Dram¨®n en turbio
El fin de semana televisivo, que tiene el atractivo de la presencia de Lana Turner en la pel¨ªcula de la noche de hoy, es uno m¨¢s entre las andanadas de mediocridad que ha ofrecido el medio en estas ¨²ltimas semanas, despu¨¦s de haber subido el list¨®n de modo que parec¨ªa irreversible. Por la tarde, tambi¨¦n hoy, Kim de la India, de Victor Saville, trae un gramo de la nostalgia que estaba ya en la novela de Rudyard Kipling.El fin de semana televisivo, que tiene el atractivo de la presencia de Lana Turner en la pel¨ªcula de la noche de hoy, es uno m¨¢s entre las andanadas de mediocridad que ha ofrecido el medio en estas ¨²ltimas semanas, despu¨¦s de haber subido el list¨®n de modo que parec¨ªa irreversible. Por la tarde, tambi¨¦n hoy, Kim de la India, de Victor Saville, trae un gramo de la nostalgia que estaba ya en la novela de Rudyard Kipling.
Gordon Douglas es un bicho raro en el cine norteamericano. Generalmente es un amanuense, un filmador- de pel¨ªculas de encargo, con f¨®rmula rutinaria y un adobo de ingredientes perfectamente calculados para que el tinglado funcione y la gente acuda a los cines, por lo menos, en cantidad suficiente para obtener una ganancia digna. Es, m¨¢s o menos, la suya, una carrera de artesano a sueldo. Pero inesperadamente, en esa colecci¨®n de rutinas que Douglas film¨®, aparece, y con energ¨ªa, el sello del talento e incluso ciertas huellas de genio, truncadas, desorganizadas, sin orden ni v¨¦rtebras, pero reales.Por ejemplo, una vez hacia la mitad de los a?os cuarenta y otra diez a?os despu¨¦s, los del dinero pusieron en manos de Douglas dos guiones de los llamados de relleno, y dos presupuestos para ellos de aut¨¦ntica miseria. Pues bien, Douglas hizo dos obras maestras: una de ficci¨®n cient¨ªfica, La humanidad en peligro, que es un apasionante relato sobre una explosi¨®n at¨®mica que produce mutaciones en las hormigas y las convierte en insectos gigantescos, como, locomotoras asesinas; y un western titulado R¨ªo Conchos, un modelo de relato crepuscular, de filme de potencia tr¨¢gica, narrado con una austeridad y, una violencia que dejan boquiabierto al m¨¢s exigente degustador del g¨¦nero.Hay, pues, que atender a cualquier filme de Gordon Douglas, porque inesperadamente puede escaparse de ¨¦l aut¨¦ntica metralla. En el terreno del cine negro tiene Douglas en su haber algunas pel¨ªculas de fuste, como El detective, con Jacqueline Bisset y un Frank Sinatra que jam¨¢s ha estado m¨¢s convincente en una pantalla. Y en el melodrama es todo un experto, digno de competir con los mejores especialistas en dramones y suced¨¢neos, como Robert Aldrich.
Pues bien, Retrato en negro es un h¨ªbrido, casi por partes iguales, de cine negro y de melodram¨®n sin pudor, desbocado. Gordon Douglas se ve obligado a rodar un filme pasado de rosca, con personajes inveros¨ªmiles y situaciones extremas, que luego pasan por un colador de moralina te?ida de rosa, que acaban por endulzar el trago negro. El tinglado no se sostendr¨ªa sin la maestr¨ªa, el sentido del ritmo, y, sobre todo, la sustantividad de la forma de hacer cine de este director. Digo sustantividad, y me refiero a la fastuosa capacidad indicativa de la c¨¢mara de Douglas: un plano, en su cine, equivale a un acto, y un acto, a un signo. Eso es, en cine, sustantividad, arte de ir al grano. Y Douglas sabe ir a ¨¦l, sabe contar con la seca austeridad de un narrador.
Su pel¨ªcula ha de verse con reservas -est¨¢ compuesta casi toda con material de derriblo-, pero tambi¨¦n con capacidad para distinguir los ecos de las voces. Hay instantes de gran cine extra¨ªdos de una materia cinemtogr¨¢fica menor.
Retrato,en negro se emite hoy, a las 22.20 horas, por la primera cadena.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.