨ªz de los hechos. "Eso ya lo tengo declarado". Las preguntas de las defensas, que se apelotonan y se pisan entre s¨ª, son despachadas con un frecuente y merecido "esto, es la tercera o la cuarta vez que lo declaro". Por a?adidura el tono es alto e imperativo; hay letrados que se achantan y piden excusas al testigo asegurando que temen lastimarle otros se quejan -"L¨®pez Montero- de la tonalidad del militar. Gabeiras es en esto noble; admite haber tenido, que pedir muchas excusas en su larga vida militar por su forma de expresi¨®n. A¨²n as¨ª la barra de abogados no las tiene todas consigo e interr¨®ga farragosamente, en un descarado revuelto del barullo, sin, atreverse nunca a los toques directos, salvo rese?ado. Y Gabeiras entre cabreado y relajado; piernas cruzaas pulsa el click de su interfono ara hablar a la Sala con la sufi,ente fuerza, o despecho, como ara que el ruidito nos haya estado todos rebotando en la caja craeana, inmisiricorde, hora tras hora.
Al defensor de Milans le reconoci¨® que aquella noche el capit¨¢n general de Valencia no quiso saber nada de ¨¦l. L¨®pez Montero, que defiende a Tejero, se quej¨® repetidas veces de que Gabeiras no le dan sus declaraciones a este hombre el reconocimiento de teniente coronel y le alude siempre por "Tejero". Tiene la propuesta de Armala por absurda, dada su clara inconstitucionalidad ("No necesito estudiar la Constituci¨®n para saber que no se puede proponer un Gobierno mediando la coacci¨®n de una fuerza armada"). Y rechaza con tanta displiqencia como energ¨ªa la cu?ita real que quieren meter algunos defensores:"Yo a las siete menos veinte hablo con Su Majestad el Rey; desde entonces estoy a sus ¨®rdenes y no tengo dudas y no hubiera cre¨ªdo ninguna otra historia". Muy probablemente lo ¨²nico ¨²til de la testificaci¨®n de ayer de Gabeiras es que por primera vez se ha escuchado en Campamento otra m¨²sica y tras un mes largo de causa se ha podido escuchar a un jefe militar una declaraci¨®n limpia para con su Rey. Pero la defensa, de manera atropellada y cacof¨®nica, quiere forzarle a declarar cuales fueron las tropas que remit¨ª¨® aqella noche como protecci¨®n del palacio de La Zarzuela: d, No se juzg¨®'neces¨¢rio.
-Pero se hizo 'un cord¨®n militar alrededor del palacio del Congreso; ?qu¨¦ unidades formaron cord¨®n en la residencia del Rey?
-Aquella noche no hab¨ªa amenazas sobre La Zarzuela, ni sobre Washington ni sobre Bon; s¨®lo sobre el Congreso.
-Usted destituye a Milans por desobedecer sur ¨®rdenes y obedecer las del Rey.
-Yo destituyo a Milans por no obedecer mis ¨®rdenes. Lo del Rey es una hip¨®tesis.
-?¨®omo obtuvo la contrase?a para entrar en el Congreso, la que as¨® Armada. -Milians me dijo: "all¨ª no entra m¨¢s que quien yo diga; hay una contrase?a"
-Pues damela.
-A t¨ª no te la digo. Y le pasa ¨¦l tel¨¦fono a Armada, que la recibe.-
Declara, Gabeiras que ¨¦l nunca autoriz¨® a Armada para proponer se al Congreso secuestrado como presidente del Gobierno y reputa de "absoluta mentira" haberle des pedido aquella noche con un "A tus ¨®rdenes, mi general". Insiste el antiguo JEME que Armada s¨®lo fue autorizado para ofrecer aviones y dinero a la banda asaltante en un intento de acabar aquello sin derramamiento de, sangre. Que ¨¦l -Gabeiras- intent¨® acompa?ar a Armada al Congreso s¨®lo para enga?ar a Tejero, como fuera, pero que el teniente coronel de la Guardia Civil no admit¨ªa otros interlocutores v¨¢lidos que el general Armada y el teniente general Milans del Bosch.
Despu¨¦s le repreguntar¨ªan arteramente sobre esto:
-?Ha dicho usted esta ma?ana que pretend¨ªa enga?ar a Tejero? (Como si aquella noche enga?ar a Tejero fuera un crimen). -S¨ª.
-Esta defensa (Labernia, letra do del coronel San Mart¨ªn) renuncia al resto del interrogatorio (C¨®mo si as¨ª pudiera quedar este general por mentiroso).
Y otras pullas:
-Anoche la televisi¨®n se refiri¨® a usted como militar constitucionalista...
-Yo, soy Jos¨¦ Gabeiras Montero, militar, y no tengo otros apellidos, (acaso innecesariamente en¨¦rgico; tampoco es un desdoro la tilde constitucional).
Sobre el pacto del cap¨® no tiene dudas Gabeiras de que se firm¨® la exculpaci¨®n de "tenientes para abajo" respecto a la Guardia Civil ocupante.
-?Y que entiende usted por "de tenientes para abajo"?
-Pues entiendo exculpaci¨®n de alf¨¦reces, subtenientes, sargentos, cabos y soldados. -El 16 de febrero cen¨® usted en casa de Armada junto con el marlu¨¦s de Mond¨¦jar (jefe de la Casa Real) y el capit¨¢n general de Catau?a, Pascual Galmes?
-s¨ª.
-Cen¨® tambi¨¦n con ustedes el diputado comunista Sol¨¦ Tura.
-No. (Pero ah¨ª queda)
Por lo dem¨¢s el letrado Quintana (el de los famosos elogios procesales a Tejero), casi nos hizo llorar con sus preguntas a G¨¢beiras sobre los males que aquejan a "nuestra querid¨ªsima patria" y su "decaimiento, y desmembramiento". Gabeiras admiti¨® que los males de Espa?a nos pesan a todos en el alma. Y reconoci¨® que el CESID no hab¨ªa informado previamente sobre palabras textuales de este letrado- "Lo que se ha dado en llamar el asalto al Congreso". Lo que se ha dado en Ilamar abogado Quintana (defensor de Torres Rojas) procur¨® enterarse si era posible en buena t¨¢ctica militar proceder sin v¨ªctimas a una rebeli¨®n militar. Segunda vez que lo pregunta y el Presidente consider¨® que era una apreciaci¨®n a priori que nada aportaba a esta vista. Y as¨ª el d¨ªa de Gabeiras devino entre lo correoso y, duro del general y ese sobreentendido de Campamento para no aclarar las cosas, en d¨ªa perdido. Aunque algo depar¨® la jornada: Armada y Milans se dirigieron la palabra, cuchicheando varias veces las respuestas de Gabeiras. Este, la primera vez que entr¨® en la Sala, lo hizo por la puerta de los encausados, pasando por su lado; despu¨¦s (uno de los recesos lo provoc¨® su deseo de fumar un cigarrillo) lo hizo por la entrada, m¨¢s alejada, del Tribunal. En una ocasi¨®n (cuando su abogado apelaba a los derechos humanos ni m¨¢s ni menos que por una supuesta incomunicaci¨®n de Milans en un despacho del Cuartel General del Ej¨¦rcito cuando : fue arrestado al llegar a Madrid) Milans estuvo a punto de levantarse de su asiento-banquillo. Gabeiras rechaz¨® la ins¨®lita imputaci¨®n recordando que se le hab¨ªa recluido en el mejor despacho. Pero pese al cristal antibalas que separa a los encausados de los periodistas pudo escucharse un silabeo de Milans sobre una hipot¨¦tica paternidad del general Gabeiras.
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