La pol¨ªtica regional de la CEE
La Comunidad Europea cumple veinticinco a?os en 1982, pero la pol¨ªtica regional comunitaria tiene s¨®lo siete a?os. En efecto, se tuvo que esperar hasta la conferencia de Par¨ªs de octubre de 1972 para que los jefes de Estado y de Gobierno decidieran crear un Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), cuya intervenci¨®n habr¨ªa tenido que reducir los desequilibrios regionales m¨¢s graves de la Comunidad. En este sentido, la existencia de Feder es de capital importancia para un pa¨ªs candidato a la integraci¨®n como es Espa?a, con un desarrollo econ¨®mico inferior a la media comunitaria.
Con el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder) se ha buscado en el seno de la CEE un instrumento financiero para la pol¨ªtica regional comunitaria. Y es necesario definir los principios que la inspiran y regulan, el soporte conceptual y los criterios operativos.Creo conveniente limpiar el campo de los eventuales errores e ilusiones, que no son ¨²nicamente imaginarios, y que se pueden perfilar as¨ª:
- La ilusi¨®n de que en una situaci¨®n previsible de dilatado debilitamiento del crecimiento se pueda contar con la movilidad de capitales y, por tanto, con un flujo de inversiones desde las regiones ricas a las pobres, por efecto de un proceso de "descentralizaci¨®n" de actividades productivas (mientras que en las regiones ricas aumenta la demanda de inversiones de reestructuraci¨®n y reconversi¨®n).
- El error de hacer hincapi¨¦ exclusiva o principalmente en incentivos financieros (contribuciones al capital) para atraer nuevas inversiones en las regiones desfavorecidas.
La ilusi¨®n de poder repetir, y artificialmente en breve plazo, la combinaci¨®n de factores que, a trav¨¦s de una estratificaci¨®n de acontecimientos y comportamientos de siglos, ha venido a determinar el "modelo de desarrollo" t¨ªpico de las regiones m¨¢s desarrolladas, que as¨ª se considera como un modelo "natural".
- El error de perseguir la imitaci¨®n de ese modelo, o bien de considerar la distancia como un abismo insalvable, sin que se cultiven las posibilidades alternativas de desarrollo "apropiado" a las potencialidades existentes y activables en las regiones desfavorecidas.
?Una inclinaci¨®n sentimental?
El enfoque correcto me parece el de cultivar en profundidad las posibilidades alternativas de desarrollo "apropiado", las potencialidades existentes y posibles en las regiones desfavorecidas. Sin embargo, el error m¨¢s difundido es el que lleva a considerar la pol¨ªtica regional como una especie de distorsi¨®n sentimental con respecto a las inexorables leyes del mercado. A la pol¨ªtica regional se le atribuyen finalidades no econ¨®micas desde un punto de vista inmediato, sino m¨¢s bien de car¨¢cter social de asistencia y de bienestar. Es f¨¢cil afirmar luego que estas finalidades resultan dif¨ªcilmente compatibles -especialmente en los per¨ªodos de crisis- con las exigencias de eficacia. En efecto, nos encontrar¨ªamos persiguiendo objetivos contradictorios. La equidad se contrapondr¨ªa a la eficacia. La pol¨ªtica regional se convertir¨ªa en un lujo Incompatible con la necesaria austeridad. Pero no es as¨ª. El objetivo al que tiende la pol¨ªtica regional comunitaria es, en primer lugar, un objetivo econ¨®mico, es la convergencia de estructuras productivas, de niveles de empleo, de niveles de productividad, de tasas de inflaci¨®n.
Como parte integrante de las pol¨ªticas econ¨®micas de la Comunidad y de los Estados miembros, la pol¨ªtica regional de la Comunidad debe contribuir prioritariamente a lo siguiente:
- A aumentar la eficacia en el uso de los recursos comunitarios a trav¨¦s de la plena utilizaci¨®n de los recursos existentes y la activaci¨®n de los recursos potenciales en las regiones desfavorecidas.
- A salvar la distancia entre la productividad de estas regiones y las otras m¨¢s desarrolladas.
- A promover la convergencia entre las econom¨ªas de los Estados miembros.
- Al crecimiento cuantitativo y a la mejora cualitativa del empleo.
- A la lucha contra la inflaci¨®n.
