Fisuras en el sistema de partidos
Resulta comprensible que hechos pol¨ªticos de cierta envergadura pasen pr¨¢cticamente inadvertidos, atenazados como estamos con las noticias -cuanto m¨¢s inveros¨ªmiles, m¨¢s escalofriantes- que provienen del juicio militar. Pareciera como si tonos reserv¨¢semos el opinar para despu¨¦s de pronunciadas las sentencias, cuando, reestablecida la confianza en el orden constitucional, hayamos recobrado alg¨²n sosiego. Porque si los lanz¨¢semos a enjuiciar la situaci¨®n, ¨²nicamente a partir de las voces que resuenan en el Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, nadie dar¨ªa un adarme por el futuro mon¨¢rquico y democr¨¢tico de Espa?a.Nos hemos propuesto, creo que con buen criterio, no interferir con comentarios la vista, no vayan a servir de pretexto para alargarla indefinidamente o interrumpirla arbitrariamente, tanto da. Pero este comedimiento, y hasta asc¨¦tica abstenci¨®n, est¨¢ exigiendo un precio cada vez m¨¢s alto. Si se han de dejar sin ex¨¦gesis los acontecimientos que tienen aut¨¦ntica proyecci¨®n hist¨®rica, ?qu¨¦ sentido puede tener el hacer algunas apostillas sobre otros, indudablemente de mucha menor trascendencia y, como todos los dem¨¢s sucesos pol¨ªticos, dependientes del contenido de las sentencias y de los costos, en uno u otro sentido, que conlleve su ejecuci¨®n? En un pa¨ªs que no se distingu¨ªa por una especial afici¨®n a la reflexi¨®n pausada, estamos a punto de bloquear cualquier pensamiento, entretenidos con la cursi operaci¨®n de arrancar los p¨¦talos a la margarita: s¨ª, no; no, s¨ª.
Si el comentario pol¨ªtico no cumple su misi¨®n de orientar a la opini¨®n p¨²blica, ofreci¨¦ndola asideros para una reflexi¨®n propia y ponderada, el rumor, es decir, la confusi¨®n, domina la calle, a la vez que la indignaci¨®n no controlada desata las pasiones y enciende los ¨¢nimos. En estas ¨²ltimas semanas hemos vuelto a tomar conciencia de lo mucho que depende de una Prensa libre y razonable.
Como pienso que el acuerdo es prudente y no dudo que estamos a punto de ganar una importante batalla en la larga lucha por establecer la democracia en Espa?a, me parece oportuno llamar la atenci¨®n sobre un hecho, del que la Prensa ha informado m¨¢s que comentado, y que, sin embargo, parecer¨ªa en un r¨¦gimen de partidos de la m¨¢xima importancia: en el plazo de unas cuantas semanas hemos asistido a los congresos fundacionales del Partido de Acci¨®n Democr¨¢tica (PAD) y del Partido de los Comunistas de Catalu?a (PCC). El sistema de partidos en Espa?a dista mucho de estar consolidado.
Donde la democracia todav¨ªa cuelga de alfileres, nada est¨¢ realmente consolidado y el futuro puede depararnos, en este y en otros campos, bastantes sorpresas. En las democracias enraizadas y con solera, la fortaleza de los partidos establecidos es un s¨ªntoma m¨¢s de estabilidad, y pocos son los partidos que se fundan y muchos menos los que logran sobrevivir. La aparici¨®n de un partido constituye as¨ª un acontecimiento ins¨®lito, al que se le presta la debida atenci¨®n. Si cumple el requisito esencial de provenir de la sociedad, y no de ninguna divisi¨®n de los partidos ya existentes, el romper el monopolio que mantienen de hecho los partidos establecidos trae consigo un viento fresco muy de agradecer. Sea cual fuere el futuro de los verdes en Alemania Occidental, su sola presencia es de por s¨ª un elemento democratizador nada despreciable.
Si los partidos son "intrumento fundamental de participaci¨®n pol¨ªtica" y no cabe concebir una convivencia democr¨¢tica sin una alta disposici¨®n de la sociedad a organizarse y vertebrarse en asociaciones y partidos, qu¨¦ duda cabe que, en principio, habr¨ªa que saludar con alborozo que haya todav¨ªa ciudadanos listos a cargar con la ardua e ingratata tarea de fundar nuevos partidos, cuando en los existentes no encuentran los cauces adecuados para su expresi¨®n y participaci¨®n pol¨ªtica. La libertad se consolida ejerci¨¦ndola, y una que importa en Espa?a ejercer al m¨¢ximo es la de asociaci¨®n. Dicho entre par¨¦ntesis: en estos ¨²ltimos a?os, cu¨¢nto no habremos, echado de menos una asociaci¨®n por una universidad nueva, que integrase a gentes de todos los estamentos universitarios y de todos los grupos sociales, unidos en el mismo af¨¢n de conseguir una universidad de verdad.
