La dial¨¦ctica de Varsovia
LA FORMA del enfrentamiento entre los poderes excepcionales del Gobierno militar de Polonia y la casi totalidad de la poblaci¨®n civil recuerda un poco las circunstancias espa?olas en los ¨²ltimos a?os del franquismo y en el primer a?o del posfranquismo, cuando el Gobierno retardatario de Arias Navarro, con Fraga Iribarne como hombre fuerte en el Ministerio del Interior, se encontraba con manifestaciones, concentraciones y huelgas que le demostraban -y demostraban al mundo- que cualquier tipo de reconstrucc¨ªon franquista era inaceptable. Efectivamente, aquel Gobierno cay¨®, y los intentos -e intentonas- retardatarios han tenido que tomar caminos m¨¢s solapados.En Polonia, el pueblo est¨¢ impidiendo claramente que el r¨¦gimen haga regresar al pa¨ªs a lo que ese r¨¦gimen entiende como normalidad:- la vuelta al sistema comunista anterior. Los militares en el poder necesitan urgentemente conseguir que las leyes llamadas de excepci¨®n confirme su nombre, sean realmente excepcionales y desaparezcan cuanto antes. No puede. Apenas afloja sus controles, apenas realiza unas medidas de atenuaci¨®n del estado de excepci¨®n, y una limitada suelta de presos, la actitud popular renace y le obliga a volver a sus sistemas. Las actividades de la resistencia en el d¨ªa en que se cumpl¨ªa el quinto mes del golpe de Estado de Jaruzelski -el autogolpe- no fueron demasiado vivas ni demasiado estrepitosas -quiz¨¢ por miedo, quiz¨¢ por t¨¢ctica-, pero s¨ª lo suficientes para provocar amplias respuestas policiacas y militares. Si Varsovia no se vio invadida el 13 de mayo de manifestantes, se vio en cambio invadida por fuerzas armadas dispuestas a la represi¨®n inmediata, que intervinieron contra las breves concentraciones y contra los autom¨®viles que hac¨ªan sonar sus cl¨¢xones: una imagen suficiente para demostrar que el enfrentamiento entre el poder militar y la poblaci¨®n no ha cesado.
La propaganda del r¨¦gimen es abundante: no hace efecto. Y las depuraciones son pr¨¢cticamente imposibles: si el Gobierno quisiera librarse de las personas de una oposici¨®n m¨¢s o menos latente, m¨¢s o menos activa, que est¨¢n funcionando incluso en la Administraci¨®n p¨²blica, y tambi¨¦n en los medios de comunicaci¨®n y en los puestos de responsabilidad, dejar¨ªa el pa¨ªs decapitado. Algo que tambi¨¦n recuerda momentos espa?oles muy recientes.
Por desgracia, la situaci¨®n polaca es m¨¢s dif¨ªcil de resolver de lo que fue la espa?ola. La resistencia espa?ola al r¨¦gimen franquista y a su continuidad se realizaba dentro de un contexto que le era favorable, dentro de un mundo occidental que la requer¨ªa paraque se normalizase realmente. Polonia, en cambio, est¨¢ incluida en el bloque oriental, que impide su desarrollo, su renovaci¨®n def¨ªnitiva. La misma resistencia est¨¢ penetrada de ese pesimismo que la hace sospechar que su victoria definitiva podr¨ªa coincidir exactamente con una invasi¨®n extranjera, y por la duda de si el Gobierno del general Jaruzelski, al que querr¨ªa derribar, es el ¨²ltimo recurso para evitar la invasi¨®n. Una oposici¨®n que teme que su propio ¨¦xito provoque situaciones de fuerza y violencia contra las que no tiene armas de defensa y resistencia, y que tiene que reprimirse a s¨ª misma, pierde una gran parte de su eficacia: no puede definir sus propios objetivos (en lo cual Polonia tampoco est¨¢ en una situaci¨®n ¨²nica).
Las acciones y las represiones del 13 de mayo muestran, sobre todo, que el incidente no ha terminado, y que, por el momento, si la oposici¨®n de car¨¢cter democr¨¢tico no puede conseguir sus objetivos, ni a¨²n definirlos con claridad, el Gobierno del general Jaruzelski est¨¢ obligado a seguir apareciendo como una excepci¨®n, como una ilegalidad -no legalizado por el pueblo-, que no va a conseguir convertir en normalidad o en aceptaci¨®n general. Jaruzelski, sea cual sea su rec¨®ndita conciencia, est¨¢ obligado a arrastrar tras. de s¨ª mismo la sombra del opresor.
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