La implantaci¨®n de los robots en las cadenas de producci¨®n de Almusafes
Son la aristocracia obrera de Valencia. Entraron a trabajar en la Ford hace menos de diez a?os. La mayor¨ªa, hace s¨®lo seis. Empezaron, como el proletariado del siglo XIX, saboteando la producci¨®n, y practicaron un sindicalismo radical que lleg¨® a utilizar la violencia. Ahora forman un ej¨¦rcito de 10.000 hombres y mujeres que despotrican de su trabajo, que sufren la cadena de producci¨®n y no se diferencian en nada de los dem¨¢s trabajadores. En ellos se resume m¨¢s de un siglo de historia de la clase obrera.
Los periodistas han sido invitados a la f¨¢brica. Se han puesto en marcha nuevos robots que har¨¢n, cada uno de ellos, el trabajo de nueve o diez hombres. No es todav¨ªa la cadena a la japonesa, pero son los primeros pasos. Y con la sonrisa en los labios, uno de los presentes cuenta la historia de Mazinger, nombre con el que los trabajadores designaron al primer artefacto mec¨¢nico que se puso a currar en la secci¨®n de carrocer¨ªas:-Se paraban delante del cacharro y le insultaban. Le llamaban cabr¨®n, y hasta le tiraban objetos. Hubo que rodearle con una valla para que no lo estropeasen.
Mazinger trabaja por varios, es un esquirol capaz de poner en peligro varios puestos de, trabajo. Los agresores odian el trabajo que hace el robot, pero odian todav¨ªa mucho m¨¢s la forma en que ¨¦ste lo realiza. "Este bicho no tiene ni que ir a mear. No para en todo el d¨ªa". Nadie quiere hacer lo que Mazinguer hace, pero todos saben que son varios empleos los que cubre:
-Ya sabemos que si la empresa no se automatiza va a perder la carrera internacional. Hay una gran competencia entre todas las f¨¢bricas de autom¨®viles. Pero hay que tener en cuenta que, si no hay trabajadores con empleo, no le van a poder vender los coches a nadie.
Luis ha descubierto por su cuenta y por su experiencia el moello de la crisis mundial. Se necesita producir con menos costes salariales y luego no hay demanda suficiente para colocar los productos. Hay una mirada perpleja en sus ojos. Dice lo de las ventas de los coches y se queda por un momento callado, sin saber qu¨¦ soluci¨®n habr¨ªa que darle al conflicto, la paradoja que define su universo de trabajo. Es como lo de los ritmos. De que los trabajadores cumplan los planes de la empresa depende que la empresa obtenga un mayor beneficio y se mantenga entre las primeras; de que subsista, en medio de la competencia, a largo plazo. Ah¨ª est¨¢n las p¨¦rdidas de la Seat, la jubilaci¨®n anticipada o el desempleo voluntario con indemnizaci¨®n de hasta 3.000 trabajadores.
-Pero los ritmos de trabajo son insufribles. Te pasas cuarenta horas semanales como un loco haciendo la misma faena. Hay que terminar seis coches cada cinco minutos. Cuando sales de all¨ª vas loco perdido, sin saber ni qu¨¦ hacer con las manos.
"Me subo a un coche, lo pongo en marcha, doy unos acelerones y salgo escopetado para ponerlo en fila con los otros, y luego vuelvo corriendo, me subo a otro coche, le doy al contacto y m¨¢s acelerones".
Se anuncia la pausa de diez minutos, y todos salen como descosidos a mear. Hay algunos que no pueden hacerlo, que les cuesta ir a toque de silbato. Uno pide al encargado que le deje ir, por un momento, al servicio, rompiendo su turno, que ponga a alguien en su puesto. No hay nadie para sustituirle y no se puede parar la cadena. Entonces, all¨ª mismo, se lo hace en un vaso que entrega, con delicadeza, al encargado. La sanci¨®n es de diez d¨ªas de empleo y sueldo.