En todo caso, resulta llamativo que hayan aparecido dos nuevos partidos, precisamente cuando la sociedad da muestras claras de aton¨ªa: se ha desmoronado el incipiente movimiento social de mediados de los setenta; han desaparecido, sin dejar rastro visible, los partidos de la izquierda extraparlamentaria; los partidos establecidos tienen que encajar fuertes p¨¦rdidas de militancia y los sindicatos no logran organizar una parte significativa de la clase obrera. Surgen dos partidos nuevos despu¨¦s de la borrasca del 23 de febrero, cuando importaba mantener a todo trance la estabilidad del sistema.
Vale la pena distinguir aquellos partidos que surgen de la sociedad, con una ideolog¨ªa y una base social propias, que hasta entonces no hab¨ªan logrado articularse pol¨ªticamente, de aquellos que provienen de la escisi¨®n de partidos ya existentes. Los partidos nacen por creaci¨®n o por segmentaci¨®n. Los primeros son expresi¨®n de una cierta vitalidad democr¨¢tica; los segundos, al brotar al margen de la sociedad, tan s¨®lo de la descomposici¨®n del sistema de partidos.
Como los dos partidos recientemente fundados no son m¨¢s que fragmentaciones de partidos ya existentes, de UCD y del PSUC, se explica que surjan, sea cual fuere el amodorramiento social, en un momento en que los sucesos del 23 de febrero han obligado a replantear no pocas cuestiones. En el partido del Gobierno no faltan los cuchicheos -pocos se atreven a decirlo en voz alta- que consideran que se hab¨ªa andado demasiado deprisa y que conviene acomodar la pol¨ªtica gubernamental a lo que se supone son las condiciones que imponen los poderes f¨¢cticos. Para lo que luego ha resultado una selecta minor¨ªa, en cambio, habr¨ªa que acelerar y profundizar las reformas para que la democracia fuese viable. En el partido comunista se atribuye el fracaso, bien a la falta de democrat¨ªzaci¨®n interna, bien a la desideologizaci¨®n y contemporizaci¨®n excesivas.
Tanto en el interior de UCD como del PCE se observa la misma tensi¨®n entre fuerzas de sentido opuesto. Para unos, la derechizaci¨®n de UCD, ni de lejos, llega a lo que exigir¨ªan las circunstancias, y se pasan al Grupo Parlamentario de Coalici¨®n Democr¨¢tica; para otros, esa derechizaci¨®n ha sobrepasado con creces los l¨ªmites de lo tolerable y. deciden organizar un nuevo partido de centro-izquierda, el PAD. La misma din¨¢mica en el interior del partido comunista: para unos, la democratizaci¨®n que propugna el eurocomunismo no habr¨ªa logrado depurar al partido de sus vicios burocr¨¢ticos, y los salidos o expulsados se hallan flotando a la b¨²squeda de la izquierda ideal o del acomodo personal. Para otros, como los comunistas catalanes, el eurocomunismo habr¨ªa acabado con las se?as de identidad -marxismoleninismo, prosovietismo-, a la vez que pactado descaradamente con la burgues¨ªa, y una vez expulsados no les habr¨ªa quedado otro remedio que organizar un partido propio, aut¨¦nticamente comunista.
?Qu¨¦ significan estas escisiones en la actual coyuntura pol¨ªtica? ?Qu¨¦ futuro tienen a medio y largo plazo? Por lo pronto, la opini¨®n p¨²blica, ya muy distanciada de lo que ocurre en la escena pol¨ªtica, asiste a la descomppsici¨®n interna del partido gobernante con una sensaci¨®n de desconcierto, preocupaci¨®n y hasta enojo. Incluso los cr¨ªticos m¨¢s ac¨¦rrimos de UCD no ignoran los riesgos que implicar¨ªa el desmoronamiento del partido gubernamental antes de las elecciones. Los secesionistas son conscientes de estos peligros al proponer una f¨®rmula de las m¨¢s singulares de la historia pol¨ªtica: fundan un nuevo partido, pero siguen apoyando al de origen en el Parlamento en las cuestiones fundamentales. F¨®rmula tan inaudita subraya simplemente lo que no se le escapa al menos avisado, lo inoportuno del paso dado.
Podr¨ªa discutirse largamente si existe un espacio pol¨ªtico entre UCD y PSOE que precise llenarse. Si argumentamos desde las ideolog¨ªas o las ambiciones personales" muchos son los espacios intersticiales todav¨ªa por cubrir. Si lo hacemos desde la sociedad espa?ola, tan incapaz de vertebrarse pol¨ªticamente, hasta la elemental diferenciaci¨®n de derecha e izquierda supera a no pocos espa?oles. La mayor¨ªa sabe que la derecha es el Gobierno -en Espa?a siempre manda la derecha- y el se?or Fraga; la izquierda, los socialistas. S¨®lo algunos ya m¨¢s enterados est¨¢n al corriente de que votar a los comunistas no significa votar a Mosc¨², aunque pueda significar desperdiciar el voto. Afinar m¨¢s ya es cuesti¨®n de sectores muy minoritarios.
