La aportaci¨®n de Darwin a la biolog¨ªa
Las aportaciones cient¨ªficas de Charles Darwin se basaron esencialmente en dos criterios b¨¢sicos: veracidad y rigor. El cient¨ªfico Faustino Cord¨®n, bi¨®logo, analiza en este segundo cap¨ªtulo esas aportaciones. El cap¨ªtulo anterior consider¨® al cient¨ªfico brit¨¢nico como modelo de hombre de ciencia y el pr¨®ximo cap¨ªtulo estar¨¢ dedicado a considerar las diferencias sustanciales que existen entre los problemas de la biolog¨ªa actual y los de Darwin, cien a?os despu¨¦s de su muerte.
?Cu¨¢l es la aportaci¨®n fundamental de Darwin que hace de ¨¦l el bi¨®logo m¨¢s excelso de la ciencia moderna? No cabe decir que es la afirmaci¨®n de que las especies animales y vegetales han resultado no de actos de creaci¨®n independientes, sino de un proceso de evoluci¨®n en cuyo transcurso se han ido transformando unas en otras, ya que esta idea hab¨ªa sido sentada inequ¨ªvocamente por Lamarck en su Filosof¨ªa zoologica aparecida en 1809, justamente el a?o del nacimiento de Darwin.Puede decirse, con m¨¢s precisi¨®n, que lo que Darwin descubre es una causa veros¨ªmil de la evoluci¨®n de los vegetales y animales, a saber, la selecci¨®n natural preferente como reproductores de los individuos m¨¢s aptos para sobrevivir en su medio, causa que, en mi sentir es la b¨¢sica o exclusiva (1). Adem¨¢s, Darwin reuni¨® con gran consecuencia pruebas racionales y de muy diversos campos en favor de sus tesis, como son los resultados de la selecci¨®n artificial sobre las especies dom¨¦sticas, la consideraci¨®n de otras causas posibles de la evoluci¨®n aparte de la selecci¨®n natural, la respuesta a objeciones posibles a la evoluci¨®n de las especies y en particular al mecanismo postulado por ¨¦l de la selecci¨®n natural, las pruebas aportadas por la paleontolog¨ªa, por la distribuci¨®n geogr¨¢fica, por la anatom¨ªa y embriolog¨ªa comparadas y por la existencia de ¨®rganos rudimentarios. Cualquiera de estos tipos de prueba es ya muy convincente, pero el conjunto de ellos, expuesto con evidentes prudencia y veracidad, tiene un enorme poder de convicci¨®n que impuso a la ciencia, como verdad firmemente establecida, la evoluci¨®n de las especies por selecci¨®n natural de los m¨¢s aptos.
El primer bi¨®logo experimental
Pero, a mi modo de ver, Darwin inicia una inflexi¨®n del pensamiento biol¨®gico a¨²n m¨¢s trascendente y general. Me parece que Darwin, en todas sus investigaciones atiende al cambio (filog¨¦nico y tambi¨¦n ontog¨¦nico) de los animales y plantas y, en cada caso, busca la causa coherente en influencias exteriores perfectamente determinadas. No hay otro modo de plantearse el problema de los seres vivos, genuinos agentes, que se hacen a s¨ª mismos gobernando su entorno para alimentarse. Ve muy correctamente que animales y vegetales -tanto los individuos como las especies- son sumamente pl¨¢sticos y que su modelamiento y, en su caso, su fijeza se deben a influencias coherentes ejercidas sobre ellos por el resto de la realidad, por lo que ¨¦l llama el medio ambiente, a su vez asimismo cambiante por causas hoy operantes y congnoscibles, como le ense?¨® Lyell. Esta pesquisa del cambio, remiti¨¦ndolo a causas coherentes con el ser unitario que cambia (tanto si es la mol¨¦cula como el animal) y la firme seguridad de que estas causas son determinadas y cognoscibles, hacen de Darwin el primer bi¨®logo experimental, que llev¨® a la biolog¨ªa una problem¨¢tica correspondiente a la que Lavoisier introdujo en la qu¨ªmica; de hecho, Darwin busc¨® certeramente la clave de la evoluci¨®n de las especies naturales en lo que el hombre ha hecho y sigue haciendo cada vez m¨¢s met¨®dica y conscientemente con sus animales dom¨¦sticos y sus plantas cultivadas (2).
En este sentido, Darwin da un viraje capital con respecto a Lamarck (y a los previos barruntos de evolucionismo que se rastrean en Geoffrey Sain Hilaire, Buffon, Erasmo Darwin y el mismo Goethe). Lamarck -cuya interpretaci¨®n en s¨ª err¨®nea se basa, por otra parte, en intuiciones brillantes, verdaderas, de las que la biolog¨ªa tiene a¨²n que dar la justificaci¨®n cient¨ªfica- atribuye la evoluci¨®n a una misteriosa tendencia inherente al animal (cuya forma inferior continuamente surge de lo inorg¨¢nico) a superarse, que le lleva, desde el infusorio al hombre a trav¨¦s de una escala de superaci¨®n incesante: la escala naturae. En la notable concepci¨®n de Lamarck, en realidad ahistorica, ya que piensa que continuamente est¨¢ pasando esa cinta de la escala naturae, el viejo creacionismo, aunque ascendido a una forma m¨¢s integrada y racional, no ha sido desarraigado, sino que parece persistir enmascarado en ese tir¨®n hacia lo alto que, paso a paso, culmina en el hombre.
