Una burgues¨ªa antiandalucista
Andaluc¨ªa, m¨¢s que cualquier otra de las regiones espa?olas de nominadas subdesarrolladas, pobres, atrasadas, etc¨¦tera, brinda el m¨¢s ajustado marco para analizar las verdaderas causas que han posibilitado -y siguen posibilitando pese al Estado de las Autonom¨ªas y la ley de Compensaci¨®n Interterritorial- la existencia de unas regiones y/o nacionalidades ricas, pujantes, desarrolladas e industrializadas y de, otras pobres y deprimidas, s¨®lo agr¨ªcolas o s¨®lo productoras de materias primas y elaerg¨ªa, y hasta ¨¦pocas recientes, exportadoras de mano de obra barata.
Andaluc¨ªa nos brinda la mejor oportunidad para efectuar un examen de la, interdependencia de las regiones espa?olas por cuanto posee mucha mayor riqueza natural (por su clima, agricultura, Miner¨ªa, ,etc¨¦tera) que las regiones y/o nacionalidades que hoy detentan y copan en Espa?a los primeros puestos del bienestar y el desarrollo (dentro del general estado de crisis). En Andaluc¨ªa cae por su propio peso, por su, realidad material, por su f¨¢cil constataci¨®n pr¨¢ctica y palpable el interesado mito de que hay regiones o nacionalidades con vocaci¨®n industrial, con vocaci¨®n comercial-, con mentalidad empresarial emprendedora (y que s¨®lo a todo ello deben su pujanza), mientras que las regiones deprimidas lo son (casi exclusivamente) porque carecen de esas vocaciones naturales, porque sus condiciones geogr¨¢ficas son desfavorables. Porque -en suma- tienen vocaci¨®n de pobres. Esta tesis, m¨¢s o menos expl¨ªcita, expuesta con mayor o menor claridad o cinismo o con medias palabras, ha sido manida y resobada, sin acertar a encubrir un sustrato profundamente racista, a la vez que la ego¨ªsta reserva a ultranza, tanto de unos privilegios econ¨®micos como de un status social (y regional-nacional).Pero ni existen tales vocaciones (por tradici¨®n-vocaci¨®n, entonces el pueblo vasco tendr¨ªa que seguir siendo, como hasta hace unos 125 a?os, un universo casi pastoril y rural) ni el logro del bienestar alcanzado en ciertas ¨¢reas de la naci¨®n se debe a que sus naturales detenten cualidades especiales. Basta recurrir a dos fuentes: la historia y la econom¨ªa, para echar abajo el tinglado de los hechos diferenciales cuando ¨¦stos no se basan en distintas culturas, lenguas, usos y costumbres, sino que se pretenden asentar en "vocaciones naturales o piodisposiciones industriales, comerciales" y en cr¨ªpticos argumentos de predisposiciones naturales-intelectuales de un pueblo para erigirse en hegem¨®nico, en detentador de -una serie de virtudes y especificidades que lo abocan -de una forma innata y natural- a lograr el ¨¦xito, el desarrollo, la mayor pujanza econ¨®mica.
Como dec¨ªa el poeta sevillano Antonio Machado: "A nadie le es dado aventajarse a otros, pues a -todos hay quien gana, en circunstancias de lugar y de tiempo. Nadie es m¨¢s que nadie, porque en cualquier circunstancia, en ning¨²n sitio, por mucho que valga un ,hombre, nunca tendr¨¢ m¨¢s alto valor que el valor de un hombre".
Diferencias de estructura
La diferencia b¨¢sica entre lo que ocurri¨® en lo que hoy es Euskadi, o Catalu?a, o Arag¨®n, etc¨¦tera, y lo que sucedi¨® del r¨ªo Tajo hacia el sur es que en los viejos territorios del norte, desde donde partieron las distintas reconquistas (que fueron varias y no una), la sociedad de esas distintas comunidades conserv¨® o desarrollo,- siguiendo sus leyes, usos y costumbres en las que, pese a enormes desigualdades propias de la ¨¦poca medieval, conf¨®rmaban en cualquier caso una comunidad, un mismo pueblo, y las relaciones, al fin y al cabo, estaban al menos presididas por esa cohesi¨®n y sujetas a normas.
