Presencia pol¨¦mica en Espa?a
La presencia en Espa?a de Peter Weiss es doble, aunque pueda ser explicada desde su militancia pol¨ªtica, que le comprometi¨® con los movimientos socialistas internacionales (el socialismo de rostro humano) contra toda dictadura.Su primer contacto se inicia por los caminos m¨¢s ir¨®nicos de la clandestinidad cuando el traductor de Marat-Sade, Alfonso Sastre, se vio obligado afirmar su trabajo con nombre supuesto. Pero Marat-Sade -los discursos ideol¨®gicos de Marat y de Sade que no s¨®lo incomodaban al honorable director del manicomio de Charent¨®n-, tampoco iba a gustar a los censores, que pusieron todas las trabas posibles al gran montaje que hizo de la obra Adolfo Marsillach. Cuando los problemas, mal que bien, se hab¨ªan superado, fue el autor el que dio la orden de suspender las representaciones como protesta por una de tantas condenas a muerte con que Franco salpic¨® su dictadura.
El Marat-Sade, cuyo t¨ªtulo completo es Persecuci¨®n y asesinato de Jean Paul Marat, representados por el grupo esc¨¦nico del hospicio de Charent¨®n, bajo la direcci¨®n de De Sade, fue un gran acontecimiento teatral y cultural, (acontecimiento profundamente pol¨ªtico, tambi¨¦n, en un pa¨ªs de pol¨ªtica obligadamente soterrada) en Espa?a, a la que Peter Weiss vendr¨ªa pocos meses despu¨¦s de la muerte de Franco para tomar sobre el terreno apuntes para La est¨¦tica de la resistencia, la gran novela que deja sin terminar.
Lo que Peter Weiss buscaba en nuestra geografia eran las huellas de la resistencia al fascismo y las de "la lucha de los esclavos por su liberaci¨®n". Y lo iba a hacer como narrador de unos combates de guerra (civil, es decir la guerra menos civilizada) entre los internacionalismos socialista y fascista. Guerra en tierras de Don Quijote, donde se combate y muere por ideas, y por donde pelean (cada cual a su manera) las Brigadas Internacionales, L¨ªster, los escritores Hemingway, Ehremburg y KoIstsov, el c¨®nsul Antonio Ovsenko -el mismo que tom¨® el Palacio de Invierno-, y los hombres an¨®nimos de los frentes de Teruel o de Albacete. Si Las barricadas, de Delacroix, pensaba, son el s¨ªmbolo de la revoluci¨®n del 48, el Guernica de Picasso lo es de la guerra espa?ola. Luces y sombras de libertad que van a ser tema constante para el comprometido emigrante forzoso de la Alemania nazi, de la que sale en 1934.
Pero m¨¢s que la pol¨ªtica (que tambi¨¦n), la presencia de Peter Weiss en Espa?a tiene el valor de la vanguardia teatral. Nadie como este escritor de raza jud¨ªa represent¨® aqu¨ª (y, en gran medida, a nivel mundial) la fusi¨®n de las tendencias de est¨¦tica teatral hasta entonces irreconciliables: la del teatro revolucionario de Piscator y la del teatro de vanguardia. Es decir, Marx y Kafka en un mismo texto.
Sin embargo, no ha sido Weiss un dramaturgo habitual en nuestros escenarios. Aparte el Marat-Sade de Sastre-Marsillach, (esta misma obra se representa actualmente en Barcelona, dirigida por Pere Planella en el Centro Dram¨¢tico de la Generalidad), s¨®lo se han visto aqu¨ª montajes de su recreaci¨®n de El Proceso, bajo la direcci¨®n de Guti¨¦rrez Arag¨®n, y del Canto del fantoche lusitano, en montaje del grupo La Gangocha.
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