Mi hu¨ªda del Ir¨¢n de Jomeini
No ten¨ªa otra oluci¨®n que escapar de Ir¨¢n. Yo trabajaba en uno de los mejores diarios iran¨ªes, donde ejerc¨ªa mi proflesi¨®n de periodista. En julio de 1979, tras un ataque de la polic¨ªa de Jomeini que se sald¨® con la detenci¨®n de trece de mis compa?eros de redacci¨®n, mi peri¨®dico fue cerrado.Pas¨¦ algunos meses sin trabajo ¨¢lguno, hasta que compr¨¦ un viejo autom¨®vil y comenc¨¦ a trabajar de taxista en Teher¨¢n, pero este cometido no me permit¨ªa subsistir. Centenares de j¨®venes sin trabajo compet¨ªamosen el mismo oficio.
Sin embargo, pese a los problemas existentes, volvimos a sacar a la calle el diario. En ¨¦l escrib¨ªamos los problemas que mi pa¨ªs sufr¨ªa en medio de una atm¨®sfera dictatorial. Sab¨ªamos que no deb¨ªamos hacerlo pero lo hicimos hasta el mes de marzo de 1980, fecha en la cual las autoridades decidieron cerrar definitivamente el diario por su oposici¨®n al r¨¦gimen.
Lo hicieron poco antes de que el diario Mizan pasara a ser controlado por el ingeniero Mel¨ªdi Bazarg¨¢n, que por aquella ¨¦poca era ministro de la Rep¨²blica Isl¨¢ntica. El otro peri¨®dico importante, Revoluci¨®n Isl¨¢mica, depend¨ªa directamente de Abolhassan Banisadr.
Ten¨ªa que encontrar un trabajo que no fuese en contra de mis ideas y fue entonces cuando unos amigos m¨ªos, que eran dise?adores profesionales de publicidad, me encontraron un trabajo en una revista que trataba de agricultura. El salario que ganaba era muy bajo. Ellos me hicieron prometer que los art¨ªculos que escribiera no atacar¨ªan al r¨¦gimen de Jomeini, pero yo me preguntaba: ?es acaso posible separar la econom¨ªa de la pol¨ªtica? Permanec¨ª tres meses en aquella revista.
El 1 de junio de 1981, la polic¨ªa de Jomeini, los pasdar¨¢n, mat¨® a 200 personas y detuvo a 1.000 en el curso de una manifestaci¨®n de m¨¢s de 300.000 personas. Diez d¨ªas despu¨¦s, vino de los grupos revolucionariosde oposici¨®n coloc¨® una bomba en uno de los ministerios de la Rep¨²blica y perecieron 200 personas. Desde entonces, el Gobierno de Teher¨¢n mand¨® ejecutar a todas las personas que se opusieran al r¨¦gimen.
El anuncio en todos los peri¨®dicos de que el Gobierno interrogar¨ªa a todos los cl¨¦rigos de baja clase, para extraer de ellos los nombres de todos los revolucionarios, me oblig¨® a abandonar la habitaci¨®n que ocupaba en la zona sur de Teher¨¢n. Me fui a la casa que mi padre ten¨ªa en un pueblecito de Ir¨¢n.
All¨ª me result¨® todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil vivir. Los vecinos sol¨ªan preguntarme por qu¨¦ hab¨ªa regresado a la casa de mi padre despu¨¦s de tantos a?os ausente de ella. Aquellas preguntas hac¨ªan sentirse muy preocupados a mis padres.
Con los 'pasdar¨¢n' en los talones
Era la ¨¦poca en la que los pasdaran acostumbraban a arrestar a gran cantidad de j¨®venes en todas partes, ya que los revolucionarios permanec¨ªan en silencio y ocultos, esperando el momento oportuno para comenzar los ataques. La polic¨ªa registraba las casas de d¨ªa y de noche para detener a cualquier joven sospechoso.
Continuamente o¨ªamos por la radio o la televisi¨®n: "Nosotros ejecutamos diariamente cincuenta personas". Evidentemente, esta cifra no inclu¨ªa a todos aquellos que mor¨ªan en las c¨¢rceles bajo la tortura. La preocupaci¨®n y el temor no eran, sin duda, la soluci¨®n de mi problema.
Un buen d¨ªa, cog¨ª mi pasaporte y escap¨¦. March¨¦ a Bandar Abbas, uno de los puertos mercantiles de Ir¨¢n con el prop¨®sito de embarcarme en uno de los numerosos buques que de all¨ª sal¨ªan. Permanec¨ª veinte d¨ªas en este puerto, pero la vigilancia era muy intensa. Todas las salidas estaban cerradas por aquella v¨ªa.
Al poco, tom¨¦ un autob¨²s. Tras 17 horas de viaje, llegu¨¦ a Zahed¨¢n, una ciudad iran¨ª cercana a la frontera con Pakist¨¢n. Dos horas de camino y pod¨ªa ser libre. Pero atravesar la zona era una tarea ¨ªmproba, dada la vigilancia a la que se hallaba sometida por los pasdar¨¢n. Cientos de personas, que murieron en la c¨¢rcel de Zahed¨¢n, probaron la dificultad de cruzar desde all¨ª la frontera.
En Sust¨¢n-Baluchist¨¢n, provincias contiguas a Pakist¨¢n por el Este, una zona eminentemente agr¨ªcola, la mayor parte de sus pobladores emigraron hace 45 a?os cuando el Gobierno de Kabul cort¨® el r¨ªo Mirmad. Solo una minor¨ªa de sus moradores permanece todav¨ªa all¨ª. Todas aquellas gentes, que carec¨ªan de granjas y de tierras, comenzaron a comerciar con drogas y tambi¨¦n con personas, a las que ayudaban a abandonar Ir¨¢n a cambio de fuertes sumas de dinero.
