Calderero, sastre, soldado, esp¨ªa
M¨¦dico, abogado, economista, ingeniero, eran las profesiones que so?aban para sus hijos los padres de la posguerra. Tres casos ilustran c¨®mo hoy son, para muchos, un camino hacia el subempleo
Las entrevistas se suceden como exactas repeticiones de un mismo rito. El primer gesto pudoroso de quien no se siente protagonista de ninguna historia que contenga ingredientes particulares, el exacto intento de justificaci¨®n con el interlocutor porqu¨¦ la biograf¨ªa no est¨¢ repleta de gestos notables. Y el asombro final ante la evidencia de que se trata de una bonita narraci¨®n. Pasan los tres protagonistas del inicial "Pero si lo m¨ªo no tiene nada de particular" al gesto modesto de quien ha o¨ªdo su propia historia completa, por primera vez, y se apercibe de que hay casi una novela detr¨¢s de todo lo que ha contado.-Adem¨¢s- dice Santiago Grai?o, ingeniero de Minas, ge¨®logo, 35 a?os de edad-, cuando la gente como nosotros est¨¢ en situaci¨®n de desempleo o subempleo es menos grave de lo que parece. Hay un apoyo mayor del que tienen, por ejemplo los jornaleros en Andaluc¨ªa. Somos casi parados de lujo. Seguimos yendo al cine o tomando caf¨¦. Eso s¨ª, cada d¨ªa debes m¨¢s dinero y te vas sintiendo frustrado porque el horizonte se cierra progresivamente. Lo peor es cuando tienes que decidirte a coger cualquier cosa que no tenga que ver con tu profesi¨®n para poder comer.
Santiago Grai?o vino de Chile en 1973. All¨ª estuvo al cargo de dos empresas mineras del cobre. El Instituto Espa?ol de Emigraci¨®n le concedi¨® una beca de dos a?os para estudiar la viabilidad de empresas mineras de peque?o tama?o.
-Esa beca me salv¨®. As¨ª pude terminar Geol¨®gicas en la Complutense. Porque de la beca pude hacer muy poco. A nadie le interesaba en este pa¨ªs lo que yo quer¨ªa, as¨ª que me tuve que dedicar a otras cosas. Cuando se me acab¨® la beca, entr¨¦ a trabajar en Intecsa, una empresa de ingenier¨ªa que se contaba entre las mayores de Europa. Pero como la dedicaci¨®n fundamental de la empresa era el desarrollo de las autopistas y las autopistas se vieron muy afectadas por la crisis, redujeron plantilla. Me fui, despu¨¦s de dos a?os de trabajo, con una indemnizaci¨®n y sin cobrar el desempleo. All¨ª iba como puta por rastrojo. Hac¨ªa de todo, cosas que ten¨ªan siempre que ver con lo m¨ªo, pero cambiando mucho.
Un bar en Malasa?a
Santiago vio entonces la posibilidad de dedicarse a la universidad. Se r¨ªe ahora al recordar c¨®mo se las organiz¨® para readaptar su vida:
-Puse un bar con otros socios. Pues claro, d¨®nde iba a ser, en Malasa?a. Pretend¨ªa trabajar en el bar, vivir de ello y dedicar el resto del tiempo a la universidad. Pero me di cuenta muy pronto de que para llevar un bar hace falta dedicarse de lleno, que no se puede estar cuatro horas y marcharse hasta el d¨ªa siguiente, as¨ª que me retir¨¦ y comenc¨¦ a buscar trabajo en lo m¨ªo. Santiago es el hombre perfecto para hacer una entrevista literaria, de esas que ense?aban en la Escuela de Periodismo. Hace pausas al hablar y chupa, a ritmo lento, de una pipa que se apaga cada pocos minutos.
