Un vasco del Renacimiento
A Julio Caro Baroja, a quien hoy se le dedica un homenaje en Madrid, le debemos, ante todo, una profunda gratitud por la riqueza que nos ofrece su compleja personalidad. El mecenazgo espiritual es la forma suprema de la generosidad humana. Quien da de lo suyo, de su talento, de su cultura, a los dem¨¢s y lo hace con gratuidad, reparte los mejores bienes, aquellos que no perecen. Julio Caro es un hombre de los que el Renacimiento llamaba de doble estrella y aun de m¨²ltiple brillo estelar. Sus vertientes son proteicas. Es investigador del pasado remoto y recoge costumbres, h¨¢bitos, formas de vida, trajes, creencias, leyendas, supersticiones y utensilios. Se asoma a la historia y analiza con penetraci¨®n, con originalidad y con rigor implacable, ¨¦pocas y episodios que ilumina con nueva proyecci¨®n. Recorre Navarra y la tierra vasca, y levanta planos y dibujos, de bell¨ªsima factura, de ciudades, monumentos, palacios y casas armeras en trance de extinci¨®n. Toma el pincel y compone una serie de obras de arte que rezuman sentido pict¨®rico, fantas¨ªa evocadora, dibujo firme y predominante y un halo misterioso de poes¨ªa. Julio Caro es, a la vez, historiador, arque¨®logo, escritor, dibujante y pintor excepcional. Su vena literaria e ir¨®nica, para muchos in¨¦dita, es un regalo para los conocedores de esa faceta. En ¨¦l confluyen linajes y genes que han hecho posible esta eclosi¨®n singular. Viene del Bidasoa y del Pirineo, que es tanto como decir que es hombre de frontera, de la monta?a y de la mar. Pero en su raza no dejamos de poner, en primer t¨¦rmino, su sangre italiana, la de su padre, Rafael Caro Raggio, el hombre que renov¨® la edici¨®n espa?ola, con su nuevo estilo, en aquellos libros de Azor¨ªn y de Baroja quen yo, de adolescente, le¨ªa; en los que la oscura silueta de Erasmo aparec¨ªa sobre el lomo del volumen, tocado de una grande boina de txapel-aundi. Lo it¨¢lico est¨¢ presente en Julio Caro tambi¨¦n por el apellido Nessi, que viene del lago de Como, ese remanso de agua cristalina que baja del Alpe germ¨¢nico a fecundar con su corriente las riberas del Po.Pero Julio es tambi¨¦n un Baroja, y pertenece a esa gran dinast¨ªa vasco-navarra que configur¨® una ¨¦poca en la historia de nuestra cultura. P¨ªo Baroja trajo a las letras de Espa?a un arte de narrar que tropezaba, a veces, seg¨²n algunos, con la gram¨¢tica, pero que nunca dej¨® de expresar, en forma directa y po¨¦tica, lo que las cosas dec¨ªan al esp¨ªritu del escritor. Baroja tom¨® la historia del ochocientos y la resucit¨® con miles de personajes que pululan por las p¨¢ginas de sus novelas como un mundo activo y trepidante que se consume en la aventura y en la acci¨®n. Sus protagonistas viven en la rebeld¨ªa y en el insobornable esp¨ªritu de independencia frente al convencionalismo burgu¨¦s. Sus cinco obras maestras de la tem¨¢tica vasca, Zalaca¨ªn, Juan de Alzate, La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz y las Inquietudes de Shanti And¨ªa, han llevado al m¨¢s alto grado del temblor est¨¦tico la gesta de nuestro pueblo que no ha sido contado en sus cr¨®nicas, pero que s¨ª lo fue por la magia de la pluma barojiana. Julio vivi¨® y vive en la casona de Itzea, reinventada por don P¨ªo, junto a los suyos, que se repart¨ªan las tareas del elenco familiar. Ricardo, con su genial originalidad, llevaba al lienzo el dramatismo de la vida. Do?a Carmen, la madre de Julio, era un ser de exquisita cultura y sensibilidad, dotada de se?era pluma. La casa solar de los Alzate era como una colmena del arte en que cada uno elaboraba su parcela de miel.
Nuestro tributo a Julio Caro Baroja va tambi¨¦n al humanista que conoce las ra¨ªces profundas de Vasconia y de Navarra sin embarazarse de dogmatismos previos. Su servicio a la verdad, su fidelidad de estudioso a lo que es aut¨¦ntico le confieren un rango eminente en el renacimiento actual de la cultura vasco-navarra. Va a profesar en la universidad su c¨¢tedra de Antropolog¨ªa Filos¨®fica, seg¨²n creo. Ning¨²n t¨ªtulo le cuadra mejor que ¨¦ste. Julio Caro ha reflexionado tanto y tan bien sobre el hombre actual, que puede llegar a desvelar los misterios del hombre primitivo no s¨®lo por la v¨ªa de la investigaci¨®n de los yacimientos prehist¨®ricos, sino tambi¨¦n por el atajo fecundo y de la intuici¨®n/po¨¦tica.
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