La teor¨ªa de Darwin, que en este sentido supone un decisivo avance, considera, en cambio, la evoluci¨®n de las especies como un proceso hist¨®rico, general e irreversible. Toda especie animal y vegetal cambia con el tiempo, por la selecci¨®n natural ejercida por el medio ambiente, y el cambio, de cuando en cuando, desemboca en la bifurcaci¨®n de una especie en dos, por causas cuya consideraci¨®n queda fuera de su horizonte intelectual (3). De este modo, con el paso del tiempo, las especies se van transformando en otras m¨¢s numerosas y afinadas, y, extrapolando hacia atr¨¢s, menos numerosas y perfectas hasta llegar a una sola animal y una sola vegetal cuyo origen desde lo inferior (en ¨²ltimo t¨¦rmino desde lo inorg¨¢nico) no pod¨ªa ni adivinarse, en tiempos de Darwin, por falta de datos.
Los or¨ªgenes comunes
Estoy convencido de que esta teor¨ªa, con sus limitaciones propias de todo lo humano, contiene un fondo de verdad definitivo, rigurosamente cient¨ªfico. En biolog¨ªa constituye la verdad de su ¨¦poca y una verdad parcial, pero imperecedera. Brotes de pensamiento irracional (los mismos que podr¨ªan dudar hoy del sistema helioc¨¦ntrico) se permiten cuestionar la evoluci¨®n de las especies ante todo arguyendo que se trata de un pasado del que no podemos atestiguar con plena certeza y en el que, por tanto, caben todas las opiniones. Para convencerse del car¨¢cter de verdad necesario que para la ciencia posee la evoluci¨®n de las especies en la interpretaci¨®n de Darwin baste se?alar de modo obligadamente sucinto, casi enumerativo, algunos hechos fundamentales que la confirman con un rigor comparable a las teor¨ªas mejor establecidas:
1. Tenemos, en primer lugar, el hecho de que a Darwin se le impusiera la evoluci¨®n de las especies con independencia de Lamarck, de cuyas opiniones no ten¨ªa, al parecer, noticia, y por un orden de razones muy distinto y venciendo, por as¨ª decirlo, sus preconceptos. En su juventud le sorprenden las diferencias, que le parecen significativas de algo susceptible de ser entendido, que observa en sus viajes por Suram¨¦rica, entre la fauna de las islas y del continente, entre la fauna de distintas latitudes de ¨¦ste, y entre la de distintas eras geol¨®gicas. La notable visi¨®n de conjunto as¨ª ganada le lleva a sugerir en el Diario de un naturalista la noci¨®n de la evoluci¨®n de las faunas (compatible con la fe, que a¨²n ¨¦l no se cuestiona, en la creaci¨®n de especies inmutables) por selecci¨®n de las especies capaces de adaptarse a cambios geol¨®gicos. De este modo, desde muy pronto Darwin remite la causa de esta supuesta evoluci¨®n de las faunas a causas exteriores, inteligibles, en las que parece barruntarse lo que habr¨ªa de ser la teor¨ªa de la selecci¨®n natural. Al a?o de haber regresado, en 1837 (a sus veintiocho a?os) escribe ya lo siguiente: "En julio inicio mi primer libro de notas sobre la transmutaci¨®n de las especies. En marzo me ha impresionado mucho la consideraci¨®n de los f¨®siles de Suram¨¦rica y la de las especies de las islas Gal¨¢pagos. Estos hechos, en especial el ¨²ltimo, son el origen de todas mis opiniones".
2. En segundo lugar hay que contar con el impresionante conjunto de pruebas a que nos hemos referido, que re¨²ne a lo largo de veinte a?os (de 18837 a 1859), y que muestra en el Origen de las especies. Expone magistralmente las pruebas que, en favor de su teor¨ªa, le brindan la paleontolog¨ªa y la geograf¨ªa zool¨®gica, el an¨¢lisis de los ¨®rganos rudimentarios, etc¨¦tera. Digamos otra vez que Darwin, en cuanto primer bi¨®logo experimental que fue sin sospecharlo, se entiende que desarrollar¨¢ in extenso en su libro el hecho de que el hombre ha venido imitando desde tiempo inmemorial lo que hace la naturaleza, al obtener razas de animales dom¨¦sticos y de plantas cultivadas seleccionando para padres los individuos que poseen determinadas cualidades deseadas.