Pero en las tierras conquistadas ,(que no reconquistadas) del Tajo hacia el sur, los conquistadores aplicaron con exactitud la ley del pueblo vencedor sobre el pueblo vencido. Y si no hubiera m¨¢s razones, ¨¦sta ser¨ªa la primera demostrativa de la "conquista" y no de la reconquista. La Corona (las distintas coronas de los distintos reinos peninsulares) no hab¨ªan osado (ni se les hab¨ªa ocurrido, por su puesto) enla reconquista de las tierras, que van hasta el Duero y entre el Duero y el Tajo (aunque es parte de estas tierras ya s¨ª) proceder al reparto de todas las tierras pueblos, villas, etc¨¦tera, entre la nobleza, las ¨®rdenes militares y la Iglesia. ?Por qu¨¦? Por lo dicho: esas eran tierras "reconquistadas". Tierras donde a¨²n permanec¨ªan sus correligionarios. y paisanos visigodos, sus parientes que no se hab¨ªan refugiado en el norte.
En parte sustancial de La Mancha, en Murcia, en Extremadura y en Andaluc¨ªa (as¨ª como en Canarias) se aplica por la Corona ¨ªd¨¦ntica pol¨ªtica que la dada para la descubierta Am¨¦rica. (No olvidemos que Canarias se acab¨® de colonizar cuando parte de Am¨¦rica ya era espa?ola). Es decir, se coloniza se g¨²n los usos medievales: se procede al despejo de la propiedad y los bienes de los conquistados y se re parten las tierras, los pueblos y a¨²n las personas bajo esos grandes se?or¨ªos aristocr¨¢ticos de la Iglesia y de las ¨®rdenes militares.
Una burgues¨ªa desnacionalizada:
La clase dominante en estos nuevos territorios no es la aut¨®ctona Los ind¨ªgenas son los despojados y desheredados por "justo derecho de conquista" (como rezan los documentos hist¨®ricos). Y no mejor fue la suerte de quienes, pobres en sus tierras norte?as, vinieron a las manchegas, extreme?as, andaluzas y canarias quiz¨¢ con el sue?o de que aqu¨ª se repartir¨ªan las tierras al viejo uso que se hiciera en Castilla la Vieja y Le¨®n. Pero estos repobladores corrieron la misma suerte que los vencidos y con ellos se confundieron -en cuerpo y alma- unos en la miseria. (Y a¨²n m¨¢s tarde los repobladores de Las Alpujarras granadinas o de la Sierra Morena y sus nuevas poblaciones, en tiempos ya de Carlos III, no corrieron mejor suerte.)
As¨ª pues, ¨¦sa es la gran diferencia de partida entre las clases dominantes catalana, vasca y a¨²n castellano-vieja (en una primera ¨¦poca) y la clase dominante en Extremadura, La Mancha, Canarias y Andaluc¨ªa. Y lo que explica de forma clara el porqu¨¦ cuando m¨¢s tarde se quiebra el antiguo r¨¦gimen y aparece la burgues¨ªa como clase revolucionaria, progresista, y los modos y m¨¦todos de producci¨®n se ajustan a los imperativos que va a marcar el neonato capitalismo, las burgues¨ªas extreme?as, andaluzas, etc¨¦tera, no llevan adelante proyectos nacional-regionalistas, t¨² tampoco se aplican a laborar en la direcci¨®n que marca la nueva econom¨ªa (capitalista): industria, comercio, servicios, etc¨¦tera. La burgues¨ªa andaluza (desnacionalizada) no se siente (restemos escasas minor¨ªas) parte del pueblo andaluz y su principal af¨¢n estriba en copiar, en igualarse lo m¨¢s posible con la aristocracia se?orial. Es decir, en ser poseedora de tierras.
La oportunidad se la brindan las desamortizaciones. Se desamortizan los bienes de la Iglesia y (lo que empobreci¨® m¨¢s al pueblo) los bienes comunales y de los Ayuntamientos. En esos a?os (1830 a 1840) es cuando el latifundio se ense?orea absolutamente de Andaluc¨ªa. Y junto a los de los grandes se?or¨ªos aparecen los de la nueva clase burguesa.
"La gran traici¨®n"
Este fue el momento de "la gran traici¨®n" de la burgues¨ªa andaluza. Porque ya exist¨ªa esa burgues¨ªa (de forma preferente en C¨¢diz, M¨¢laga y Sevilla) como fruto, en primer lugar, del comercio con las Indias, del que Andaluc¨ªa era puerta de entrada y de salida, que dio lugar a la acumulaci¨®n de un capital comercial que fue base d¨¦ un per¨ªodo de pujanza en el siglo XIX. A ello hay que unir que en esa misma ¨¦poca se inicia la colonizaci¨®n -extranjera (en especial inglesa). La p¨¦rdida de las colonias americanas ser¨¢ un grave obst¨¢culo, pero hay iniclos de industrializaci¨®n.
