Julio Robles y Roberto Dom¨ªnquez, dos toreros para una competencia
Toros de Jim¨¦nez Pasquau, con trap¨ªo, encasiados. Derrib¨® el tercero.
Galloso: Pinchazo Y bajonazo (algunos pitos). Pinchazo y, estocada ca¨ªda (pitos).
Julio Robles: Estocada, media y seis descabellos (algunos pitos). Estocada corta (oreja).
Roberto Dom¨ªnguez: Pinchazo y estocada delantera baja (vuelta con protestas). Estocada corta (aplausos).
Orteguita salud¨®, montera en mano, por dos buenos pares. Llovi¨® copi . osaniente durante la corrida. Buena entrada.
Plaza de Las Ventas, 4 de abril
Las empresas gustan de poner en el mismo festejo a Julio Robles y Roberto Dom¨ªnguez, principalmente las tres ¨²ltimas que ha tenido Madrid. De esta forma, todas las temporadas nos encontramos con un cartel, o m¨¢s, en los que van juntos el salmantino y el vallisoletano. Entre ellos, seg¨²n dice el cotilleo del taurinismo, hay o hubo una gran amistad, empa?ada por rencillas de poca monta y alterada por la competencia art¨ªstica.Esta competencia art¨ªstica, que al principio no era nada, quiz¨¢ un deseo empresarial, en cualquier caso una invenci¨®n, se va perfilando a medida que ambos toreros maduran, y ahora est¨¢n en ese punto de saz¨®n que permite discutir qui¨¦n de los dos es el mejor. Esto es bueno para ellos, por lo que les ha de suponer un est¨ªmulo, pero tambi¨¦n para la fiesta. La pol¨¦mica, cuando tiene fundamento, enriquece el inter¨¦s de cualquier espect¨¢culo.
Hasta ahora, ambos toreros, que lo son en toda la extensi¨®n de la palabra, limitaban sus posibilidades con ciertas muletillas que se les advert¨ªan, quiz¨¢ muy a su pesar. En Robles, diestro sobrio, era la crispaci¨®n, que aceleraba su toreo hasta el v¨¦rtigo; en Dom¨ªnguez, m¨¢s preocupado por el academicismo y la est¨¦tica, una afectac¨ª¨®n tildada de premiosidad, que 10 desaceleraba hasta la pesadez.
La sorpresa. del domingo fue que ambos invirtieron o intercambiaron las respectivas muletillas, pero corregidas sensatamente para convertirlas en cualidades. Y de esta forma, Dom¨ªnguez, que no renunci¨® a la pinturer¨ªa, tore¨® al tercero de la tarde crecido y retador, mientras Robles, que no renunci¨® a la sobriedad, tore¨® al cuarto con sosegada suavidad y primoroso trazo.
Los toros d¨ªchos eran manejables; relativarriente bueno el de Dominguez, excelente el de Robles. Y habr¨ªan dado mejor juego de no destrozarlos el p¨ªcador de turno con esos puyazos carniceros atr¨¢s -escandalosamente atr¨¢s-, donde el hierro puede incluso matar. Autoridad hay, y debe dejar sentir su peso con toda dureza, para que terminen, de una vez, semejantes atropellos.
Dom¨ªnguez, que se dobl¨® muy bien -quiz¨¢ demasiado- con ese su primer toro, se cruzaba ostensiblemente al pit¨®n contrario, porfi¨® para exprimirle hasta la ¨²ltima arrancada, cuaj¨® redondos de irreprochable hondura y acabada belleza, se gust¨® en unas trincheras art¨ªsticas, elev¨® la torer¨ªa a los m¨¢ximos niveles con el pase de la firma. Un reparo a su faena ser¨ªa haberse dejado ir a la querencia de chiqueros despu¨¦s de haber sacado el toro a los medios. Pero posiblemente all¨ª, en su terreno, el toro estaba m¨¢s a gusto. Lo que perdi¨® el torero en unidad lo gan¨® en facilidad.
Robles, al fin relajado, imprimiendo temple extraordinario a los movimientos del enga?o, instrument¨® una faena de altas calidades t¨¦cnicas y art¨ªsticas, ajustada, porfiona, porque lo exig¨ªa la condici¨®n tarda que ten¨ªa la agotada res. Algunos naturales y algunos redondos, de largo recorrido e inspirada ejecuci¨®n, suscitaron esos ol¨¦s rotundos, seguidos de prolongado murmullo que las plazas con afici¨®n asolerada reservan para los grandes momentos de la fiesta. La ligaz¨®n del toreo en la suerte natural con la cambiada, resuelta en pases de pecho de cabeza a rabo, fue perfecta, y muy buena la estocada, entrando no en corto, pero s¨ª por derecho. La oreja premi¨® como se deb¨ªa la importante labor del salmantino.
En el sexto ten¨ªa Roberto la posibilidad de ganarle la partida a Julio, pero no pudo con el genio del toro. Dom¨ªnguez se hizo Robles (el Robles de las crispaciones que estuvo ausente ayer en Las Ventas), aceler¨® el ritmo, perdi¨® un poco los nervios y le sali¨® un toreo atropellado y torp¨®n. Julio Robles, en el segundo de la tarde, hab¨ªa ensayado, sin mucha convicci¨®n, series de derechazos, y no se luci¨® porque no logr¨® quitarle al animal el calamocheo. Con el capote, en cambio, Dom¨ªnguez estuvo mejor que Robles: gust¨® en unas ver¨®nicas y en un par de lances a una mano, para poner en suerte al toro frente al caballo.
El mejor toro de la corrida, precisamente el que abri¨® plaza, bravo en todos los tercios, no supo aprovecharlo Galloso. Se ayudaba con el estoque en el toreo natural, que adem¨¢s era violento; bailaba el zapateao en el remate y, en realidad, lo que hac¨ªa era quitarse de en medio. Rapiti¨® esta especie de ratoneo en el cuarto. Seguramente, est¨¢ claro para Galloso: no es lo mismo el borreguito desmochado que tanto ha toreado por esas ferias que el toro de trap¨ªo, encastado y en puntas, como sali¨® ayer en Madrid, y al que no est¨¢ acostumbrado. Dom¨ªnguez y Robles, por el contrario, conocen este toro. Y se les nota. Falta por ver ,qui¨¦n de los dos lo sabe torear mejor.
Babelia
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