La cultura pol¨ªtica de los espa?oles apenas admite sobrepasar el doblete derecha-izquierda, pero, dado los peligros que podr¨ªa conjurar semejante polarizaci¨®n, me parece prudente que la ley electoral haya configurado un sistema de cuatro partidos. Claro que, modific¨¢ndola en el sentido debido, podr¨ªamos tener un par de partidos m¨¢s representativos en el Parlamento, pero no alcanzo a ver ni la necesidad, ni las ventajas. Si a?adimos los partidos regionales (una especialidad muy espa?ola) a los cuatro partidos de ¨¢mbito nacional, ya es una buena cifra.
El PAD ha nacido de una escisi¨®n del partido del Gobierno, sin la menor originalidad ideol¨®gica -recoge el reformismo socialdem¨®crata que, en mayor o menor medida, orienta los programas de todos los partidosni la menor base social: se dirige, no es que surja, a un sector muy espec¨ªfico de las clases medias, profesionales y cuadros, que, excepto en las grandes concentraciones urbanas, es extraordinariamente d¨¦bil. Como no es creaci¨®n propia de un grupo social, dispuesto a sostenerlo con los mayores sacrificios, y los poderes econ¨®micos no pueden tener inter¨¦s alguno en debilitar a la derecha, de suyo ya dividida, no cabe esperar que cuente con demasiados apoyos financieros. Y no se diga que sin dinero nada se puede hacer en pol¨ªtica: de poco servir¨ªan entonces las libertades p¨²blicas. Los verdaderos movimientos sociales -en nuestros d¨ªas, la alternativa ecologista- han logrado en Europa ¨¦xitos considerables; el pr¨®ximo ser¨¢ Pasa a la p¨¢gina 12 Viene de la p¨¢gina 11 en Suecia, sin apenas recursos econ¨®micos.
Un nuevo partido, cuando es expresi¨®n real de un movimiento social, logra imponerse, aun sin mucho dinero. Un partido socialmente artificial, por mucho que se justifique en la l¨®gica de los pol¨ªticos, tiene que contar con una muy buena financiaci¨®n, y aun as¨ª sus probabilidades de ¨¦xito son escasas.
El PAD no es, por tanto, m¨¢s que una, operaci¨®n a corto plazo -las elecciones generales est¨¢n a la vista-, cuyo destino se juega en las negociaciones que tendr¨¢ en su d¨ªa con los socialistas. Desde tina concepci¨®n tan maximalista como ingenuamente purista, alg¨²n l¨ªder de la izquierda socialista ha reclamado dentro del PSOE la existencia de un partido socialdem¨®crata o radical-liberal, tanto da, entre UCD y PSOE, como instrumento de purificaci¨®n interna y de clarificaci¨®n externa. Argumentaci¨®n que parte del supuesto, a mi parecer descabellado, de que ¨²nicamente se debe acceder al poder cuando se pueda hacer una pol¨ªtica ortodoxamente socialista. Si se considera, en cambio, que el primer deber de un partido es luchar por el poder y que adem¨¢s en Espa?a urgen reformas que podr¨¢n llamarse modernizadoras, burguesas o como se quiera, pero que s¨®lo est¨¢n dispuestos a llevar a cabo los socialistas, entonces uno de los principios estrat¨¦gicos fundamentales es impedir que, a corto o largo plazo, logre instalarse un partido socialdem¨®crata o radical-liberal entre UCD y PSOE.
Un partido socialista que quiera de verdad llegar a ser mayoritario ha de cobijar en su seno a todos los reformistas de la sociedad, tanto a los socialistas, en su sentido riguroso, que pretenden reformas desde la perspectiva de transformar el orden social, como -a los socialdem¨®cratas -y radical-liberales de toda laya que quieren estas reformas sin aspirar a su transformaci¨®n. Hay un largo trecho hist¨®rico en el que es preciso marchar juntos. Ahora bien, un partido socialdemocrata a la italiana o, como recientemente, a la inglesa dificulta enormemente la llegada de los socialistas al poder -arrebata m¨¢s votos a los socialistas que a la derecha- y si con el tiempo logra cuajar -y un partido que se tome en serio tiene que ser una operaci¨®n a largo plazo-, al final tiende a formar coaliciones m¨¢s a menudo con la derecha que con la izquierda, constrifi¨¦ndola fuertemente cuando llega la hora de gobernar.
El futuro del Partido de los Comunistas de Catalu?a (PCC) parece m¨¢s claro. Representa una ideolog¨ªa -el marxismo-leninismo- que alguna base social tiene en la clase obrera y que laevoluci¨®n del PCE y el hundimiento de los partidos extraparlamentarios hab¨ªan dejado sin cubrir.
Su prosovietismo le garantiza, por lo dem¨¢s, los apoyos imprescindibles para sobrevivir. En el movimiento sindical es donde su incidencia ser¨¢ mayor: la lucha interna en Comisiones Obreras entre eurocomunistas y comunistas puede tener consecuencias importantes.
En teor¨ªa, esta ruptura ya formalizada entre eurocomunistas y comunistas deber¨ªa librar definitivamente a los primeros de cualquier tufillo moscovit¨¢ o totalitario, pero la derecha ya se encargar¨¢ de mantener la confusi¨®n, sac¨¢ndolos ¨²nicamente del gueto cu¨¢ndo as¨ª convenga para debilitar o acorralar a los socialistas.
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