Curro, el de los truenos
Empez¨® la corrida con una nube espesa que entoldaba la plaza, truenos y negros presagios. La nube pas¨®, pero quedaron los truenos; esos truenos que lleva Curro en el esport¨®n a donde vaya, para su mayor gloria.Cuando Curro, genio y figura, abre el esport¨®n de los truenos, no se sabe cu¨¢ntos decibelios puede alcanzar esa tormenta particular que se complace en esparcir por el ancho mundo. La de ayer fue terrible.
Muchas veces se dice de Curro que no quiere: torear, que escurre el bulto harteramente, para que las reses no tengan ni la m¨¢s remota posibilidad de oler la fragancia del agua de rosas en que ba?a su mimada anatom¨ªa. Sin embargo ayer s¨ª quer¨ªa. El secreto estaba en hacerle creer al p¨²blico lo contrario. Fue en el quinto de la tarde, un toro de trap¨ªo que sali¨® abanto, era manso y ten¨ªa poder.
Plaza de Las Ventas
18 de mayo. Quinta corrida de la Feria de San IsidroTres toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, bien presentados, manejables; el tercero, bravo y muy noble. Los tres ¨²ltimos de Jos¨¦ Lais Ambel, con trap¨ªo; cumplieron con el caballo cuarto y sexto. El quinto, manso, derrib¨® dos veces; apagados en la muleta. Manolo V¨¢zquez: pinchazo perdiendo la muleta, estocada trasera desprendida y dos descabellos (bronca). Dos pinchazos baj¨ªsimos y estocada corta baja (bronca). Curro Romero: bijonazo descarado (bronca). Pinchazo pescuecero, otro huyendo y descabello (pitos). Emilio Mu?oz: pinchazo a toro arrancado, estocada atravesada que asoma y seis descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio). Bajonazo (palmas). Lleno hasta la batidera. V¨¢zquez y Romero fueron despedidos con bronca y almohadillas.
S¨®lo dos veces lo tent¨® Curro con el capote, pero le bastaron para comprobar que "met¨ªa" muy bien la cabeza. Luego el animal correteaba por ah¨ª, a veces hu¨ªa de su sombra, a veces pegaba arreones extempor¨¢neos. Mejor: m¨¢s malo habr¨ªa de parecerle a la gente.
Curro se disfrazaba de lagarterana y enfurec¨ªa al respetable. Pac¨ªficos ciudadanos educados en colegio de pago se sorprend¨ªan a s¨ª mismos agitando los brazos como aspas de molinos y vociferando barbaridades. Los ecos del griter¨ªo llegaron al Baratillo. La gente que sal¨ªa del metro de Ventas cre¨ªa que hab¨ªa estallado la guerra; tal era el ruido.
El toro derrib¨® dos veces, con tremendo poder, y casi toda la plaza dio por seguro que lo mejor que podr¨ªa ocurrir es que Curro saliera corriendo. Pero el fara¨®n de Camas, una calma, unas tablas, estudiaba su entrada en escena. Los derribos, no obstante, fueron su desgracia, pues en ellos se le agot¨® el toro. Y cuando sali¨® con la muleta, despacioso, solemne y magistral, a dar suelta a todos los duendes que atesora, se encontr¨® con un toro inm¨®vil. En contra de lo que acostumbra porfiaba cerca de los pitones, pero el pobre animal no ten¨ªa ni un pase.
Curro abandonar¨ªa despu¨¦s la plaza bajo un torrente de almohadillas y bronca colosal, que comparti¨® con Manolo V¨¢zquez. A su otro toro, de condici¨®n manejable Curro no hab¨ªa querido ni verlo Manolo V¨¢zquez tampoco a los suyos. Ni con el capote ni con la muleta los quisieron ver. La tarde era de esc¨¢ndalo. Hasta la bandera se llen¨® la plaza para ver a esto artistas, porque la afici¨®n acude al se?uelo del arte con f¨¦ de catec¨²meno. Y no merece tama?as frustraciones. Al terminar la fiesta juraba que no volver¨ªa m¨¢s. Es verdad que este juramento lo ha hecho muchas veces durante a?os, y no lo cumple. Hasta que un buen d¨ªa se le agote la paciencia.
En medio de tal ambiente, el joven Emilio Mu?oz ten¨ªa todas las puertas abiertas al triunfo. El p¨²blico estaba de su parte. Por a?adidura, le correspondi¨® el mejor toro de la corrida. El tercer Boh¨®rquez, un ejemplar bravo y noble, pose¨ªa la embestida ideal para interpretar el m¨¢s selecto toreo que contienen las tauromaquias.
El joven espada sevillano lo lance¨® bien, dio una bonita larga para ponerlo en suerte, y le hizo una faena de acercata construcci¨®n, que aderezaba con pinceladas de flamenquer¨ªa. Hubo dos series de naturales templados, ligados y mandones, citando de frente; trincheras de limpia ejecuci¨®n, y cuadr¨® al noble animal mediante un gran ayudado a dos manos, parab¨®lico y cadencioso. En los derechazos, sin embargo, no lleg¨® a centrarse, y los afeaba in¨²tilmente con el pico. La faena fue muy buena, pero con independencia de los altibajos dichos, le falt¨® arte y sobre todo le falt¨® personalidad. El toreo que ayer le hizo a ese Boh¨®rquez excelente se premia pero no se rememora. Nunca habr¨¢ tenido Emilio Mu?oz. tan a la mano el triunfo con que Madrid encumbra para siempre a un torero.
En el sexto ya no hubo posibilidad de recuperar la ocasi¨®n perdida porque el toro no ten¨ªa fuerza. Lo mat¨® de bajonazo que es inadecuado final para una actuaci¨®n que transcurri¨® digna. Emilio Mu?oz, de cuyo valor y casta torera no dudamos, contin¨²a a medio camino de la fama.
Manolo V¨¢zquez y Micurro con su esport¨®n de los truenos est¨¢n descansando, para la pr¨®xima.
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