El precio de un testimonio
El arist¨®crata Claus von Bulow fue condenado recientemente a cuarenta a?os de prisi¨®n por intentar asesinar a su esposa. Dicen que la condesa escandinava Alexandra Isles, cuyo testimonio fue decisivo, arrastr¨® a su amante a cometer el crimen.
El juicio de Claus von Bulow fue considerado uno de los m¨¢s sensacionales de los ¨²ltimos tiempos. Acusado de asesinar a su esposa para poder casarse con la condesa escandinava Alexandra Isles, Von Bulow fue condenado despu¨¦s del testimonio extremadamente perjudicial que Alexandra prest¨®. En una entrevista con el New York Post, la divorciada de 36 a?os, de quien los acusadores dicen que fue la que arrastr¨® a Claus von Bulow a intentar matar a su mujer, abre su coraz¨®n a la columnista Cindy Adams. Habla de lo culpable que se siente porque su testimonio ayud¨® a convencer al jurado de que Von Bulow hab¨ªa infectado insulina a su mujer, Sunny, provoc¨¢ndole un coma irreversible. Y habla ¨ªntimamente por vez primera del amor que comparti¨® con el arist¨®crata dan¨¦s que ahora se enfrenta a cuarenta a?os en prisi¨®n.
Alexandra Isles fuma demasiado. Vive de cigarrillos, Coca-cola y ha perdido peso. Cuindo el mundo empez¨® a regocijarse por su alianza con un hombre casado, la amante de Claus von Btilow tuvo problemas para comer y dormir. Durante una temporada no pudo parar de llorar. "Lo peor de todo son las noches. Las noches se convierten en d¨ªas, y eso interfiere en mi vida".Conozco a Alexandra Isles. Tenemos amigos comunes. Condesa de origen escandinavo, Alexandra es una criatura gentil y refinada. Escribe poes¨ªa. Adora a su hijo de doce a?os y se preocupaba profundamente por su hombre, Claus von Bulow. Todav¨ªa se preocupa.
Para contrarrestar las indignidades, Alexandra deber¨ªa hablar p¨²blicamente. Pero tiene un miedo mortal a hacerle da?o a Claus. "Me siento muy triste por ¨¦l y lo ¨²ltimo que desear¨ªa es decir algo que le pudiera perjudicar".
No bebe. No toma p¨ªldoras, ni siquiera sus vitaminas habituales. Un d¨ªa, a las nueve de la ma?ana, nos encontramos en la calle. Volv¨ªa de una visita al m¨¦dico. Sus ojos estaban enrojecidos. Andaba con la cabeza agachada. Iba con un su¨¦ter estirado y una falda escocesa tableada, unos pendientes diminutos, sin maquillaje, con las u?as sin pintar, dif¨ªcilmente se la pod¨ªa tomar por la otra mujer en una historia de pasi¨®n y ambici¨®n de primera p¨¢gina.
Conocidos de la alta sociedad en la que Claus se mov¨ªa la atacan por haber testificado. No fue un testimonio voluntario. A ella le gustar¨ªa contarle al mundo -o quiz¨¢ a una sola persona- que no le volvi¨® la espalda al hombre que amaba. No ten¨ªa elecci¨®n. Ten¨ªa orden de citaci¨®n. Y en el caso de una arist¨®crata de voz suave, cuyo error fue enamorarse, el proceso de entrega fue el m¨¢s eficaz. Un agente del FBI entreg¨® la citaci¨®n personalmente. No era una citaci¨®n ordinaria. Para asegurarse su presencia ante el jurado de Rhode Island, se emiti¨® a trav¨¦s de la corte criminal de Nueva York, Estado en el que ella figuraba como residente legal.
Alexandra mantiene el perfil bajo. Su nombre ni siquiera figura en el programa de teatro en el que trabaja como ayudante de producci¨®n. Su "esperanza de que esto se olvide reside en mantener silencio Yo ten¨ªa la obligaci¨®n de contar la verdad, y eso fue lo que hice".
John Simon, cr¨ªtico del New York Magazine, amigo ¨ªntimo durante a?os, lo plantea as¨ª: "Es una persona honrada. En el juicio declar¨® toda la verdad que le preguntaron y ni un ¨¢pice m¨¢s. Era la verdad en su faceta menos perjudicial, y con ella iba el tributo de su amor. Lo s¨¦ porque yo estuve enamorado de Alexandra".
