Carta a un barcelon¨¦s ausente
?Tan seria te parece, mi querido F¨¦lix (*), la degradaci¨®n de la vida cultural barcelonesa, vista desde San Sebasti¨¢n, como para compararla con un naufragio? ?O tan espl¨¦ndida y civilizada -en sentido propio- recuerdas la vida social de nuestra ciudad -en sus aspectos relacionados, claro, m¨¢s o menos directamente, con la expresi¨®n cultural- en la agon¨ªa del franquismo, en los tiempos inmediatamente anteriores a los intentos pol¨ªticos de restituci¨®n nacional y ling¨¹¨ªstica a la funci¨®n p¨²blica y a sus, hoy como siempre, prudentes magnificencias?Te confesar¨¦ que a m¨ª, tan partidario, como se sabe, de la impertinencia, me gust¨® personalmente mucho tu art¨ªculo -publicado en este peri¨®dico- Barcelona es el 'Titanic', y no podr¨ªa decir que estoy totalmente en desacuerdo con tus nostalgias de un pr¨®ximo pasado en que los fantasmas de un poder cerril y declaradamente enemigo de la cultura -la catalana y todas las dem¨¢s- nos hac¨ªan parecer m¨¢s importantes y europeos a los que nos preocup¨¢bamos de cosas culturales, aunque eso fuera, con lamayor frecuencia, en un marco provinciano y mediocre. Un marco que no era el escenario del "escandaloso mestizaje de chavas y salta-taulells" (que no expresan en absoluto la poes¨ªa de Gil de Biedrna, F¨¦lix, y las primeras novelas de Juan Goytisolo, sino muy particularmente alg¨²n libro de Juan Mars¨¦, y que no es tan diferente del mundo arrabalero de otras geografias. Salta-taulells, por otra parte, se puede traducir o entender perfectamente; equivale a mozo de almac¨¦n, con ¨ªnfulas de mayoral de hacienda, pero en las coordenadas del comercio al detall). El mundo mestizo de chavas y salta-taulells es m¨¢s bien de ahora que de antes. Lo de antes, lo del tiempo de nuestras nostalgias, eran m¨¢s bien las orillas muy deterioradas de una burgues¨ªa tradicional en fase ag¨®nica y en gran parte doblada, cuando no suplantada, por una nueva casta mercantil sin ra¨ªces -rumbosos negociantes y profesionales agresivos- de recio apellido carpetovet¨®nico. En esos tiempos aparentemente menos deprimidos en lo tocante a las fiestas de la cultura, ¨²ltimos del catalanismo y la catalanidad reprimidos, la burgues¨ªa y las clases medias ¨¦tnicas y tradicionales, con los ¨²ltimos despojos de la peque?a revoluci¨®n industrial que heredaron a cuestas, hab¨ªa ya vuelto a envolverse en la divisa dantesca de la avara poverta M catalani. Los brillos de decadencia de nuestra modesta euforia cultural, era cosa de las luces de los bares y caf¨¦s que unos pocos frecuent¨¢bamos. Y de la ginebra Gir¨®, como t¨² bien dices. Pero, bueno, detalles aparte, estoy francamente de acuerdo contigo. El mundo de la expresi¨®n cultural, en esta Barcelona de ahora, atestada de psicoanalistas y orientada por partidarios del folklore, me parece m¨¢s triste.
Lo que me ha puesto en guardia frente a tu texto no es, ya ves, lo que dices, sino el hecho de que fuera acogido con clamor de entusiasmo por su oportunidad, no s¨®lo por los de siempre, por los hinchas del nacionalismo estatal y unitarista y los catalan¨®fobos, sino incluso.por los psicoanalistas, por gentes de esas, condenadas a no entender jam¨¢s el empe?o de persistencia de las particularidades culturales, gentes que se indignan cuando al otro lado del tel¨¦fono les dan los buenos d¨ªas en catal¨¢n y se sienten heridos en su orgullo de cosmopolitas. Estas l¨ªneas, pues, no pretenden ser de r¨¦plica a, tus exageraciones o a tus manifestaciones de disgusto por el doblaje al catal¨¢n de pel¨ªculas extranjeras (el doblaje es igualmente rid¨ªculo, con indiferencia de la lengua a la que se traduzca, sabes, aunque nos hayamos acostumbrado a o¨ªr a Gary Cooper escupir en salmantino) o por la gazmo?er¨ªa del censor, catal¨¢n y catalanista, pero funcionario y censor, al fin y al cabo, que suprime babeando el hermoso y milenario nombre com¨²n de las putas. Pretenden ser una reflexi¨®n quiz¨¢ ¨²til para esos lectores tuyos que se han sentido aliviados por la oportunidad de tu texto, no a causa de su devoci¨®n al unitarismo incluso cultural y al centralismo pol¨ªtico de la cultura, sino de su