Sacerdotes casados
Se dan opiniones timoratas, m¨¢s o menos frecuentes, de que ciertos temas no deb¨ªan afrontarse ni se deb¨ªan difundir. No es solamente un error, dicen, sino tambi¨¦n un da?o, el airear el problema de los sacerdotes secularizados, porque se puede confundir, desanimar, desorientar o sembrar confusi¨®n e incertidumbre a los j¨®venes que se encaminan al sacerdocio, se amarga a much¨ªsimos sacerdotes que est¨¢n firmes en su testimonio de fidelidad a los compromisos asumidos. Porque existe el peligro de empujar incautamente a alg¨²n sacerdote o religioso a dar pasos en falso que a veces es dif¨ªcil y doloroso retroceder.Pues bien, debemos responder que no s¨®lo es ¨²til y oportuno, sino necesario, y no solamente por nosotros. Por un lado, no hacemos m¨¢s que constatar los hechos que ah¨ª est¨¢n y gritan en cualquier parte de la Iglesia. Es la misma conversaci¨®n, el mismo comentario que hacen las familias y comunidades cuando un joven decide hacerse sacerdote o cuando un sacerdote abandona. Por otro lado, la problem¨¢tica creada se estudia desde el punto de vista hist¨®rico, desde sus primeros inicios hasta su posterior evoluci¨®n. Despu¨¦s, en el d¨ªa de hoy no debemos hacer punto, todo lo contrario que definitivo, pero ya rico en ense?anzas.
?Se puede considerar esto oportuno en privado e inconveniente en p¨²blico desde el momento que interesa a todos? ?Por qu¨¦ dejar a otros la iniciativa de publicar lo que tenemos en nuestra casa, casi como un tab¨² intocable, si otros lo van a decir de un modo escandaloso? ?No es mejor hacerlo, por el contrario, con serena objetividad? Me parece superfluo a?adir que no se trata de lanzar ataques directos o encubiertos a la disciplina del celibato eclesi¨¢stico, ni de condenar a nadie, ni mucho menos dar a entender que el matrimonio de los sacerdotes es el curalotodo de los males de la Iglesia de hoy. Los que as¨ª opinan, en su reflexi¨®n, reconocen que en este terreno -bien distinto del de la fe- el di¨¢logo, la reflexi¨®n, el examen no son simplemente consentidos, permitidos, leg¨ªtimos, sino que pertenecen a nuestra personalidad y funciones de bautizados. Pertenecer a la Iglesia incluye tambi¨¦n la alegr¨ªa de pertenecer a algo que es todo lo contrario de una sociedad secreta; podemos mantener la cara descubierta, con las ventanas abiertas, expresar nuestras convicciones y nuestra fe, sin que escondamos u ocultemos los problemas, las tensiones, las plagas que afligen a la Iglesia.
De estas pruebas dolorosas la Iglesia aprende, surgen experiencias inesperadas, se descubren errores en la preparaci¨®n de los sacerdotes, se adivinan nuevos caminos. La finalidad de todo es hacer circular ense?anzas y experiencias no s¨®lo en el ¨¢mbito restringido de los especialistas, que ya lo conocen, sino entre el gran p¨²blico que debe conocerlo.
Por ello debemos ver, escuchar, controlar, y en esto no debemos desechar colaboraci¨®n alguna. La primera, la de muchos sacerdotes secularizados en los que se advierte, en la mayor¨ªa de ellos, algo que es todo lo contrario de considerarse v¨ªctimas del rechazo o de un s¨®rdido esp¨ªritu de clase o categor¨ªa. La Iglesia no ignora el problema, ni los abandona y los tiene en su pensamiento. Y esto es una buena noticia, dar a conocer, revelar esta situaci¨®n a un p¨²blico que, con respecto a los sacerdotes s ecularizados, no ha recibido hasta ahora, casi siempre, nada m¨¢s que dosis masivas de superficialidad tendenciosa.
Estas cosas es necesario decirlas, discutirlas. Facilitar¨¢ nuestro prop¨®sito. Los mismos se?ores obispos hablan con toda franqueza y simplemente dicen y reconocen no ser competentes, individualmente, se entiende, para dar soluci¨®n alguna a tan doloroso e inquietante problema.
?Por qu¨¦ no hablar de ello pues? Siempre ser¨¢ mejor para todos publicar y comentar como se debe un asunto de tal importancia. Con serena objetividad, sin reticencias, sin morbosidad, con la comprensi¨®n y mesura que debe tenerse con hermanos que, ?ojal¨¢ nos equivoquemos!, han dado un paso a veces muy doloroso. Y para terminar, estas reflexiones: seg¨²n Pablo VI en su Enc¨ªclica Evangelii nunciandi.- "La Iglesia tiene su raz¨®n de ser s¨®lo y exclusivamente por y para la evangelizaci¨®n". Esta sangr¨ªa y ya hemorragia de p¨¦rdida de fuerzas evang¨¦licas ?no es un lujo desorbitado y un alto precio que se paga sacrificando el fin a un medio (celibato) por empe?arse en imponer a los sacerdotes cat¨®licos el estado de solter¨ªa?.
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