-Hab¨ªa que comer. Mi compa?era y yo ten¨ªamos un furg¨®n viejo que hab¨ªamos transformado para pasar las vacaciones de un lado para otro. Sacamos todos los trastos y lo vaciamos para dedicarnos a transportar lo que fuera. Pilar es periodista y tampoco ganaba lo suficiente. Nos pasamos casi un a?o acarreando muebles, haciendo mudanzas particulares, llevando materiales; una vez hasta fuimos a R¨ªo Tinto por encargo de una empresa. Era duro, aunque los primeros meses fue divertido, pero luego fue solamente duro. Adem¨¢s, ten¨ªa sus riesgos, porque est¨¢bamos fuera de la legalidad, metidos de lleno en eso que est¨¢ tan de moda de la econom¨ªa subterr¨¢nea. Otra vez hicimos incluso el empaquetado y transporte de Espamer, la feria esa del sello, ?sabes lo que te digo? En uno de los portes llev¨¢bamos escolta policial, nosotros que est¨¢bamos en la ilegalidad absoluta... As¨ª, hasta que nos sali¨® lo de la enciclopedia. Entre Pilar, mi padre que est¨¢ tambi¨¦n parado, y yo, redactamos casi todos los art¨ªculos sobre geograf¨ªa f¨ªsica de la Hachette-Castell. Hasta que se acab¨®.
Fue el ¨²ltimo trabajo. Pasaron los meses y ya no sali¨® nada m¨¢s.
-Bueno, perd¨®n, s¨ª sali¨®, pero tan mal pagado que no val¨ªa casi la pena si hab¨ªa otra opci¨®n. En julio del a?o pasado nos fuimos a Mozambique con unas condiciones de trabajo tentadoras. Profesionalmente, la experiencia fue muy positiva. Estaba al cargo de lo relacionado con la miner¨ªa del carb¨®n, en lo referido a la Geolog¨ªa. Pero, desde el punto de vista laboral fue una cat¨¢strofe. Pasaban cosas muy divertidas si las piensas ahora. Negoci¨¢bamos pr¨¦stamos de millones de d¨®lares al tiempo que no cobr¨¢bamos el sueldo. All¨ª hay una burocracia enorme y una desorganizaci¨®n no menor. No ten¨ªamos casa, ten¨ªamos que vivir en un hotel. Y a Pilar no le dieron trabajo, aunque lo hab¨ªan prometido. All¨ª, si no trabajas, te suicidas, porque no hay otra cosa que hacer, y Pilar se vino a Espa?a de nuevo. Yo segu¨ª unos meses m¨¢s, hasta que me hart¨¦. No s¨®lo no compensaba desde el punto de vista material, es que hab¨ªa un grave riesgo f¨ªsico. Los camiones que enviaba a las minas comenzaban a no llegar, luego pasaba lo mismo con los env¨ªos por ferrocarril. Yo iba a los sitios en avi¨®n, cuando pod¨ªa. Fue una experiencia muy interesante, pero cuando llevas unos meses, no puedes m¨¢s.
Santiago volvi¨® hace un mes. Desde entonces, se dedica a buscar trabajo de lo que sea. Ocupaci¨®n que alterna con el cambio de aparcamiento de un coche para que no se pase de la limitaci¨®n horaria impuesta por el Ayuntamiento. Cada hora y media ha de salir y ponerlo en otro lado, hasta que haya terminado de arreglar los papeles. Es el inconveniente de vivir en un piso prestado en un barrio sometido a la limitaci¨®n horaria:
-Pero compensa. Si no, no aguantar¨ªamos. Ahora estoy buscando lo que sea. Es posible que me vaya a M¨¦xico o Colombia. Puede que salgan cosas en esos sitios.