Como nos recuerda Isidoro Moreno, antr¨®p¨®logo social y doctor en filosof¨ªa y letras sevillano, "Andaluc¨ªa, dentro de la nueva divisi¨®n regional que comport¨® la consolidaci¨®n y desarrollo del capitalismo en Espa?a -que hoy sigue conservando-, de suministradora de productos naturales y mano de obra barata para posibilitar el desarrollo que avanzaba en la industrializaci¨®n, y de mercado de capitales y productos manufacturados provenientes de ¨¦stas. Andaluc¨ªa transfiere as¨ª a otras zonas de Espa?a la riqueza originada en ella, sin que revierta en su propio desarrollo, haciendo posible el desarrollo de otras regiones a costa de su propio y creciente subdesarrollo. Y todo ello -prosigue el profesor Moreno- no ha sido fruto de la fatalidad, del aislamiento o de los intereses exclusivos de gentes ajenas a nuestra regi¨®n. La principal responsabilidad por el inicio -y mantenimiento del subdesarrollo andaluz incumbe a la gran burgues¨ªa terrateniente andaluza.
?Por qu¨¦? Para Isidoro Moreno, como para otros estudiosos del tema, la respuesta es muy clara: A la burgues¨ªa andaluza le ha interesado siempre tener a la regi¨®n subdesarrollada para mantener la estructura en que basaba su poder y hacer posible la alianza estrat¨¦gica -que dura ya m¨¢s de un sigl¨®- con los otros tres grandes sectores (y a¨²n habr¨ªa que a?adir un cuarto, de los ¨²ltimos a?os, proveni¨¦nte de Valencia): Madrid, Euskadi y Catalu?a, y la ocupaci¨®n pol¨ªtica del aparato pol¨ªtico del Estado para explotar, tambi¨¦n conjuntamente, a todos los pueblos de Espa?a.
Sorprendentemente, todo esto ocurre en el siglo XIX, cuando la burgues¨ªa opta por zanjar la pujanza alcanzada en los terrenos industrial, comercial, etc¨¦tera. Y vende su ideal burgu¨¦s (entonces revolucionario) a cambio de conservar sus privilegios de clase, que cree amenazados por un sistema capitalista que genera proletarizaci¨®n, competencia y presiones sociales.
No se puede olvidar que, a mediados del siglo XIX, M¨¢laga es la segunda provincia industrial de Espa?a. La primera siderurgia que se crea en Espa?a es la de Marbella, en 1826, aprovechando el hierro de la sierra Blanca. Y, todav¨ªa en 1869, en El Pedroso (sierra norte de Sevilla) existen tres altos hornos que daban ocupaci¨®n a casi quinientos obreros. Y ah¨ª el destruido emporio andaluz de Pe?ayorra-Pueblonuevo. A mediados del siglo pasado, Sevilla ocupa el primer lugar nacional en producci¨®n de vidrio, loza, yeso y cal, y el cuarto en hierro, acero y maquinaria. C¨¢diz es la quinta en el sector qu¨ªmico y la s¨¦ptima en hierro y acero. M¨¢laga, la primera en jab¨®n y aguardientes, segunda en productos qu¨ªmicos y se alcanza gran apogeo en la industria textil, algodonera, etc¨¦tera. Junto a ello, las ideas liberales penetran fuertemente (Cortes de C¨¢diz, Blanco White). Hay unos a?os decisivos en que, junto a las ideas tradicionales, se?oriales, agrarias, entran en pugna los ideales liberales, burgueses, industriales y comerciales. Pero de esa pugna saldr¨¢ el gran fiasco: se produce la desamortizaci¨®n y la burgues¨ªa -de forma mayoritaria- elige la regresi¨®n en vez del progreso. Opta por imitar a la nobleza y hacerse, como ella, terrateniente.
Ello trae como inmediata consecuencia:
1. La proletarizaci¨®n de la poblaci¨®n agraria del campesinado, que, desamortizados los bienes comunales y de los ayuntamientos y perdida la posibilidad de trabajo en las tierras desamortizadas de la Iglesia, se ve arrojado a la condici¨®n de jornalero.
2. La ruralizaci¨®n de Andaluc¨ªa, que, durante los siglos XVI y XVII, ten¨ªa los m¨¢s altos ¨ªndices de poblaci¨®n urbana, como consecuencia de la conversi¨®n de la burgues¨ªa comercial en terrateniente y de la p¨¦rdida de las actividades industriales y comerciales.