La fuerza de la costumbre
-Pero ahora parece que lo llevamos mejor. Y eso que es trabajo es a¨²n m¨¢s duro que al principio. Era un trauma, t¨², llegar a trabajar aqu¨ª y que te pusieran en la cadena a hacer siempre lo mismo. Yo ven¨ªa de la construcci¨®n, pero los del campo creo que era peor. A no ser las chicas que empaquetaban naranjas. Parece que eso se lo hubiera inventado tambi¨¦n Henry Ford.
Jos¨¦ saca algunas fotograf¨ªas que ocupan las primeras p¨¢ginas de peri¨®dicos de hace una d¨¦cada. En una de ellas, el alcalde de Almusafes entrega a un Henry Ford benevolente la ofrenda de su bienvenida, leyendo un papel sin reparo ninguno. En otra, un grupo de habitantes de la localidad posa con sacos repletos de papel y carteles que anuncian "75.000 cartas para Ford". Eran los tiempos en que todo un pueblo se volc¨® para conseguir empleos en la industria, para dejar los naranjales por las ocho horas de turno. Dobla con primoroso cuidado su archivo y reintroduce en la repleta carpeta la reliquias del pasado:
-El alcalde trabaja en la f¨¢brica, y su hijo est¨¢ de ingeniero, y su yerno est¨¢ de en cargado. Los del pueblo vendieron sus tierras. Quer¨ªan ponerlas m¨¢s caras, pero le presionaron los propios vecinos para que no pusieran en peligro la f¨¢brica.
Y cuenta tambi¨¦n su forma de ver las cosas:
-El trabijo es inhumano, pero te acostumbras. La gente no para y se pasa el d¨ªa diciendo que qui¨¦n les habr¨¢ mandado venir aqu¨ª a trabajar.
Sabotaje
Se resiste a sacar los trapos sucios, pero la evidencia es la evidencia. Hab¨ªa sabotaje en la Ford, como hay sabotaje en casi todas las cadenas de producci¨®n:
-Mira, t¨², lo hac¨ªan los que se cabreaban. Pero lo hac¨ªan por libre. Eso del sabotaje organizado es un cuento chino. Lo que pasa es que no estaba mal visto cuando las cosas se pon¨ªan feas. Eso s¨ª es verdad.
An¨ªbal est¨¢ despedido, a la espera de que el Supremo confirme o anule su despido. An¨ªbal lleva casi tres a?os cobrando de la empresa, porque en Magistratura dijeron que hab¨ªa que readmitirle, pero no le dejan trabajar:
-S¨ª, hab¨ªa casos de gente que echaba tornillos en los motores. O llegaban las carrocer¨ªas con agujeros as¨ª de grandes, hechos con punzones o con los sopletes. Los de control de calidad no daban abasto. Pero se exagera con eso.
Algunos cuentan an¨¦cdotas propias de los albores de la revoluci¨®n industrial, cuando los obreros quemaban las m¨¢quinas ante el esc¨¢ndalo de los l¨ªderes del socialismo cl¨¢sico: como el asalto despu¨¦s de una asamblea al almac¨¦n de las casetes o la co locaci¨®n de un t¨ªo m¨¢s al final de la cadena, para que abollara a martillazos todos los coches que superaran el n¨²mero pactado con la empresa.
-Yo, de eso, la verdad es que no s¨¦ nada. Es posible, porque lleg¨® a haber muy mal ambiente.
An¨ªbal sonr¨ªe discreto y niega con la cabeza sin hacer grandes aspavientos. Lo que s¨ª que es verdad es lo del d¨ªa aquel en que echaron a patadas a los jefes de una asamblea:
-Est¨¢bamos unos 6.000 o 7.000 en la f¨¢brica y fuera nos esperaban los polic¨ªas. Los jefes se pusieron detr¨¢s, para observar la asamblea. Y entonces uno dijo que a por ellos, y la gente se les ech¨® encima y se li¨® a patadas hasta echarlos a todos de la nave. ?Y te sabes lo del Rey? Cuando vino, en octubre de 1976, tuvimos una larga discusi¨®n sobre si le saludar¨ªamos o no, y decidimos que s¨ª, pero que le entregar¨ªamos un pliego de reivindicaciones. Los de la empresa respiraron tranquilos cuando les dijimos que s¨ª, que ¨ªbamos a asistir a la ceremonia. Hab¨ªan preparado una nave especialmente para eso, con cortinas y alfombras. Y llegamos y le dimos una carta en la que se ped¨ªa la amnist¨ªa laboral. Estaba todo lleno de fot¨®grafos, se enter¨® todo el mundo.