Los precios de estas sacas subieron mucho a partir del momento en el que ayudaron a escapar de Ir¨¢n a la mujer del derrocado presidente Abolhassan Banisadr, y a sus tres hijos. El precio para escapar era, seg¨²n me dijeron, de medio mill¨®n de pesetas por persona. Yo no ten¨ªa aquella suma de dinero, por lo cual permanec¨ª tres meses m¨¢s en Sahed¨¢n, hasta que encontr¨¦ un afgano que me asegur¨® que por 200.000 pesetas, me sacar¨ªa de Ir¨¢n.
Me dijo que viajar¨ªamos a Cuit¨¦, otra ciudad fronteriza con Pakist¨¢n y Afganist¨¢n. Tambi¨¦n me dijo que tendr¨ªamos que conseguir documentos ilegales para abandonar el pa¨ªs hacia Pakist¨¢n. Conseguimos dos trajes afiganos y una tarde nos acercamos a la aduana iran¨ª. Permanecimos all¨ª hasta la noche y emprendimos camino a pie. Tras cruzar una monta?a, llegamos a territorio pakistan¨ª tres horas despu¨¦s. Rodeamos la aduana de Pakist¨¢n y dos horas m¨¢s tarde, nos hall¨¢bamos ya en Afganist¨¢n.
Esa parte del pa¨ªs se llama Robat. Desde este ¨¢rea hasta la primera ciudad afgana median unos 300 kil¨®metros. Las gentes de esta regi¨®n viven de la compra-venta de armas y del tr¨¢fico de drogas, hachis y hero¨ªna fundamentalmente. Hay sin embargo grupos de muyaidines isl¨¢micos de Afganist¨¢n, que se oponen al Gobierno ole Kabul y al militarismo sovi¨¦tico. Esas gentes llegaron muy poco antes a Robat para prepararse militarmente. La zona era buena para la lucha, ya que resulta muy dif¨ªcil de controlar. Todos los guerrilleros, pakistan¨ªes y afganos, iban provistos de armas y se entrenaban disparando sobre blancos.
Estuvimos esperando m¨¢s de dos d¨ªas un autom¨®vil, que deb¨ªa llevamos desde Robat hasta Taft¨¢n, frontera entre Ir¨¢n y Pakist¨¢n, y desde all¨ª hasta Karachi, donde pensaba tomar un avi¨®n y volar hacia Espa?a.
Durante estos d¨ªas pude ver m¨¢s de veinte camiones cargados cada uno con m¨¢s de 300 kilos de opio. La mayor parte de los, compradores eran iran¨ªes. Escuch¨¦ entonces que algunos de estos compradores cierran operaciones por valor de cien millones de pesetas.
Un amigo en Karachi
En un cami¨®n viajamos hasta Taft¨¢n en siete horas, y en otras 17 m¨¢s volvimos a Cuit¨¦. All¨ª, mi gula estuvo buscando a un amigo para que le sellara mi pasaporte. Entonces me dijo que deb¨ªa regresar a Ir¨¢n, lo cual me supon¨ªa viajar s¨®lo hasta Karachi. Le d¨ª 150.000 pesetas y me di¨® la direcci¨®n. de un amigo suyo en Karachi.
Despu¨¦s de 16 horas de tren, me encontraba en Karachi, solo, y con un pasaporte falso, sin saber que hacer. Me dirig¨ª a la direcci¨®n donde mi gu¨ªa me hab¨ªa indicado y all¨ª encontr¨¦ a un pakistan¨ª que me aloj¨¦ como a un buen amigo durante dos semanas.
El d¨ªa lo consum¨ªa paseando por las sucias calles de Karachi, entre negros altos y delgados. Recuerdo un lugar en Karachi que se llamaba el Hill Park, con calles muy bellas, y tambi¨¦n otro, el Shah Feisal Sreet, donde habitan europeos y americanos, entre coches lujosos americanos y japoneses, con amplios parques y bonitos edificios. Entre las dos zonas de la ciudad el contraste era muy grande.
Karachi se parec¨ªa mucho al Teher¨¢n entre 1961 y 1966, cuando el sha Pahlevi dej¨® en manos de los americanos el control de gran parte de Ir¨¢n. Pod¨ªa hallarse all¨ª mucha gente pobre, sin cultura alguna, hambrienta y sin trabajo.
Despu¨¦s de dos semanas termin¨¦ todo aquello que deb¨ªa hacer. El 1 de abril de 1982 abandon¨¦ Pakist¨¢n y llegu¨¦ a Madrid. Aqu¨ª, mi vida no ha tenido nada de especial. Veo mi futuro entre mucha obscuridad. Sin embargo, pienso encontrar una vida mejor para m¨ª y para mi gente, ayudarla a escapar de la dictadura y conseguir para Ir¨¢n un futuro bello.
Ir¨¢n hundi¨® al sha y a los americanos, con sus 70.000 muertos y miles de mutilados durante la revoluci¨®n.
Durante los tres a?os de r¨¦gimen de Jomeini, Ir¨¢n ha visto morir a m¨¢s de 13.000 personas y en sus c¨¢rceles se encuentran m¨¢s de 40.000 presos. En esta situaci¨®n, ?debemos esperar a que las antiguas leyes del islam penetren en los cerebros de todos los iranies? ?Debemos continuar la guerra con Irak, que no es m¨¢s que una excusa para Jomeini, para que el pueblo iran¨ª piense sobre ello? ?Por qu¨¦ han muerto en esta guerra m¨¢s de 130.000 personas y m¨¢s de dos millones se encuentran sin hogar?
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