Claus von Bulow persegu¨ªa a AIexandra Isles. Llevaba a?os detr¨¢s de conocerla. Hab¨ªa pedido a su padre, a quien hab¨ªa conocido en Dinamarca, que se la presentara. Hab¨ªa visto su fotograf¨ªa en la revista Town & Country y, tal como ¨¦l dijo, "mi coraz¨®n hizo puffffff".
Se conocieron en abril de 1978, en una comida que Claus ofreci¨® a un amigo com¨²n. La cortej¨® durante un a?o. Alexandra admite: "En marzo de 1979 sucumb¨ª a sus encantos. Es f¨¢cil, encantador y extrovertido. Su conversaci¨®n incluye referencias a la literatura y a las artes. En una fiesta, se ocupa constantemente de ti. Te sientes segura con ¨¦l. Y tiene unos ojos preciosos".
"Me di cuenta de su soledad. Lo pasaba mal en casa. En p¨²blico manten¨ªa el tipo, pero se notaba su inseguridad detr¨¢s de esa fachada. Nunca dijo nada en contra de Sunny. Si hablaba de ella, lo hac¨ªa con compasi¨®n". Los amigos de Alexandra insisten en que no es luchadora. Otros la tachan de vulnerable. Otro amigos, m¨¢s ben¨¦volo, dijo de ella: "Alexandra es na?f y cr¨¦dula. No capta la realidad; tiene visi¨®n de cuento de hadas".
Fue Claus el que le propuso casarse. Ella nunca le dio un ultim¨¢tum. Tampoco necesitaba nada de ¨¦l. Alexandra tiene dinero de un fondo de inversiones. Vive en una cooperativa en Park Avenue, con un ama de llaves que ha atendido a la familia desde que Alexandra ten¨ªa diecis¨¦is a?os.
Alexandra Isles y Sunny von Bulow son ambas de pura raza. Las dos fueron al mismo colegio, Chapin y San Timoteo, en Maryland, y dado que los t¨ªtulos y el linaje representaban tanto para Claus -¨¦l a?adi¨® el aristocr¨¢tico von a su nombre-, los amigos sugieren que consider¨® a Alexandra como un aut¨¦ntico ¨¦xito. Admiten, t¨¢citamente, que no se hubiera interesado por alguien que no fuera una verdadera dama.
Dedicada a sus hijos
El Claus que ella conoc¨ªa ayudaba a la gente en su carrera. A trav¨¦s de Claus ella conoci¨® a Roger Stevens, y habiendo renunciado mucho tiempo atr¨¢s a seguir su carrera de actriz, se fue a trabajar con ¨¦l como ayudante de producci¨®n. A la pregunta de si el hombre que ella conoc¨ªa era capaz de cometer el crimen por el que se le ha considerado culpable, Alexandra contesta: "El hombre del que lo estaba enamorada era un hombre bondadoso. No puedo reconocer esa faceta en el hombre que amaba".Los ¨²ltimos a?os han transcurrido para Alexandra escondi¨¦ndose del mundo. Se levanta pronto y se muestra eternamente agradecida por su trabajo. Los amigos que la apoyan han formado un n¨²cleo f¨¦rreo y las horas que le quedan disponibles las dedica por entero a su hijo.
Estos desventurados amantes nunca se conocieron realmente el uno al otro. Una hora robada con un hombre casado realza el romance, pero no fomenta la madurez de la relaci¨®n. Y, para colmo, cuando ¨¦sta estaba en su punto culminante, todo se vino abajo. Para un esp¨ªritu po¨¦tico como el de Alexandra, con esa infantil cualidad de contemplar el mundo como un ¨¦rase una vez, Claus von Bulow quiz¨¢ siga siendo su pr¨ªncipe encantado, aunque haya abandonado a su princesa. Pero ella sabe que, aunque un m¨¢gico final les uniera, nunca podr¨ªan vivir juntos, felices por siempre jam¨¢s. Porque aparte de sus propias dudas y temores, est¨¢ convencida que ¨¦l ya no la quiere, A sus ojos, su testimonio sell¨® su suerte.
En alg¨²n lugar, en lo m¨¢s hondo de su ser, Alexandra Isles sabe que ella no fue el motivo. Sospecha que en alg¨²n sitio est¨¢ la lecci¨®n de todo esto.
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