Luego, despliega, con la calmada mesura del estratega, un abanico de datos para que el oyente se entere:
-Era la lucha de gente sin experiencia, pero muy cabreada, contra una empresa dispuesta a realizar al minuto sus planes de producci¨®n. Mira, aqu¨ª muchos ven¨ªan del campo o de hacer faenas que no ten¨ªan nada que ver con la forma de trabajo que se usa. Las cosas empezaron con mal ambiente, con l¨ªos durante la construcci¨®n de las naves. Y todo se contagia. Desde los primeros meses hab¨ªa asambleas por todas partes. Hasta este a?o, no se han parado las asambleas. Y fijate la solidaridad que hab¨ªa, que cuando el primer despedido no se pudo lograr su readmisi¨®n (la Ford no ha readmitido nunca a nadie), pero se consigui¨® que le buscaran un empleo en una empresa concesionaria y que a su mujer la metieran fija de plantilla.
Planes de producci¨®n
Para el 2 de noviembre de 1976, la cadena ten¨ªa que estar en marcha. Estaba previsto desde varios a?os antes. El d¨ªa fijado comenzaron a salir motores, que luego se exportaban a Europa.
-Est¨¢bamos muy crecidos. En el convenio, a principios de 1977, conseguimos un 23% de aumento salarial y, sobre todo, el reconocimiento de los delegados. Ten¨ªamos 76 delegados elegidos en asamblea, que se ocupaban, entre otras cosas, de controlar el n¨²mero de coches que sal¨ªan por las cadenas. Cuando la empresa se pasaba, se cortaba la cadena. Pero insistieron. Ten¨ªan en sus planes 1.104 coches diarios y nosotros no quer¨ªamos hacer m¨¢s que 1.060. Empezaron a cambiar los ritmos de la cadena, y nosotros, a hacer paros intermitentes. Acab¨® todo con el despido de 54 de los delegados, y la huelga que sigui¨® la gan¨® la empresa.
Los desperfectos en los coches se hacen m¨¢s frecuentes. Los motores se estropean porque aparecen tornillos en su interior, hay raspaduras en las chapas. La empresa se las ve y se las desea para evitar que salgan coches en mal estado para la venta.
Y ya todo comenz¨® a ir de mal en peor, en opini¨®n de Luis:
-Entonces fue cuando la gente, de pura rabia y frustraci¨®n, comenz¨® a sabotear los coches. Pero esa pr¨¢ctica se fue extinguiendo tal como hab¨ªa venido. Yo creo que ya no hay nada de sabotaje. La gente hasta se ha llegado a autocontrolar el trabajo.
Ironiza Luis, barajando m¨¢s papeles con consignas de la ¨¦poca. Hay llamamientos del mayor radicalismo. Entonces mandaban las Comisiones Obreras Anticapitalistas (COA), a las que pertenec¨ªan una buena parte de los delegados despedidos. Ahora -como insiste Luis-, en varias de las secciones, los trabajadores realizan por s¨ª mismos el control de calidad del producto.
-Se perdi¨® aquella huelga y, a partir de entonces, ha sido muy dif¨ªcil la lucha. En lo de los ritmos, desde luego, nos han ganado.
Yo estaba antes en soldadura. Nos pon¨ªamos tres alrededor de un coche, cada uno con un soplete, y comenz¨¢bamos a darle puntos. Cuarenta por minuto, yo qu¨¦ s¨¦. Cuando acababas con uno, se te ven¨ªa el otro encima".
Con los o¨ªdos, mal
Y vuelve a la carga Luis:
-Seguimos haciendo el mismo n¨²mero de coches, 1. 104 al d¨ªa. Pero ahora somos quinientos menos que al principio y, adem¨¢s, una buena parte de los coches son del modelo Escort, que lleva un 20% m¨¢s de trabajo. Hemos calculado que la productividad ha aumentado en un 22%, m¨¢s o menos.