desconfianza en la dimensi¨®n ¨¦tnica y pol¨ªtica de la cultura catalana, dentro de la que se sienten inc¨®modos a causa de su cosmopolitano provincianismo, el de ellos, por supuesto, no el de la cultura local. Yo no tengo nada contra el cosmopolitismo y la erranza entre lenguas, fuentes y modelos de la voluntad de expresarse o de participar en lo que se expresa, pero estoy prevenido contra la legalidad cr¨ªtica de dimensi¨®n cosmopolita, yo la llamar¨ªa cosmopolitana, a la hora de juzgar hechos culturales. Los hechos culturales desprovistos de carnaci¨®n ¨¦tnica, sobre todo ling¨¹¨ªstica, son sospechosos; las situaciones en que se dan, situaciones cosmopolitanas, son m¨¢s bien de dimensi¨®n suburbana. Muy pocas sociedades est¨¢n en Roma cuando aprenden lat¨ªn. La cultura universal es un mosaico de culturas ¨¦tnicas municipalizadas a medias, con algunas zonas inmensamente suburbanas, suburbiales, que a, veces ocupan el territorio de naciones enteras y cuyos sujetos responden a lag solicitudes de protagonismo hist¨®rico, un¨¢nimemente con acento de barrio y mimando abstracciones del progreso y de la ciudadan¨ªa universales. Lo que s¨®lo confunde y enga?a en Roma y en Bizancio y dura en cada caso lo que unas cuantas generaciones privilegiadas. Las culturas cumplidas -m¨¢s que adultas y sin esperanza de milagrossobreviven en continua zozobra, aliment¨¢ndose principalmente de desperdicios ?le su memoria, como el caballo de nuestro conde Arnaldos de ¨¢nimas condenadas. Y si hemos nacido en ellas y nos seguimos imaginando en ellas, no tenemos otra y hemos de admitir nuestras limitaciones y la relativa, pero insoslayable, estrechez de nuestro punto de vista. Pero estas son tambi¨¦n abstracciones.
A alguno de tus lectores, particularmente ingenuo, le puede haber parecido que atribuyes la responsabilidad del empalidecimiento de la vida cultural barcelonesa a las instituciones catalanas, precisamente porque lo son, o a su pol¨ªtica de restituci¨®n de los derechos y la dignidad ling¨¹¨ªsticos y de recuperaci¨®n de toda clase de tradiciones -a veces tan piritorescas, pero eso no las invalida como manifestaci¨®n cultural, como los juegos florales para poetas de domingo-. O puede haber quien crea que sugieres que si el poder cultural de la Generalidad estuviera en manos de gente de nuestra cuerda y trabajada por la experiencia internacional -hablas de nuestro querido y admirado Josep M. Castellet- podr¨ªamos caer cualquier noche de entre semana en la tertulia de un resucitado Els Quatre- Gats, llena de ¨¦mulos de Nonell y de Picasso en lugar de psicoanalistas forasteros y guitarristas australes, y podr¨ªamos repartir las restantes veladas de cada fase de la Luna entre espect¨¢culos teatrales -¨®pera incluida- en variadas lenguas y de variadas promesas. Ya s¨¦ que no es as¨ª, pero a alguien pudiera parec¨¦rselo. Tambi¨¦n alguien pudiera creer que vives convencido de que la vida cultural de la capital del Reino, con sus presentaciones de libros tan frecuentadas por pol¨ªticos y protagonistas de la historia universal y tantos espect¨¢culos del m¨¢s vario pelaje, poco tiene que envidiar a la de Nueva York. Ya s¨¦ que no es eso. Pero piensa que de todos modos dices que los barceloneses escapamos a Madrid en cuanto podemos a sacudirnos el tedio, alguien pudiera entender que de la recatalaniz aci¨®n. Te causa mucha admiraci¨®n que los amiguetes y los clientes devotos de un pintor local se trasladen a la capital en autob¨²s, a su vernissage.
Ser¨¢ un chiste o que se habr¨¢n tomado en serio lo de la austeridad que reclaman los tiempos. Vernissages de pintores locales -e incluso de alguno de provincias- todav¨ªa se celebran aqu¨ª de cuando en cuando.
En cuanto al sentido del humor, ese humor grueso de tradici¨®n de la farsa medieval, que echas de menos, te dir¨¦ que no se ha perdido del todo. Prueba de ello es tu art¨ªculo.
En fin, mi querido F¨¦lix, passiho b¨¦, recuerdos a la familia. Si cusualmente vuelves a pasar por aqu¨ª, no dejes de llamarme para que nos veamos y me cuentes lo mucho y bueno que ocurre por esos mundos de Dios.
(*) F¨¦lix de Az¨²a.
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