Dos por uno
Pedro Ram¨®n es m¨¦dico. Tiene veintisiete a?os y acab¨® la carrera hace ya cuatro. No muestra ning¨²n entusiasmo ante la llegada del fot¨®grafo. ("Si no hay m¨¢s remedio...".) Pero tampoco pone reparos para contar la propia historia. Explica, eso s¨ª, como obligado pre¨¢mbulo, que ser m¨¦dico ya no es lo que era, que se acab¨® aquello de la casta privilegiada, que no hay ya posibilidades de que el t¨ªtulo se convierta en un trampol¨ªn para acceder a una vida c¨®moda de perpetuo desahogo. Dice que en Madrid hay m¨¢s de 1.500 m¨¦dicos parados y que en toda Espa?a hay casi 20.000, que su historia no es nada especial, que ¨¦l, adem¨¢s, es un privilegiado, porque su mujer es tambi¨¦n m¨¦dico y que cuando uno no tiene trabajo, tiene el otro, y as¨ª van tirando.
-El primer trabajo que consegu¨ª s¨ª que tuvo gracia. Un mes y pico despu¨¦s de acabar la carrera consegu¨ª una suplencia en un ambulatorio del pueblo de Vallecas. Pero, al llegar, result¨® que la plaza la ten¨ªa ocupada otra compa?era. Ten¨ªa dos puestos a la vez, lo que es ilegal, con el mismo n¨²mero. Lo que hizo fue conseguir otro n¨²mero diferente y convertirse, por obra y gracia de la picaresca, en dos personas al mismo tiempo. As¨ª que, a los dos d¨ªas de llegar, se me acab¨® el empleo. Fue un buen comienzo.
El de la comisi¨®n de parados del Colegio de M¨¦dicos de Madrid que asiste a la entrevista se hace c¨®mplice y ambos se r¨ªen de la situaci¨®n ante la perplejidad del entrevistador. "?Te parece escandaloso? Pues no has o¨ªdo nada todav¨ªa. Esto es tambi¨¦n de lo m¨¢s normalito".
-As¨ª que -contin¨²a- me estuve sin trabajo hasta octubre, cuando me sali¨® otra suplencia como m¨¦dico de guardia en una cl¨ªnica privada. Trabajaba 42 horas semanales y me pagaban 20.000 pesetas al mes. Un mes despu¨¦s de conseguirlo, me tuve que ir a la mili hasta el verano del a?o siguiente.
El otro aprovecha la pausa y el inevitable recuerdo de los tiempos de servicio militar, plagados siempre de entra?ables an¨¦cdotas, para extraer del fondo de pulcras carpetas de pl¨¢stico prolijos informes sobre los 18.000 m¨¦dicos parados y la situaci¨®n privilegiada en que algunos se mantienen.
Es preciso interrumpirle, apelando al rigor de la conversaci¨®n, para conseguir que Pedro Ram¨®n contin¨²e con su historia. Con un cierto deje de rencor en los ojillos guarda los papeles y se pone a expurgar otros, dispuesto a volver a la carga en cualquier momento.
-Y al volver de la mili -consigue Pedro Ram¨®n tomar la palabra-, ya me llev¨¦ el primer anticipo. Estuve desde julio hasta septiembre entusiasmado con dos suplencias consecutivas del Seguro en Orcasitas y el barrio del Ni?o Jes¨²s. En una me pagaron 65.000, y en la otra, 50.000 pesetas. Pero se acab¨® el verano y no volv¨ª a conseguir nada hasta julio del siguiente a?o. Diez meses sin dar un palo al agua. Era desesperante.
-Eso, a lo mejor, es porque no te anduviste listo. Porque yo he tenido algunos empleos de lo m¨¢s estupendos. Como el de la casa de socorro de General Ricardos. El titular de la plaza se la dejaba a un segundo y se quedaba con una parte del sueldo. Este, a su vez, a un tercero. Yo era el cuarto de la lista, y no s¨¦ ni c¨®mo se llamaba el primero. Cada uno se iba quedando con una porci¨®n del sueldo, y a m¨ª me llegaba una miseria por hacer todo el trabajo. Eso s¨ª que era un comercio bien montado. El Colegio nunca se ha dignado investigar esas cosas en serio.