Pasa a la p¨¢gina 14
La implantaci¨®n de los robots en las cadenas de producci¨®n Almusafes
Viene de la p¨¢gina 13
"Yo terminaba un motor y se lo pasaba al encargado de transportarlo. Ahora, la faena de cargarlo en la carretilla y llevarlo me toca tambi¨¦n a m¨ª".
Cada d¨ªa, una flota de autocares se des plaza por la provincia en busca de trabaja dores. Un centenar de kil¨®metros separados entre s¨ª, Sagunto o Gand¨ªa son puntos de partida para los trabajadores. Van dormidos, a las cuatro de la madrugada, para llegar al turno que Comienza a las seis. A las once de la ma?ana comer¨¢n en la empresa si no hay huelga de comedores, y quince d¨ªas despu¨¦s voIver¨¢n a comer a su hora porque el turno habr¨¢ cambiado. Entonces, cenar¨¢n a las seis de la tarde. Y tendr¨¢n que acostumbrarse por dos semanas al nuevo ritmo de comidas. Eso, si no se est¨¢ en uno de los puestos en que es preciso cambiar de turno tres veces. Hay l¨ªneas en que tambi¨¦n se trabaja de noche.
"Yo tengo el est¨®mago hecho polvo de comer a la americana, porque adem¨¢s no tengo capacidad para acostumbrarme a cambiar de horario de comidas cada quince d¨ªas".
Y es ahora Jos¨¦ el que explica que ha cambiado mucho la forma en que se plantea la lucha sindical. Se han abandonado f¨®rmulas tan radical,2s como las de los primeros a?os, pero siguen existiendo los planteamientos asamblearios, "antes se decid¨ª todo en asambleas, ahora la UGT y las CC OO no son muy partidarias, y, son las que mandan".
Cuando se perdi¨® la huelga de 1977, las COA desaparecieron casi por entero. La frustraci¨®n de una lucha de tan desastrosos resultados llev¨® a los empleados a cambiar de perspectiva y comenzaron a votar a las centrales sindicales mayoritarias la empresa hab¨ªa llegado a negociar en secreto con las ilegales COA.. Luego, pudo desembarazarse de ellas. Ya no existen.
-Pero sigue existiendo un alto grado de autoorganizaci¨®n -dice Luis en su papel de estratega-. En mi sector, por ejemplo, controlamos las enfermedades profesionales. La empresa no da informaci¨®n, as¨ª que tenemos que realizarla nosotros. En la secci¨®n de prensas hay 970 trabajadores. Y en cuatro a?os hemos registrado 87 casos graves de enfermedades auditivas. Trabajamos con 120 decibelios de ruido ambiente, que es muy superior a lo soportable por el o¨ªdo humano. Entonces, cuando se lo decimos a la empresa, nos responden que es que ya ven¨ªan con los o¨ªdos; mal.
"A un compa?ero con treinta a?os y cuatro hijos no le han querido dar un trabajo en alguna secci¨®n que no tenga ruido. Se qued¨® casi sordo del todo, y la Seguridad Social le ha dado como inv¨¢lido. Pero el t¨ªo necesita trabajar, porque lo que le pasan no es suficiente. F¨ªjate, inv¨¢lido a los treinta a?os".
-Luego, vas al m¨¦dico a preguntarle que por qu¨¦ hay tantos t¨ªos con enfermedades de la columna, con problemas de est¨®mago o enfermedades nerviosas, y te dice que no puede saberse si es una enfermedad profesional, porque eso tarda varios a?os. F¨ªjate que hay 250 con invalidez, con el poco tiempo que lleva la f¨¢brica en marcha. Y esa cifra hay que pensarla en relaci¨®n con 6.000 trabajadores directos. O sea, que, en cinco a?os de funcionamiento, un 4% de los trabajadores est¨¢ inv¨¢lido.
Luis es un mago de las cifras. Saca porcentajes de su carpeta como un mago lo hace con los pa?uelos de su sombrero. De ¨¦l dicen que es correoso y duro en la negociaci¨®n, y se considera a s¨ª mismo como uno de los herederos del radicalismo de las primeras ¨¦pocas de la f¨¢brica.
