Lecciones de la batalla
No ha sido f¨¢cil convencer a muchos dirigentes pol¨ªticos en Espa?a de qui¨¦n tiene raz¨®n en el conflicto de las Malvinas. Se han entrecruzado sentimientos pol¨ªtico-ideol¨®gicos con razones de fondo y el resultado fue una actitud ambig¨¹a, al comienzo del conflicto, unida a una postura incomprensible, que la inmensa mayor¨ªa de espa?oles no entend¨ªan, basada en el cruzarse de brazos en la espera. Las fuerzas pol¨ªticas espa?olas, salvo el comit¨¦ ejecutivo de Alianza Popular, observaron, presas de graves contradicciones, el tr¨¢gico desarrollo de los acontecimientos. En Torremolinos, el 18 de abril tuve ocasi¨®n de defender una postura que adoptamos un¨¢nimemente en mi partido y que se concretaba en la solidaridad con el pueblo argentino y con todos los pa¨ªses v¨ªctimas del colonialismo.Desde entonces, ha pasado casi un mes y los hechos han venido a darnos la raz¨®n. Ahora, casi todos est¨¢n de acuerdo en que, sin dar por buena la utilizaci¨®n de la fuerza a la que recurri¨® Argentina, el conflicto no puede resolverse m¨¢s que con la recuperaci¨®n de la integridad territorial del gran pa¨ªs hermano. Esto debe hacerse por medios pac¨ªficos mediante la negociaci¨®n, siguiendo las pautas de las propias Naciones Unidas, que muchas veces han dicho, como en el caso de Gibraltar, que ha terminado ya para siempre la era de los colonialismos.
En los pr¨®ximos d¨ªas continuaremos con nuestros esfuerzos que ahora encuentran mejor audiencia en los principales partidos pol¨ªticos espa?oles para lograr esa solidaridad sobre la cual debe basarse toda la pol¨ªtica latinoamericana de Espa?a. Lo importante es disociar las filias pol¨ªtico-ideol¨®gicas y doctrinarias de las razones de fondo de la descolonizaci¨®n y de las responsabilidades hist¨®ricas que en esa ¨¢rea tiene y seguir¨¢ teniendo Espa?a.
La raya democr¨¢tica
El conflicto no debe verse como una contraposici¨®n entre fascismo dictatorial y democracia human¨ªstica; tampoco es cierto que Inglaterra se oponga a devolver las Malvinas porque el actual r¨¦gimen argentino no emana de unas elecciones libremente celebradas en el noble pueblo hermano. Ante todo, hay que se?alar que ese pueblo se ha unido como nunca en una causa nacional como es la de la recuperaci¨®n de la soberan¨ªa y que todos, hasta los montoneros, apoyan el Gobierno militar en este punto.
En consecuencia, la contraposici¨®n no es entre militarismo y democracia, sino entre colonialismo y soberan¨ªa nacional. Teniendo esto en cuenta, hay que procurar evitar que los sentimientos se impongan a la raz¨®n en otros muchos pueblos del amplio mundo latinoamericano y que en algunos pa¨ªses la opini¨®n se divida entre proargentinos y contraargentinos, bas¨¢ndose ¨²nicamente en la l¨ªnea divisoria de la fe democr¨¢tica, lo que obligar¨ªa al error hist¨®rico de condenar como herejes antidem¨®cratas a muchos millones de espa?oles y latinoamericanos allende los mares con los que Espa?a tiene que mantener una intensa relaci¨®n.
El conflicto de las Malvinas es tambi¨¦n una prueba de la fragilidad de los instrumentos de paz y de la falta de mecanismos institucionalizados capaces de quitar el detonante b¨¦lico de una crisis en el Atl¨¢ntico sur. Precisamente para evitar todo conflicto en el Atl¨¢ntico Norte se cre¨® una organizaci¨®n, la OTAN, que con sus imperfecciones y deficiencias ha logrado mantener a Europa alejada de situaciones cr¨ªticas desde la segunda guerra mundial. Nada hay qu¨ªmicamente puro y las tensiones tambi¨¦n afloran amenazadoras en el ¨¢rea que cubre la OTAN, como, por ejemplo, el enfrentamiento entre Grecia y Turqu¨ªa por Chipre y por el deseo griego de convertir el Ejeo en un lago heleno, pero nunca se lleg¨® a una guerra naval con un derramamiento de sangre y p¨¦rdida de grandes nav¨ªos como en las Malvinas.
Tambi¨¦n aqu¨ª hace tiempo que unos cuantos venimos diciendo que para prevenir acciones muy graves que podr¨ªan surgir igualmente en las inmediaciones de la costa africana, donde ya vimos hace poco una incre¨ªble guerra aerotransportada en Angola, convendr¨ªa extender al Atl¨¢ntico sur un sistema de seguridad institucionalizado. Por eso tambi¨¦n me parece especialmente grave que tiremos piedras contra nuestro propio tejado y que algunos diputados que votaron a favor de la entrada de Espa?a en la Alianza Atl¨¢ntica, se precipita ahora a decir que de lo dicho no hay nada.
Otra lecci¨®n se debe aprender tambi¨¦n de lo que sucede en las Malvinas, y es que las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas no deben tener miedo a reconocer la raz¨®n de un pueblo apoy¨¢ndole frente a la fuerza imperialista de los que todav¨ªa sue?an con un trasnochado colonialismo. Los pa¨ªses latinoamericanos, en la reuni¨®n de la OEA de finales de Abril, dijeron, lo mismo que las instancias internacionales hab¨ªan dicho de Gibraltar cuando Espa?a no ten¨ªa democracia, que la Rep¨²blica Argentina tiene inobjetable derecho a la soberan¨ªa sobre las islas Malvinas y que la solidaridad interamericana contribuye a ese objetivo de recuperaci¨®n de la integridad territorial. Con ese ¨¢nimo vamos a seguir reuni¨¦ndonos los partidos pol¨ªticos para ver de llegar a un acuerdo no s¨®lo de simpat¨ªa, sino de solidaridad con Argentina. Mucho se ha andado ya, en todo caso, desde la fr¨ªa reacci¨®n abstencionista de Espa?a en las Naciones Unidas, hasta la posici¨®n que parece mayoritaria en el momento actual
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