El amable vecino de enfrente
EL VIAJE de Hassan II a Washington ha coincidido con el de Mitterrand por Africa, en el que hay dos etapas t¨¦cnicas: unas horas pasadas en Argelia, otras que pasar¨¢ -hoy, d¨ªa 25- en Mauritania. Marruecos no puede ver m¨¢s que con desconfianza estas etapas t¨¦cnicas o de cortes¨ªa, en el lenguaje diplom¨¢tico, tan cuidado en Par¨ªs, aunque el presidente de la Rep¨²blica Francesa reserva para Marruecos una visita oficial y larga fijada para el mes de septiembre.El tema esencial para Hassan II en estos momentos es la guerra del Sahara: ha pedido en Washington, a un Reagan sin duda predispuesto -los saharauis representan todav¨ªa para ¨¦l una forma de expansi¨®n del comunismo y una acci¨®n de Libia que le obsede, y de Argelia, de la que tiene muchas reservas-, una ayuda para esa guerra, a cambio de una facilidad en la concesi¨®n de bases. Reagan est¨¢ encareciendo ciertas bases -como sabe muy bien la diplomacia espa?ola- y parece que Hassan II, que en un principio hizo un a de sus cl¨¢sicas amenazas de marcharse de Washington, paga ese precio. Un precio que inquieta al mismo tiempo a Argel y a Mauritania, y de ah¨ª la importancia de las horas que consagra Mitterrand a esos pa¨ªses. Marruecos pretende desde hace tiempo que el c¨¢ncer saharaui que le corroe -econ¨®mica, social, diplom¨¢ticamente- habr¨ªa terminado ya sin la ayuda de Argelia y sin la traici¨®n de Mauritania, que en tiempos particip¨® del bot¨ªn del Sahara y, despu¨¦s, incapaz de resistir la situaci¨®n militar, dio la vuelta a su r¨¦gimen y a su posici¨®n.
Ha apuntado alguna vez Hassan II una teor¨ªa cl¨¢sica: la de que la resistencia saharaui hay que combatirla m¨¢s all¨¢ de las fronteras de esos pa¨ªses. Cl¨¢sica porque se ha puesto en marcha en otras guerras insidiosas y siempre se han perdido esas guerras: fue la que utiliz¨® Francia contra los santuarios de los argelinos o la de Estados Unidos en Vietnam con las otras naciones de la pen¨ªnsula Indochina. En la misma visita a Washington el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos insisti¨® en que su pa¨ªs era v¨ªctima de "una agresi¨®n exterior". No hay que pensar que el nuevo tratado militar entre Estados Unidos y Marruecos autorice a Hassan II a realizar incursiones o abrir una guerra en los territorios de sus vecinos; parece que, desde un punto de vista l¨®gico, lo que menos le conviene a Estados Unidos en estos momentos es abrir un nuevo frente en el occidente -el Magreb- del mundo ¨¢rabe, y exponer a Hassan II a un final digno del sha de Ir¨¢n. Pero s¨ª le interesa fortalecer a Marruecos: Hassan II y Ronald Reagan han tenido que coincidir en que no hay otra salida para el conflicto del Sahara que seguir combatiendo y multiplicar las advertencias a los peligrosos vecinos. A cambio de las nuevas facilidades para su expansi¨®n militar -la instalaci¨®n de las fuerzas de despliegue r¨¢pido, entre otras cosas-, Estados Unidos dar¨¢ a Marruecos armas y material paralelo. Que Mitterrand pueda haber ofrecido tambi¨¦n armas -Francia es un vendedor de primer orden: la guerra de las Malvinas la est¨¢n haciendo los argentinos con material franc¨¦s, que se est¨¢ mostrando enormemente eficaz- a Mauritania y a Argelia no est¨¢ excluido. Son dos reg¨ªmenes que Francia no quema ver cambiados ni destruidos: no le interesa el establecimiento de un bloque dependiente directamente de Estados Unidos en una zona en la que tiene muchos intereses y en una pol¨ªtica en la que se manifiesta abiertamente tercermundista, aun en contra de lo que quisiera Washington.
La nueva forma de entendimiento entre Marruecos y Estados Unidos inquieta -o deber¨ªa inquietar- a los medios diplom¨¢ticos espa?oles, y seguramente al pensamiento de Estado Mayor. Espa?a se hab¨ªa imaginado siempre como la protagonista de una avanzada del atlantismo hacia Africa, y claramente hacia Marruecos; incluso se ha pensado alguna vez en la condici¨®n de instalar unas bases de la OTAN, con acuerdo marroqu¨ª y brit¨¢nico, en Gibraltar, Ceuta y Melilla, como llaves del Estrecho, lo cual contribuir¨ªa a la regularizaci¨®n de esos puntos conflictivos. Todo est¨¢ en dudas en estos momentos. El caso de las Malvinas no solamente destruye una gran parte de la diplomacia espa?ola en un campo amplio, sino que afecta a la cuesti¨®n de Gibraltar, por el ejemplo de la solidaridad de Estados Unidos con el Reino Unido, y levanta nuevas sospechas con respecto a Ceuta y Melilla, por los nuevos lazos de Washington con Rabat. Las bases espa?olas quedan un poco devaluadas; se puede pedir menos por ellas, y con m¨¢s raz¨®n si todo el sistema de, defensa espa?ol se encuadra dentro de la OTAN.
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