La pol¨ªtica de la verdad
Hay una gran diferencia entre la Espa?a de hoy y la de ayer: Espa?a, hoy, es moderada. Y este es un fen¨®meno tan novedoso como fundamental, cuyo origen est¨¢, por un lado, en el triste hecho de haber sufrido la gran lecci¨®n de la guerra civil y, por otro, en haber alcanzado la prosperidad econ¨®mica de los a?os sesenta -fen¨®meno ciertamente materialista, pero tambi¨¦n apaciguador-. Ha habido consenso en el cuerpo social y en los partidos pol¨ªticos. Y, si me apuran, quiz¨¢ m¨¢s en aqu¨¦l que en estos ¨²ltimos.Esta moderaci¨®n ha supuesto el ¨¦xito de la f¨®rmula -por otro lado planteada y desarrollada inteligentemente- de la transici¨®n pol¨ªtica. Las preferencias se han decantado hacia la derecha renovadora -UCD- y la izquierda reformista -PSOE-. (Un peque?o par¨¦ntesis para constatar que la operaci¨®n pol¨ªtica de urgencia oblig¨® a sacrificar los imperativos econ¨®micos. Un hecho peligroso, pero quiz¨¢ inevitable.)
Lo cierto es que la operaci¨®n de la transici¨®n pol¨ªtica se ha llevado a cabo y, de momento, ha sido un ¨¦xito. Pero, obviamente, nada podemos dar a¨²n por firmemente consolidado: faltan tradiciones, h¨¢bitos mentales, fuerzas pol¨ªticas reales y hay -y habr¨¢- crisis econ¨®mica.
Es muy probable que tardemos bastantes a?os en dar por concluido este importante per¨ªodo de nuestra historia. (Mutatis mutandis, nuestra situaci¨®n actual podr¨ªa compararse con el per¨ªodo de la Restauraci¨®n, tras la muerte de Alfonso XII). Las actitudes que exhiben algunas capas sociales indican que a¨²n nos envuelven graves peligros y que mucho tendremos que luchar para romper moldes dogm¨¢ticos, ego¨ªstas y suicidas. Parece como si cuanto se dice, se hace ?y se piensa! est¨¦ al margen de los verdaderos problemas del presente y del futuro:
- Se nota un aumento del pesimismo -o quiz¨¢ mejor del pasotismo- y de la cobard¨ªa ante los nuevos problemas por parte de las minor¨ªas que debieran ser responsables; y con singular y alarmante sincron¨ªa aumenta tambi¨¦n la pasividad de las masas, que no se sienten implicadas, que pasan, a su vez, de este juego; intoxicadas por la ceremonia de la confusi¨®n, se limitan, como los ni?os mimados, a quejarse y reclamar, se niegan a entender la realidad y reaccionan ante la frustraci¨®n, sin imaginaci¨®n y sin esfuerzo alguno, penalizando a los pol¨ªticos con la abstenci¨®n electoral.
- Se a?ora -y se pretende resucitar- la econom¨ªa de los a?os sesenta: fen¨®meno irrepetible en el contexto actual de crisis profunda y -no olvidemos- no exento de desequilibrios y costes.
- Se obstruye la actualizaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs mediante una obesionante nostalgia del pasado, y, lo que es peor, sin proyectos de futuro: una actitud que, de prosperar, s¨®lo conseguir¨ªa que el coraz¨®n del pa¨ªs dejara de latir.
- Se asiste a una febril ebullici¨®n de ego¨ªsmos particularistas, reflejo de una Espa?a a¨²n -o quiz¨¢ mas que nunca- invertebrada; a una exacerbaci¨®n de peligrosas ideas heredadas del siglo XIX, como, por ejemplo, la de soberan¨ªa: todos sue?an con tener su soberan¨ªa particular. Y ello ocurre cuando estamos inmersos en una crisis profunda y cuando, precisamente por ello -?y a estas, alturas!-, ya debi¨¦ramos haber- adquirido y ejercitado con creces un di¨¢fano reflejo de solidaridad; cuando es ut¨®pico hablar de soberan¨ªas absolutas, ya que todas, incluso la del ente centralizador, est¨¢n limitadas.