3. Lo que refuerza considerablemente la certeza de la evoluci¨®n de las especies al modo darwinista es algo que ¨¦l, en cuanto s¨¦, no adujo como prueba y que, sin embargo, constituye nada menos que la conclusi¨®n general y la clave del principal cuerpo de conocimientos biol¨®gicos del siglo anterior: la zoolog¨ªa y bot¨¢nica taxon¨®micas. Linneo emprendi¨® la clasificaci¨®n de animales y plantas con el prop¨®sito pragm¨¢tico de inventariar la naturaleza para orientarse en la diversidad y dominarla en provecho del hombre. Ahora bien, ni los animales ni las plantas se dejaron someter, conforme a su prop¨®sito, a una clasificaci¨®n f¨¢cilmente memorizable aplicando un corto n¨²mero de criterios de alcance general. La naturaleza de los animales y plantas impuso a los clasificadores un notable sistema en el que los caracteres se subordinan, de modo que result¨® el ¨¢rbol filog¨¦nico. Hoy, a posteriori, se nos impone que el mill¨®n de especies animales actuales y el medio mill¨®n de vegetales s¨®lo se ha de clasificar as¨ª si cada uno de los conjuntos deriva de una sola especie y si toda la diversificaci¨®n se ha producido por un proceso hist¨®rico com¨²n.
4. Por ¨²ltimo, en favor de Darwin no s¨®lo aboga, con independencia de sus pruebas, toda la ciencia previa, sino asimismo la biolog¨ªa posterior. Limit¨¦monos a se?alar el descubrimiento se?ero de la c¨¦lula como ser vivo de nivel subyacente en animales y plantas, del que el animal resulta por un proceso embrionario en el que los caracteres adquiridos no se heredan; pues bien, estos caracteres de la c¨¦lula explican el hecho de que ni las especies en estado natural ni las razas dom¨¦sticas se puedan modificar actuando sobre los individuos, sino s¨®lo por selecci¨®n de los progenitores, conforme a la teor¨ªa de la selecci¨®n natural. Pero hay algo m¨¢s profundo: primero, la qu¨ªmica decimon¨®nica, y luego, la bioqu¨ªmica del siglo XX han demostrado la enorme similitud de los procesos metab¨®licos que tienen lugar en todas las c¨¦lulas de seres unicelulares, de vegetales y de animales, que explica su dependencia mutua en la alimentaci¨®n y en la coordinaci¨®n de los grandes ciclos de relaci¨®n de la vida con lo inorg¨¢nico.
A la citolog¨ªa desde su constituci¨®n misma, en 1859, por Virchow, se le ha impuesto la semejanza estricta de estructura, fisiolog¨ªa y reproducci¨®n de todas las c¨¦lulas; todo se?ala que la verdad de Darwin apunta a una verdad general: no s¨®lo los animales y las plantas tienen sendos or¨ªgenes comunes, sino que todas las c¨¦lulas (el nivel de ser vivo que subyace en el de los animales) tienen a su vez el suyo remotisimo, lo que plantea nuevos problemas evolutivos (el del origen de la vida desde lo inorg¨¢nico y, por tanto, la explicaci¨®n de la vida en t¨¦rminos del proceso conjunto de toda la realidad), problemas que como se expone en el ¨²ltimo art¨ªculo de esta serie escapan al tipo de datos biol¨®gicos de los tiempos de Darwin y, por tanto, al aparato conceptual que ¨¦l pudo organizar sobre sus conocimientos, pero que confirman vigorosamente la certeza de sus conclusiones y la fecundidad de sus puntos de vista.
(1) Lo es porque se deduce de cualidades generales de todo lo sujeto a evoluci¨®n biol¨®gica, como son: que nazcan m¨¢s individuos de cada especie de las que el entorno puede sustentar, que los animales y vegetales sean seguramente mortales, que el medio no sea acogedor, sino peligroso, para ellos, que los hijos en general tiendan a asemejarse a los padres (a heredar sus caracteres cong¨¦nitos), etc¨¦tera.
(2) El mismo planteamiento, propio de bi¨®logos experimentales, de procurar entender el ser vivo en su historia y de remitir ¨¦sta a causas exteriores cognoscibles ees el de Pavlov y Freud, cuyas respectivas aportaciones tienen cabos de verdad que hay que entretejer (como el de Darwin) en la biolog¨ªa posterior despu¨¦s de liberados del mecanicismo e idealismo que respectivamente los vician por limitaciones de ¨¦poca.
(2) Este problema de la bifurcaci¨®n de una especie en dos (de la especiaci¨®n) o, si se prefiere, de la definici¨®n de especie por su proceso de origen fue abordado por m¨ª en el libro La evoluci¨®n conjunta de los animales y sus medios (1966), hoy agotado. En la obra procuro inquirir la naturaleza del medio selector propio de cada especie animal y la historia de estos medios; constituye mi vinculaci¨®n directa con Darwin, la fecundaci¨®n de mi pensamiento por el de Darwin, al que, en este libro, procur¨¦ ampliar desde su mismo orden de ideas.
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