3. La p¨¦rdida del equilibrio intersectorial (en el siglo XVIII Andaluc¨ªa pagaba un tercio del total de las rentas provinciales de Espa?a, y Catalu?a, s¨®lo la mitad de lo que Andaluc¨ªa). A principios del siglo XIX , Andaluc¨ªa genera un tercio del total de las rentas de Castilla y ocupa el primer puesto, por la cuant¨ªa del impuesto pagado, en los tres sectores productivos, correspondiendo al sector agr¨ªcola el 24,8% a la industria, el 36,7%, y a los servicios, el 36,9%. (No hab¨ªa entonces regi¨®n con mejor equilibrio intersectorial.)
"Este equilibrio intersectorial revela -dice el profesor Bernal- la compleja diversidad econ¨®mica, al tiempo que le colocaba en el primer puesto del ranking regional, tanto por rentas generadas como por impuestos pagados. Durante el primer tercio del XIX queda desarbolado el comercio internacional, en la doble vertiente atl¨¢ntica, europea y americana, y con ¨¦l el hundimiento de C¨¢diz, sin que fuese suficiente sustituto el florecer tard¨ªo del comercio malague?o y el auge creciente de las exportaciones jerezanas. La aton¨ªa gremial entra en descomposici¨®n total en las mismas fechas, sin que se vislumbre un proceso de reconversi¨®n industrial acorde con las nuevas tecnolog¨ªas y criterios productivos; las seder¨ªas granadinas y sevillanas, las manufacturas cordobesas, malague?as, sevillanas quedaron como actividades residuales, sin importancia productiva ni peso econ¨®mico; el resto de los subsectores del secundario fueron incapaces de afrontar las exigencias de transformaci¨®n impuestas -por el cambio ni se crean actividades nuevas y el madrugar sider¨²rgico malague?o -cuyo antecedente m¨¢s lejano hay que situarlo en 1735, con la creaci¨®n de la f¨¢brica de hojalata en el despoblado de Moncl¨®n, m¨¢s tarde San Miguel de M¨¢laga- fue tan singular como efimero. Tan s¨®lo las extracciones mineras de las provincias de Ja¨¦n, Almer¨ªa, Huelva y C¨®rdoba conocieron una expansi¨®n creciente, al tiempo de asentar en la regi¨®n unos islotes de colonialismos externos, por cuanto capitales, explotaci¨®n y beneficios pertenecieron a compa?¨ªas extranjeras: Andaluc¨ªa pon¨ªa el subsuelo y la mano de obra. Del primer puesto en la clasificaci¨®n regional espa?ol a mitad del siglo XVIII, se pas¨®, a partir de 1870, aproximadamente, a ser una de las ¨¢reas m¨¢s deprimidas y subdesarrolladas, como consecuencia de un proceso de involuci¨®n econ¨®mica altamente regresivo".
?En qu¨¦ consilte ese proceso altamente regresivo?: en que las clases se?oriales y la burgues¨ªa se olvidan de industria, comercio y servicios, y emplea todos sus bienes en acumular tierra y en ruralizar (feudaliz¨¢ndola) toda la sociedad.
En la segunda mitad del siglo XIX nos encontramos en presencia de una regi¨®n fuertemente ruralizada, perdiendo la impronta urbana que tuviera; incluso ciudades como Sevilla no escapan a esadegradaci¨®n morfol¨®gica y estructural, en donde una feria, que fue concebida como s¨ªmbolo de las actividades urbanas por excelencia -la comercial- se transforma, en breve plazo, en s¨ªmbolo de la clase agraria dominante, sustituyendo proyectos e ilusiones comerciales por caballos y se?oritos enjaezados a la andaluza. La burgues¨ªa comercial, que hasta entonces no lo hubiera hecho, aprovech¨® la ocasi¨®n desamortizadora para reconvertirse en terrateniente y, una vez m¨¢s, el islote mercantil malague?o qued¨® como prueba testimonial, sin grandes posibilidades de futuro.
Nacen los 'se?oritos'
Cuando Ford visita la regi¨®n por segunda vez percibe con nitidez la mutaci¨®n sufrida, no s¨®lo en la morfolog¨ªa de las ciudades de anta?o, convertidas en poblachones, sino tambi¨¦n en las que pasaban por las elites y oligarqu¨ªas dominantes de las ciudades, a las que describe como "dechado de incultura y vulgaridad, t¨ªpica sociedad de labradores ricos-nuevos, los se?oritos".