- Se carece de una visi¨®n general de los problemas, y quiz¨¢ por ello es hoy m¨¢s cierta que nunca la aseveraci¨®n que Ortega y Gasset dej¨® escrita en su Espa?a invertebrada: "Se da a lo insignificante una importancia grotesca y, en cambio, los hechos verdaderamente significativos apenas son notados".
- Se est¨¢ asistiendo a una provincianizaci¨®n en el centro y en la periferia: los programas de los partidos -a menudo irrisorios- no responden a los problemas actuales y resultan, literalmente, desorientadores.
Frente a todo ello habr¨ªa que hacer gala,de m¨¢s vastas y nuevas ambiciones y desarrollar una mayor comprensi¨®n ante las ineludibles limitaciones; ello exigir¨ªa de los dirigentes pol¨ªticos no s¨®lo potenciar el h¨¢bito de llegar al punto medio entre dos posiciones, sino, y muy especialmente, dar un enfoque radicalmente nuevo a su actuaci¨®n ante los ciudadanos, poniendo en pr¨¢ctica una saludable pol¨ªtica-pedagog¨ªa de la verdad, pues s¨®lo al enfermo incurable se le puede enga?ar del todo, ya que todo es in¨²til; a los otros enfermos hay que decirles la verdad, los riesgos que corren y los motivos de esperanza que cabe abrigar: s¨®lo as¨ª puede ayud¨¢rseles a provocar el brusco caudal de energ¨ªa que precisan para reaccionar y curarse.
Las fuerzas de poder y los "poderes f¨¢cticos"
Nuestro pa¨ªs adolece hoy de fuerzas de poder aut¨¦nticamente reales: no lo son la mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos, que son o partidos de cuadros, sin ideolog¨ªa, o partidos de masas con una militancia desilusionada y abandonista. Las listas cerradas de la ley Electoral les han proporcionado una fuerza que es s¨®lo aparente. Son simples grupos de pol¨ªticos noveles que se han encerrado ?y han montado inmediatamente un escalaf¨®n! Proyectan una imagen parecida a los aparatos ortop¨¦dicos: vac¨ªos, pero constre?idores.
Tampoco los poderes f¨¢cticos tienen hoy mucha fuerza, ya que no alcanzan a ser m¨¢s que grupos de presi¨®n: la Iglesia no tiene el poder de que gozaba hace medio siglo, ni lo tienen los sindicatos, el dinero o el Ej¨¦rcito.
No estamos, pues, sometidos a fuertes presiones tangibles que provengan de fuerzas antag¨®nicas, sino a un progresivo enrarecimiento de la atm¨®sfera, cuya gen¨¦sis hay que buscarla en ausencias y debilidades. Lo que no es ¨®bice para que una cualquiera de ellas pueda constituir un grave peligro, y no tanto, por su fuerza, sino justamente por su debilidad o por la debilidad de los otros actores, por la inconsistencia del cuerpo social.
?Qu¨¦ papel, pues, le corresponde adoptar al poder, al Estado? El espacio que ¨¦ste deja vac¨ªo suele ocuparlo el desencanto. De ah¨ª surge la necesidad de evitar que ese vac¨ªo se consolide y el desencanto se enquiste, y aunque, como muy acertadamente ha dicho Regis Debray en su reciente experiencia como consejero de Mitterrand: "Le pouvoir est, d'abord, une gestion del'impuissance", es preciso ejercer una acci¨®n de gobierno decidida, serena, con actuaciones que indiquen firmeza y denoten estar en posesi¨®n de unas orientaciones claras que inspiran confianza.
Eso espera y necesita el pa¨ªs: una gu¨ªa segura. "De todos los errores pol¨ªticos, la incertidumbre es el peor", Tuc¨ªdides lo,afirma por boca de Cle¨®n.
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