Curro Romero tiene percha literaria
El toreo es una familia/ donde el espada es el padre,/ los hijos son la cuadrilla/ y el apoderao es la madre. El empresario es la suegra/ y el mozo de espadas, t¨ªo,/ y para que nada falte/ el aficionao es el primo.El ripio, ofrecido por una revista que se llama Plata y Oro y que se ofrece gratis a la salida del espect¨¢culo, tiene un punto de raz¨®n: Hay que ver la cantidad de veces que el aficionado jura por Dios no volver a una corrida de toros en la que participe Curro Romero y hay que ver la cantidad de veces que este mismo aficionado peca flagrantemente contra el segundo mandamiento.
Pero da igual. Como dijo Bergam¨ªn, hace ya tiempo, este torero convoca f¨¢cilmente al personal aficionado porque tiene percha literaria.
Noventa y nueve a?os sumaban las edades de los dos primeros espadas de ayer. A Curro Romero, que aporta al guarismo solamente 47, le han pagado cerca de tres millones de pesetas por ayer. Y va a repetir otras dos tardes. Con ese ticket, da igual que un descontento lance con despecho al vac¨ªo, en los altos del cuatro, un rollo de papel higi¨¦nico o que de entre los se?oritos del clavel surja la fina iron¨ªa: "Caballo: no te caigas que est¨¢s t¨² muy consent¨ªo".
Nada de esto, sin embargo, importa a personajes como Angel Losada, perdido en el anonimato, deis zancadas por encima de Ignacio Aguirre, que deshoja ya la margarita de las embajadas vacantes.
Losada es un espa?ol afincado en M¨¦xico desde hace treinta a?os, propietario de Gigante, la m¨¢s importante cadena de hipermercados de aquel pa¨ªs, que cierra su despacho por vacaciones en San Isidro y vende electrodom¨¦sticos y chiles desde el tendido del diez.
Dos ex matadores con los papeles cambiados
Curioso asunto: dos ex matadores de toros, Rafael Torres y El Ecijano aparecieron ayer con los papeles cambiados, y, en funci¨®n de sus ¨¦xitos, (es m¨¢s f¨¢cil que hablar de sus fracasos), ayudaban como peones a Manolo V¨¢zquez, simp¨¢tico abuelete, y a Emilio Mu?oz, el beb¨¦ del grupo. Y adem¨¢s, don Manuel hab¨ªa sido apoderado de Torres.
El doctor Z¨²mel y un Domeq toman posesi¨®n de una barrera y charlan. Recuerdan, quiz¨¢, aquella accidentada tarde de hace dos a?os en la que, toreando Ruiz Miguel, un estoque salt¨® por encima del burladero, estuvo a punto de seccionar la yugular del galeno y el gesto aviv¨® la imaginaci¨®n del des,conocido contertulio que, impert¨¦rrito, afirm¨®: "Esta ha podido ser una tarde gloriosa para la historia de la medicina".
Babelia
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