El doctor Ram¨®n experimenta un ataque de humildad ante la exposici¨®n de su compa?ero:
-?Lo ves? Si mi historia no tiene importancia. Coge a otro que te pueda dar datos m¨¢s llamativos. Bueno, vale, contin¨²o; pero no s¨¦ por qu¨¦ te parece tan interesante: en julio de 1980 volv¨ª a animarme. Parec¨ªa que las cosas se arreglaban. Durante el verano encontr¨¦ trabajo de sobra. Dos suplencias del Seguro en los mismos ambulatorios que el a?o anterior y una suplencia en una cl¨ªnica privada que hab¨ªa en la avenida de la Ciudad de Barcelona. Cada trabajo, un mes. Por el ¨²ltimo me pagaban 80.000 pesetas. Mes y medio de trabajo por una consulta y avisos de urgencia. Era un empleo c¨®modo, aunque carec¨ªa de inter¨¦s profesional. En tres meses hab¨ªa ganado unas 200.000 pesetas y me parec¨ªa nadar en oro.
-?Ja! En oro.
La voz del de la comisi¨®n de parados suena ahora con especial impertinencia:
-Este -dice refiri¨¦ndose a Pedro- no sabe lo que es nadar en oro. Te voy a ense?ar lo que se puede hacer en esta profesi¨®n. Mira, aqu¨ª lo tengo. Podr¨ªas hacer un reportaje de denuncia. Mira este cuadro. ?Que no quieres ning¨²n cuadro? Bueno, bueno, no te pongas as¨ª. De acuerdo, yo te ir¨¦ dando los datos que te valgan. Pero el caso de ¨¦ste no tiene tanto inter¨¦s, dicho sea con todos los respetos. ?Inter¨¦s cotidiano? Si t¨² lo dices...
Hace una nueva pausa, que aprovecha el doctor Ram¨®n para continuar su historia:
-Por d¨®nde iba. Ah, s¨ª. Luego estuve otra vez en paro hasta enero de 1981. Estuve un mes con una nueva suplencia del Seguro. Y en febrero encontr¨¦ un trabajo de 20.000 pesetas al mes en una cl¨ªnica de adelgazamiento. Me encargaba de hacer los reconocimientos a los que acud¨ªan a la consulta. Trabajaba una hora por las tardes, y la ma?ana de los s¨¢bados, entera. En marzo encontr¨¦ otra cosa en la Telef¨®nica. All¨ª estaba tres horas diarias como segundo ayudante de Traumatolog¨ªa. Me pagaban otras 20.000. O sea que me plantaba en las 40.000 pesetas mensuales con dos trabajos, lo que no me llegaba para nada. Otras veces me ha ido mejor. Por ejemplo, mi ¨²ltimo empleo s¨ª que estaba bien. Tuve una suplencia en una casa de socorro desde julio hasta diciembre y me pagaban unas 90.000 limpias. Como Pilar, mi mujer, consigui¨® otra suplencia al tiempo, nos pon¨ªamos en casi las 200.000.
-?Y cu¨¢nto te dur¨®? Seis meses. ?Y qu¨¦ haces ahora? Est¨¢s en paro. Te est¨¢s comiendo malamente los ahorros. Llevas otra vez cuatro meses parado, as¨ª que no te des aires. Mira lo que es ganar dinero.
El de la comisi¨®n abre de nuevo una de las carpetas y extrae prodigiosas listas de m¨¦dicos pulcramente redactadas, plagadas de l¨ªneas verticales y horizontales que encajonan cada nombre en un sin fin de guarismos y de contracciones nominales. Y no puede ocultar su decepci¨®n al verse otra vez rechazado. El entrevistado aprovecha el moment¨¢neo desaliento de su compa?ero para concluir:
-Lo peor de todo es que no puedes ejercer con seriedad. No aprendes nada yendo de un lado para otro. Eso cuando tienes d¨®nde ir. Y t¨², d¨¦jate de cuadros y m¨¢s cuadros.
