Mesonero o lo ininteresante
Don Ram¨®n de Mesonero Romanos parece como si estuviera ah¨ª para contrastar con Larra, para servirle de fondo neutro, para que los escolares se persuadan bien de lo que es y no es un costumbrista, aunque toda pedagog¨ªa siga insistiendo mon¨®tonamente en el costumbrismo de Larra, que s¨®lo es costumbrista de sus propias (y malas) costumbres.Mesonero, que escrib¨ªa bien, que est¨¢ bien situado cronol¨®gicamente (cubre con su biograf¨ªa casi todo el siglo XX), que conoce Madrid en el primor de cada d¨ªa y en el ardor de cada ¨¦poca, Mesonero, a pesar de todo, es un escritor ininteresante, y en esto se hermana con la zarzuela, los juegos florales y toda clase de literatura o est¨¦tica que tienden a reproducir la vida como lo de toda la vida". G¨¦neros acr¨ªticos, la zarzuela o Mesonero, no nos dicen de d¨®nde viene este pueblo ni ad¨®nde va (o nos lo dice solamente, Mesonero, a efectos instruct¨ªvos y, curiosos), de manera que su realidad, con ser tanta, queda pasmada, inmovilizada, falseada, porque no podemos creer que la vida del aguador, por ejemplo, su psicolog¨ªa, su problem¨¢tica, su instalaci¨®n o desinstalaci¨®n gremial o hist¨®rica, se reduzca a llevar y traer agua. El agua misma es m¨¢s compleja que ese aguador.
G¨¦nero acr¨ªtico, el de Mesonero, y adem¨¢s ahist¨®rico, si no es la misma cosa, que por salvar las costumbres en su pureza nos desacostumbra a ellas, de ellas. La conclusi¨®n mostrenca de todas sus Escenas matritenses y de todo lo que escribi¨® ser¨ªa que "el hombre es animal de costumbre", lo mismo el burgu¨¦s que el artesano, como se dec¨ªa entonces. Pero resulta que la historia se hace y existe gracias a que el hombre, cada cierto tiempo, se levanta contra sus propias costumbres, se rebela contra sus creencias, en las que, seg¨²n Ortega, se est¨¢, mediante la bayoneta de sus ideas o las ideas de otro, que le han llegado a tiempo.
Es el dinamismo hist¨®rico, pues, lo que da movilidad, fuerza, gracia, fugacidad y sentido a las costumbres, en Larra por ejemplo, y es la falta de ese dinamismo lo que deja toda la prosa de Mesonero -no mala, ni mucho menos- corno paralizada, est¨¢tica, vac¨ªa, intemporal, inactual, ininteresante.
Claro que no se sabe bien si Mesonero hace su ¨¦poca o la ¨¦poca le hace a ¨¦l. Esto nos pasa siempre con todo escritor influyente en el medio (o influido)
Mesonero, como la zarzuela y otras variantes literarias y art¨ªsticas que he citado, est¨¢, porque as¨ª lo siente, al servicio de una burgues¨ªa que, sin haber le¨ªdo a Lelbniz, quiere perpetuarse en "el mejor de los mundos posibles". Un mundo de pobres felices, arrieros malhablados, pero honestos; criadas sisonas,'pero vivarachas; marquesas envanecidas, m¨¢s generosas; criados pillos, pero fieles.
Lo que m¨¢s preocupa a toda la burgues¨ªa del siglo XIX, frente al galernazo rom¨¢ntico (que con frecuencia asume, integra o desintegra) es perpetuarse, permanecer, persuadirse a s¨ª misma de que siempre ha sido as¨ª, de que los astros han llevado el chaleco con pintas de don Ram¨®n de Mesonero desde que Dios hizo la luz. Porque la luz la hizo Dios. Entre el realismo cr¨ªtico de Gald¨®s y el romanticismo revolucionario de Larra, est¨¢ el naturalismo aplaciente de Mesonero, que quiere consagrar la ruta del mielero alcarre?o como la de un astro en su ¨®rbita. La Mariblanca, que hoy est¨¢ en Recoletos -moza de percal de piedra- y entonces estaba en Sol, echando agua, era la Venus usadera, menestral, cotidiana, peque?o burguesa de una sociedad que quer¨ªa parar la historia, como Hegel, por la otra punta, quiere pararla tambi¨¦n, para que no le estropee el sistema. Mesonero es ininteresante porque pinta la creencia sin la idea, la costumbre sin la historia, Madrid con lo popular, pero sin el pueblo. Hoy, Mesonero se queda en documental, y eso ya est¨¢ bien. Su chaleco es el paisaje breve de un Madrid en el que ya se levantan Espronceda y Larra. Mesonero hizo mejoras como concejal. Hoy se las agradecemos m¨¢s que los art¨ªculos.
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