La oferta de Reagan
LO QUE se llama nueva actitud de Reagan con respecto a las negociaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica en materia de reducci¨®n de armamentos nucleares equivale a las otras veces en que se ha subrayado la de Breznev en el mismo sentido; es decir, una forma de presentar su voluntad de pacifismo y un fondo de perseverancia en sus actitudes. Ninguno de los dos Estados var¨ªa su postura esencial: Reagan, al proponer la reducci¨®n de las actuales armas nucleares estrat¨¦gicas por lo menos en un tercio, entiende que la URS S tiene una superioridad actual y que, por tanto, le corresponder¨ªa anular mayor n¨²mero de armas que a Estados Unidos para llegar al equilibrio; Breznev considera la situaci¨®n al rev¨¦s y pretende que Reagan renuncie a la instalaci¨®n de los euromisiles. Es decir, la dificultad del di¨¢logo contin¨²a. Pero no es mala noticia que los dos pa¨ªses traten de resolver estas diferencias mediante la negociaci¨®n: m¨¢s o menos esta negociaci¨®n se mantiene latente en Ginebra y, ahora, se reactivar¨ªa en junio para llegar a un posible acuerdo en octubre, fecha ya prevista para el encuentro personal de los dos estadistas.?Ha podido influir en el presidente americano la nueva situaci¨®n creada por las Malvinas? Probablemente s¨ª. El incidente, que es ya casi una guerra, ha ido creciendo y creciendo, sin que la diplomacia consiga detenerlo, y ha trastocado todas las relaciones mundiales, ha obligado a Reagan a mantener una posici¨®n pro-brit¨¢nica y ha aumentado su sensaci¨®n de aislamiento. Todo el miedo manifiesto a que la URSS est¨¦ penetrando en Am¨¦rica Latina por la v¨ªa de las guerrillas, se convierte en verdadero pavor al pensar que pueda hacer una entrada en tromba por medio de las Malvinas, hasta a partir de Cuba. La idea de que los Mig sovi¨¦ticos -cubanos o manejados por la URSS desde las bases cubanas- pudieran entrar en acci¨®n contra los barcos brit¨¢nicos es, efectivamente, pavorosa. Una Uni¨®n Sovi¨¦tica paladina de la lucha anticolonialista que reconquistara el puesto perdido dentro del Tercer Mundo es lo que menos puede desear Reagan. Su aproximaci¨®n actual a un di¨¢logo con Mosc¨² ancla forzosamente algunas de sus motivaciones en esta crisis. Y no hay que descartar igualmente la enorme influencia de dos disparos, el que acab¨® con el General Belgrano y el que hundi¨® al Sheffield. Estos disparos nos han dado una idea del poder destructivo de armas catalogadas como convencionales por su carga no nuclear. La imagen de una posible guerra, a¨²n limitada, en un futuro no lejano, es tan fuerte ahora que va a contribuir a potenciar los movimientos pacifistas, lo mismo en los Estados Unidos que en Europa. Pues el pacifismo mismo no es s¨®lo fruto de un sentido moral o de un tipo de militancia sino que tambi¨¦n procede de un sentimiento de miedo y angustia que abarca a toda la humanidad.
Por todo ello, y aunque se mantengan las posturas de fondo, puede decirse que la nueva oferta del presidente americano supone de hecho un intento de distensi¨®n y un cierto viraje de su actitud. Nada definitivo ni nada trascendente, sin embargo, si s¨®lo se habla de n¨²mero de cohetes y cabezas nucleares y no se dice nada sobre cuales sean los verdaderos caminos que nos permitan recorrer la utop¨ªa de que estas bombas at¨®micas no van a ser utilizadas jam¨¢s. Pero el mundo tiene derecho a agarrarse, aunque sea como a un palo ardiendo, a cualquier s¨ªntoma de di¨¢logo y de tolerancia que los dirigentes de las grandes potencias aparenten. Las negociaciones sobre reducci¨®n de armamentos no son por s¨ª mismas una oferta de paz pero pueden ayudar a reducir los riesgos de una guerra.
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