Madrid propiamente dicho
Ahora que el Ayuntamiento hace su espl¨¦ndida campa?a para "recuperar Madrid", veamos algunos puntos que nos llevar¨ªan a la reconquista social de la ciudad, a un "no pasar¨¢n" m¨¢s l¨ªrico que b¨¦lico:Luchar contra la segregaci¨®n social de la ciudad. Esto supone impedir la expulsi¨®n de las capas populares de las ¨¢reas centrales, corroborando el tono popular de los barrios que siempre han sido tales. Como ocurre que la naturaleza imita al arte y "la niebla no empez¨® a caer sobre el T¨¢mesis hasta que lo pintaron as¨ª los lakistas", seg¨²n t¨ªo Oscar, resulta que Adolfo Marsillach, Francisco Nieva, Ana Fisae y otras gentes buscan o encuentran su rinc¨®n entre los corazones latientes y calientes de Madrid, que son un poco como ese coraz¨®n, verde de miedo, que tiran en los mataderos. Las casas de renta antigua, cuyos pisos han pasado casi todos a propiedad de los inquilinos, son una defensa contra el manhattanismo hortera de las multinacionales, que, por otra parte, tienen toda la Mancha -que es ancha y existe- para expansionarse.
Proteger un patrimonio edificado. La destrucci¨®n prematura e indiscr¨ªminada de este patrimonio significa un derroche social y un insulto cultural contra el que tenemos que defendernos. A ver el Ayuntamiento c¨®mo se lo hace. Todas las ciudades europeas han sido reconstruidas amorosamente despu¨¦s de la guerra, y en el solar de la casa de Goethe, en Weimar, han hecho una obra de arte y fidelidad donde s¨®lo falta -ayGoethe.
Mantener y proteger el empleo industrial en el municipio de Madrid. Aunque nuestro patrono sea un labrador, fue el primer labrador que industrializ¨® su tema, pues que ten¨ªa dos ¨¢ngeles que le labraban el territorio, dos ¨¢ngeles proletarios, mientras ¨¦l se daba a sus negocios, o, sea el negocio de la salvaci¨®n del alma, rezando.
Frenar la terciarizaci¨®n del Centro. Esto de la terciarizaci¨®n del Centro son cosas que se le ocurren a Mangada y otras gentes as¨ª de geniales. De lo que se trata, puesto en cristiano, es de impedir la elevaci¨®n de viviendas cada vez m¨¢s lujosas, con lo que el centro de Madrid acabar¨ªa siendo un Manhattan cheli, aunque cavern¨ªcola (y aqu¨ª viene bien el t¨¦rmino geol¨®gico de la terciarizaci¨®n).
Limitar el acceso del coche privado a las ¨¢reas centrales, en una decidida pol¨ªtica del transporte p¨²blico. Cuando uno va en Londres o Copenhague a visitar a un ministro, y encuentra que el ministro le transporta a uno en tranv¨ªa, por ejemplo, uno se siente discriminado como espa?ol, hasta que observa que la utilizaci¨®n masiva del autom¨®vil (que ya ironiz¨® Buster Keaton en los a?os veinte) no es m¨¢s que un quede tercermundista que no se da en ninguna gran capital europea.
Defender los grandes espacios abiertos. O sea, proteger y conservar lo municipal all¨ª donde lo municipal tiene su epifan¨ªa, precisamente porque no existe. All¨ª donde no hay nada, entre barrio y barrio / dormitorio, es donde el municipio hospeda sus ¨¢ngeles municipales y nada espesos, que a la ma?ana ser¨¢n ni?os y perros.
Mantener el car¨¢cter p¨²blico de cualquier elemento urbano que ahora se aureole como ta. O sea, la democracia de lo municipal, el reparto de la riqueza que en s¨ª misma es la ciudad, como, por ejemplo, la juventud vive el Retiro a toda aspirina (y hasta ha habido comunas de pasotas albergados en los huecos escult¨®ricos de Henry Moore, haciendo vida familiar), frente a las prohibiciones francofranquistas de pisar el c¨¦sped, como si todo el c¨¦sped de Espa?a fuese la cola de la capa del Jefe.
Mejorar la calidad ambiental del espacio urbano. O sea, descontaminar, reconquistar y exaltar la imagen de la ciudad, porque Madrid, hasta ahora, hab¨ªa sido el reh¨¦n -qu¨¦ n¨¢usea, esa palabra- del anterior R¨¦gimen, y de ah¨ª el centralismo.
Y en este plan.
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