Kamikazes
En su n¨²mero 1840, martes 6 de abril, deportes, p¨¢gina 54, primera columna, su director de motociclismo llama kamikazes a corredores, que, sin medios suficientes, tratan de conseguir la victoria. Mi hijo, Echaide, era uno de ellos, el que m¨¢s cerca anduvo de conseguir el triunfo definitivo.Su redactor, al mencionar el vocablo japon¨¦s, deja entender que poca diferencia hay entre matar, vencer y morir. Pero no sigue adelante, y como el tema merecer¨ªa hasta un editorial, voy a contar mi historia: Juan, chico sano, fuerte, pod¨ªa haberse dedicado al marat¨®n o a los 100 metros lisos, pero le tent¨® un deporte consumista, la moto. Despu¨¦s de afirmarse como el mejor corredor local, se compr¨® una Arisco de segunda mano y se apunt¨® en Calafat a un torneo de tres carreras. Gan¨® la primera, rompi¨® su vieja m¨¢quina en la segunda, y volvi¨® a ganar la tercera con una m¨¢quina excelente que le prest¨® el constructor, para evitar que la victoria definitiva se la arrebatara un competidor.
Desde entonces, los familiares hemos vivido d¨ªa a d¨ªa la tragedia cl¨¢sica. El destino marca al h¨¦reo y aunque el dinero, los ayatolas locales y el ruido ensordecedor de los motores hagan innecesarias las furias, nada cambia en esencia, todo, todos, menos Iciar, Blanca y yo, empujan al h¨¦roe, Echaide, a morir heroicamente como un kamikaze persiguiendo una victoria imposible sobre una Yamaha de tercera mano./Su padre
Doctor ingeniero industrial.
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