La violencia obvia
La tradici¨®n de un cine violento encuentra en algunos directores norteamericanos cualquier disculpa para mantenerse viva. Han pasado los tiempos en que los g¨¦neros policiaco, del Oeste o de la guerra manten¨ªan la posibilidad de filmar las secuencias sangrientas que la tradici¨®n exig¨ªa, y que en determinados momentos de la vida pol¨ªtica del pa¨ªs eran bien recibidas por su p¨²blico. La proximidad de un conflicto b¨¦lico enardec¨ªa los entusiasmos de los espectadores, encontrando en la violencia de la sangre (t¨ªmida hace unos a?os, descarnada ahora) un buen est¨ªmulo para sus intransigencias patri¨®ticas.La guerra de Vietnam ha sido el ¨²ltimo fil¨®n para ubicar estas pel¨ªculas. Sobre ella se han rodado excelentes guiones, pero a su sombra tambi¨¦n se han deslizado pel¨ªculas menores, respetadas por su coartada de ofrecer posturas contrarias a las del Pent¨¢gono.
La presa
Director: Walter Hill. Gui¨®n: Michael Kane, David Giler y Walter Hill. Fotograf¨ªa: Andrew Laszlo. Int¨¦rpretes: Keith Carradine, Powers Boothe, Fred Ward, Franklyn Seales. Norteamericana, 1981. Aventuras. Locales de estreno: Conde Duque y Fantasio.
Posturas que, de cualquier manera, suelen venir reflejadas en estas pel¨ªculas tramposas s¨®lo por el enunciado de una frase aislada o por la ambigua composici¨®n psicol¨®gica de un personaje atormentado, es decir, no por un planteamiento de base que convierta la pel¨ªcula en un informe serio sobre la guerra.
Es esto lo que ocurre en La presa, filme de acci¨®n que mantiene su inter¨¦s por la posibilidad de que las inevitables muertes que se prometen tengan un tratamiento cinematogr¨¢fico original. Es f¨¢cilmente comprensible para el espectador que esos ocho soldados absurdamente extraviados en el territorio de Luisiana y enfrentados violentamente a los tramperos tajuns, que no quieren militares en su demarcaci¨®n, sinteticen de alg¨²n modo las circunstancias de la guerra del Vietnam, ya que hasta el enemigo habla aqu¨ª una lengua distinta. Pero la pel¨ªcula dispersa sus posibles intenciones denunciadoras en el suspense de qui¨¦n y c¨®mo caer¨¢ muerto a continuaci¨®n. Walter Hill ni siquiera ha cuidado de diferenciar psicol¨®gicamente a sus personajes, de aplicarles un tratamiento dram¨¢tico m¨ªnimo que les identifique. Los personajes son robots; los enemigos, t¨®picamente malos, y la violencia, tan obvia que dif¨ªcilmente provoca el inter¨¦s.
La presa se present¨®, no obstante, con cierto ¨¦xito en el ¨²ltimo festival de San Sebasti¨¢n, donde la cr¨ªtica dividi¨® sus opiniones. F¨¢cil era que quedaran convencidos los incondicionales de la narrativa norteamericana, entusiastas a¨²n de que las pel¨ªculas respondan a los m¨ªnimos exigibles. Peor fortuna tuvo La presa entre quienes se sensibilizan antes por la honestidad y la imaginaci¨®n.
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