Opositor pertinaz
Carlos P¨¦rez es el benjam¨ªn del muestreo. Tiene veinticinco a?os y hace dos que termin¨® con buenas calificaciones la carrera de Econ¨®micas. En Carlos se da una caracter¨ªstica nueva: es un mutante. Jam¨¢s ha pensado que sea posible encontrar trabajo de economista.
-Lo m¨ªo son las oposiciones. Me he presentado a todo lo que sale en las convocatorias oficiales. Hombre, te exagero un poco cuando digo lo de que nunca he pensado ejercer de economista, pero es que prefiero no hacerme ilusiones para no darme la bofetada m¨¢s gorda.
Su especialidad son los ayuntamientos. Es como una m¨¢quina computadora. Aprieta un invisible bot¨®n de su memoria y se descubre un imaginario panel en el que se muestran ordenadamente los empleos a los que puede optar: bombero, polic¨ªa municipal, auxiliar administrativo, contable, sin descuidar por ello las ventas ambulantes, la colocaci¨®n de enciclopedias casa a casa.
-Estuve un tiempo vendiendo enciclopedias por las casas. Ten¨ªas que aprenderte de memoria un rollo en el que le explicabas al hipot¨¦tico comprador que no le ibas a vender nada. Era un rollo muy cient¨ªfico, muy a la americana. En un momento dado, te ten¨ªas que parar y hacer de forma casual una pregunta: "?Sabe usted qu¨¦ serpiente mat¨® a Cleopatra?" Los clientes te dec¨ªan, muy seguros, que un ¨¢spid, y entonces t¨² sonre¨ªas, abr¨ªas la p¨¢gina nosecuantos y le dec¨ªas: "Se equivoca: era una cobra egipcia. Cosas como ¨¦sta las podr¨¢ aprender en nuestra enciclopedia". Los t¨ªos se quedaban con un cabreo fino, porque se me notaba de lejos que estaba todo preparado para hacerles caer en la trampa. No coloqu¨¦ ni una; para eso hay que valer.
La decisi¨®n definitiva de abandonar las enciclopedias la tom¨¦ un d¨ªa en el que un cliente contest¨® correctamente a las dos preguntas incluidas en el texto memorizado. Luego result¨® que el cliente hab¨ªa sido vendedor de la misma casa y le confes¨® que ¨¦l tampoco hab¨ªa vendido nada en todo el tiempo que dedic¨® al oficio.
-Luego, me ech¨¦ a las oposiciones, con ocasionales trabajos intermedios, como lo del censo, que me tir¨¦ un mes y pico haciendo encuestas en un pueblo y al final me quedaron limpias poco m¨¢s de 10.000 pesetas. Una miseria. Pero ser licenciado universitario tiene sus l¨ªmites, muy marcados:
-Resulta que te vas a examinar para auxiliar administrativo y, todo el mundo escribe a m¨¢quina mejor que t¨². As¨ª que lo normal es que te carguen en la primera prueba. Present¨¦ tambi¨¦n los papeles para bombero. Pero en ¨¦sas me desanimaron.
Advertido de que todo corre por cuenta del entrevistador, se toma una modesta ca?a y gui?a el ojo al decir que "todo corre por cuenta de la empresa, ?eh?". Al poco, se le unen su novia y una pareja de j¨®venes. Rosa est¨¢ despedida de una empresa textil. Luis Juan, licenciado en Historia, trabaja como temporero en la molienda del aceite en Ubeda, mientras prepara oposiciones para secretario de ayuntamiento. Todos al un¨ªsono describen un horrendo panorama:
-Somos el lumpen, t¨ªo. La ¨²nica que tiene trabajo es ¨¦sta -y sef¨ªala a su novia.
-Te llamas Pilar, ?verdad?
-S¨ª. ?C¨®mo lo sabes?
Psh.
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