-Ahora hay 39 delegados en la empresa. Pero que no se olviden de que diez de ellos son radicales. Mandan Comisiones y UGT, pero la Ford va a volver a dar que hablar, porque con esos ritmos de trabajo no hay quien soporte, y podemos estallar de nuevo cualquier d¨ªa.
Pero Jaume y Manolo piensan diferente. Ya no hay vuelta atr¨¢s posible. Se pueden reproducir conflictos duros, pero las pr¨¢cticas de la primera ¨¦poca est¨¢n ya enterradas:
-No es concebible, a no ser que haya una cat¨¢strofe, que se reproduzcan las luchas como las de hace unos a?os. Ya no hay esa conciencia de reventar las m¨¢quinas, por ejemplo. Y el ambiente general est¨¢ m¨¢s calmado. Eso no quiere decir que a la gente le ¨ªmporte menos lo que pasa, sino que act¨²a de otra manera.
Detectives y visitadores
-Pero es que no te dejan en paz -vuelve Jos¨¦- ni cuando est¨¢s de baja. A las seis; y media de la ma?ana se te puede presentar un visitador de la empresa, con el pretexto de saber c¨®mo est¨¢s. Pero viene a comprobar si est¨¢s en casa y a presionarte para que no te quedes m¨¢s tiempo del necesario. Al ella siguiente te llega un telegrama para que vayas a trabajar. Eso, cuando no te ponen un detective. A uno le echaron del trabajo diciendo que hab¨ªa hecho sabotaje. Pusieron detectives privados entre los trabajadores para vigilar a la gente, de una agencia que se llama Abraham. Han hecho tanta presi¨®n y tan eficaz que el absentismo laboral es del 6%, cuando hace algo m¨¢s de un a?o era del 14%. Lo han hecho tan bien, que ha llegado a preocupar a la direcci¨®n de la empresa fuera. Es una cifra ins¨®lita.
Volver, volver
En el centro de Valencia hay solares que cultivan jubilados aburridos. Los due?os no se quejan, porque as¨ª el solar se mantiene limpio, y los viejos intercambian semillas y experiencias entre los edificios que invadieron la huerta. Luis mira con nostalgia el terreno cultivado:
-Muchos a?oran su trabajo anterior. Pero saben que ya no es posible volver a hacerlo. Ganar¨ªan menos que en la empresa, y no es f¨¢cil renunciar al nivel de vida que se viene. Da miedo ver c¨®mo puede uno acostumbrarse a todo, a los ritmos de trabajo, a la disciplina, a mear a toque de silbato.
Cuatrocientos habitantes de Almusafes encontraron trabajo en la Ford a cambio,Je ceder los terrenos del pueblo para la factor¨ªa. El alcalde, su hijo, su yerno y cuatrocientos m¨¢s de los muchos que escribieron cartas a Henry Ford para que viniera.
En seis a?os vendieron las tierras, coristruyeron las naves, rompieron lo que fabricaban, eligieron delegados, participaron cn las m¨¢s duras huelgas, se partieron las espaldas colocando tapicer¨ªas en los veh¨ªculos, se acostumbraron a comer a las once de la ma?ana, multiplicaron los ingresos familiares y se hicieron a los ritmos de trabajo, que marcan dos pausas de diez minutos para ir al servicio.
-Mira para atr¨¢s y parece un siglo, t¨².
Luis y Jos¨¦ no quieren volver al campo ni a la construci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Ford Espa?a
- Rob¨®tica
- Sabotaje
- Producci¨®n
- Electr¨®nica
- Comunidades aut¨®nomas
- Ford Motor Company
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Comunidad Valenciana
- Conflictos laborales
- Pol¨ªtica laboral
- Espa?a
- Empresas
- Relaciones laborales
- Inform¨¢tica
- Delitos
- Sucesos
- Econom¨ªa
- Industria
- Trabajo
- Administraci¨®n p¨²blica
- Justicia
- Tecnolog¨ªa
- Ciencia