Manolo V¨¢zquez o la abstenci¨®n electoral
Si Manolo V¨¢zquez no llega a poner de mal humor a los aficionados andaluces, que ayer eran legi¨®n en Las Ventas, a estas horas los soci¨®logos estar¨ªan estudiando una poderosa raz¨®n de abstenci¨®n en las elecciones andaluzas. Medio Sevilla, la tierra de don Manuel, estaba en Madrid, plenamente dispuesta a celebrar escenas matritenses sabatinas con el triunfo de su ¨ªdolo. Pero va a tener que ser otro s¨¢bado. Las urnas lo van a agradecer.Es de suponer que, igualmente, los aficionados que optaron por quedarse en casa para ver la corrida en la televisi¨®n, estar¨¢n agradecidos a los participantes en el espect¨¢culo. Porque en la plaza y en los tendidos hubo para no aburrirse. No es frecuente que haya que matar a un toro desde un burladero, a golpe de voluntad y de puntilla, para eliminar de manera tan radical el extra?o gusto adquirido por el animal, hacia el circo y sus i n es.
Otro que aprovech¨® la televisi¨®n (con Mat¨ªas Prats, por cierto, para desconsuelo de sus detractores), fue un tal El Levantino que, Vestido de luces y portando una pancarta, pase¨® su palmito por los tendidos, pidiendo a Chopera, el empresario (por escrito y sin faltas de ortograf¨ªa, lo cual es un detalle), una oportunidad "para confirmar la alternativa en Las Ventas". Luego, el llamado Levantino, viendo que el segundo de la tarde se resist¨ªa a seguir a los insinuantes cabestros que tiene la plaza de Madrid, ofreci¨® su concurso al se?or Garc¨ªa Conde, el presidente, para acabar con el toro de Cuadri, y evitar la reglamentaria llamada a la Guardia Civil. El aspirante lleg¨® a hincar la rodilla en las propias barbas de la autoridad, blandiendo el D.N.I. en el que, a lo que parece, se acredita la, condici¨®n de torero del susodicho. No se apiad¨® Garc¨ªa Conde, a pesar de las ganas de Levantino.
El que pone ganas a raudales es el corresponsal en Espa?a del Aftenposten, que confesaba haber cumplido ya veinticinco a?os siguiendo la fiesta de los toros. Manuel Arroyo, el editor de La m¨²sica callada del toreo, de Bergam¨ªn, que acompa?a al heroico dan¨¦s, ha batido ya esa marca hace tiempo. Es de los incondicionales, como Rafael Mu?oz Lorente o como Gonzalo de Betancourt, a quien se vi¨® ayer en la plaza, recuperado de sus dolencias.
Es de se?alar que, festejo tras festejo, siguen utiliz¨¢ndose banderillas con los colores blanco y azul de la bandera argentina. Si los toros fueran de procedencia inglesa, cosa harto improbable, el gesto tendr¨ªa un alto contenido patri¨®tico, aunque no fuese del gusto de Jos¨¦ Luis de Vilallonga, otro habitual taur¨®filo. De cualquier modo, la combinaci¨®n crom¨¢tica de los rehiletes sirve a los espectadores para acordarse de Gibraltar.
Babelia
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