Perspectivas y problemas de la ampliaci¨®n
A partir del momento en que Espa?a y Portugal formen parte de pleno derecho de los Estados miembros de la Comunidad, al menos sesenta millones de sus aproximadamente trescientos millones de habitantes se encontrar¨¢n en regiones caracterizadas por un PIB por habitante comprendido entre el 20% y el 50% de la media comunitaria, por una estructura econ¨®mica extremadamente de pendiente de sectores tradicionales de lento crecimiento, por un desempleo m¨¢s elevado que en el resto de la Comunidad y por una mayor poblaci¨®n juvenil que accede al mercado de trabajo.
Entre otras cosas, estas regiones, que se encuentran en Italia e Irlanda fundamentalmente, presentan una menor capacidad de adaptaci¨®n de sus aparatos productivos a la evoluci¨®n de la divisi¨®n internacional del trabajo y a los cambios tecnol¨®gicos. En efecto, a diferencia de las regiones fuertes, cuentan con pocas industrias capaces de asimilar r¨¢pidamente las modernas tecnolog¨ªas, y los sectores predominantes padecen una demanda mundial disminuida y la competencia creciente de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo.
Por otro lado, estas regiones, a pesar de los ritmos acelerados de desarrollo global de cada pa¨ªs en los a?os sesenta, no han conseguido nunca sumergirse en una "cultura industrial": por un lado, el nivel de empleo en el campo t¨¦cnico, la capacidad de investigaci¨®n, de gesti¨®n y de organizaci¨®n de las empresas son d¨¦biles, y, por otro, la Administraci¨®n p¨²blica no ha alcanzado niveles de organizaci¨®n que est¨¦n a la altura de las tareas de gesti¨®n y de impulso que necesitan las econom¨ªas modernas.
Esta situaci¨®n implica el riesgo de aumentar la brecha entre regiones pobres y regiones ricas, situadas estas ¨²ltimas en pa¨ªses preocupados fundamentalmente por movilizar sus recursos para hacer frente a la competencia de Jap¨®n y de Estados Unidos en los sectores de alto contenido tecnol¨®gico.
La perspectiva de una comunidad que, por el hecho de ampliarse y bajo los efectos de la competencia internacional, se hace cada vez m¨¢s heterog¨¦nea, plantea l¨®gicamente el problema de la capacidad de sus pol¨ªticas actuales para contribuir realmente a disminuir las divergencias, especialmente cuando las acciones correctoras de la pol¨ªtica regional no parecen ser todav¨ªa suficientes para asegurar "el desarrollo armonioso de las actividades econ¨®micas en el conjunto de la Comunidad", ni para realizar el proyecto de "reducir las distancias entre las diferentes regiones y el retraso de las menos favorecidas".
En la Comunidad de los nueve se han podido tratar los casos de Italia y de Irlanda como casos especiales, incluso excepcionales, a los que en la actualidad hay que a?adir el caso de Grecia. En la Comunidad de los doce, el fen¨®meno de los pa¨ªses rezagados en la v¨ªa del desarrollo adquiere un peso preponderante. ?Es ¨¦ste un motivo v¨¢lido para aplazar la ampliaci¨®n? Ello ser¨ªa una conclusi¨®n aberrante. Si se teme la ampliaci¨®n, hay que dejar de hablar de Comunidad Europea y limitarse a administrar un mercado com¨²n restringido. La ampliaci¨®n es uno de esos retos a los que no se puede responder con un aplazamiento.
La respuesta a dicho reto constituye un banco de pruebas para la existencia misma de Europa occidental como realidad econ¨®mica, social y pol¨ªtica y como factor para un nuevo orden internacional. La crisis actual puede superarse -si queremos evitar trastornos- con el valor de las grandes reformas. Dicha crisis presenta cierta analog¨ªa con las crisis de] ancien r¨¦ginie de hace dos siglos. Entonces -en junio de 1774- el abate Galiani le escrib¨ªa a madame D'Epinay que la situaci¨®n de Francia le recordaba la del imperio romano descrita por Tito Livio, cuando los romanos no eran capaces de soportar los males que les aquejaban, pero tampoco los remedios necesarios para curarlos. En la situaci¨®n actual, la pol¨ªtica regional es uno de los remedios necesarios. Pero no es eficaz administrada en peque?as dosis. Se hace necesario un gran esfuerzo comunitario de solidaridad y ello implica tambi¨¦n sacrificios. Pero -como decia Voltaire- pas de grandes choses sans de grandes peines. Y la uni¨®n de Europa occidental es una cosa grande que merece alg¨²n sacrificio.
es consejero de Pol¨ªtica Regional de la Comisi¨®n de las Comunidades
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.