4. Andaluc¨ªa nunca fue tradicionalmente emigrante. La emigraci¨®n tiene su origen en todas las causas antedichas. Al rev¨¦s, Andaluc¨ªa fue tierra de inmigrantes. Ni aun en la ¨¦poca de emigraci¨®n a Am¨¦rica el contingente de andaluces se aproximaba, ni de lejos, al de asturianos, vascos, gallegos, canarios, etc¨¦tera.
Fue la burgues¨ªa terrateniente la culpable de las oleadas de emigrantes.
"Mi hip¨®tesis", dice Bernal, les que por el desproporcionado crecimiento que la gran propiedad adquiri¨® en el siglo XIX, no fue posible la modernizaci¨®n; mejor dicho, no interes¨® acometerla a quienes pod¨ªan hacerlo. Ante un mercado de trabajo con abundante mano de obra disponible y p¨¦simamente pagada, ?qu¨¦ beneficio podr¨ªa reportarle la modernizaci¨®n? Era m¨¢s rentable la inversi¨®n de los excedentes l¨ªquidos en comprar m¨¢s tierra, ofrecida barata y en excelentes condiciones de pago, que cualquier tipo de inversi¨®n de capital destinada a tranformar las explotaciones agr¨ªcolas; si lo que se pretend¨ªa era un incremento de la producci¨®n y participar en la buena coyuntura alcista de la ¨¦poca, ¨¦sta se pod¨ªa conseguir ampliando las fincas cultivables. En su momento, los terratenientes andaluces optaron por la decisi¨®n econ¨®micamente m¨¢s rentable para sus propios intereses econ¨®micos de clase a costa de mantener un forzado estancamiento econ¨®mico y social, del campesinado, gracias a la concurrencia y apoyo prestados por el poder pol¨ªtico constituido, que puso a su servicio, cre¨¢ndolas expresamente para ellos, a unas fuerzas de orden p¨²blico".
"Y en esta situaci¨®n", se?ala el historiador andaluz Juan Antonio Lacomba, "entramos en el presente siglo. Pobreza campesina y agitaciones sociales (fruto de la desesperaci¨®n del jornalero y del peque?o propietario). Con caciquismos y dominaci¨®n externa, depresi¨®n econ¨®mica y colonialismo exterior e interior. Resultado final: la tensi¨®n y la crisis end¨¦mica del pueblo andaluz".
Pero el pueblo andaluz no ha hecho otra cosa desde la desamortizaci¨®n a nuestros d¨ªas que prenderse en armas, en sublevaciones, en motines , en protestas. "Ha sido rica", dice Jos¨¦ Aumente, "en todos estos m¨¦todos. Todo se ha ensayado, y hasta ahora todo ha fracasado".
Su lucha ha sido siempre contra su condici¨®n de sociedad dependiente. Dependiente, en primer lugar, de las oligarqu¨ªas que la parasitan, ¨²nicas responsables de lo que el economista Jos¨¦ Luis Sampedro denomina el "desarrollo regresivo o la evoluci¨®n regresiva'!. La burgues¨ªa andaluza opt¨® por la dependencia de la regi¨®n (y de sus naturales) en el despertar o nacer del capitalismo en Espa?a, poniendo a salvo no s¨®lo su bienestar y privilegios de clase, sino tambi¨¦n su papel protagonista y directivo a nivel de la pol¨ªtica centralista, estatal. "Nada, pues", dice Isidoro Moreno, "de dependencia respecto a las burgues¨ªas no andaluzas. Su continuo papel en la historia de Espa?a ha sido enormemente reaccionario, pero no de comparsa, sino de protagonista. Bastar¨ªa recordar su directa intervenci¨®n en la restauraci¨®n canovista, el mantenimiento del sistema de caciquismo pol¨ªtico entonces imperante, la liquidaci¨®n de los avances obtenidos por la revoluci¨®n de 1868 y por la I Rep¨²blica, su apoyo a la dictadura (del jerezano) Primo de Rivera, su oposici¨®n a la 11 Rep¨²blica, sus continuas conspiraciones contra la legalidad republicana de 1931-1936 y su decidido apoyo a la sublevaci¨®n del 18 de julio. O la larga n¨®mina de ministros que durante el ¨²ltimo siglo han representado directamente en el Gobierno los intereses de los grandes terratenientes andaluces".
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