?ndice de quejas y asombros
La fiesta de los toros produce gestos de hermanamiento entre los pueblos ib¨¦ricos, como dec¨ªa antes la literatura oficial. Si no, que alguien explique c¨®mo es posible que un torero portugu¨¦s, V¨ªctor M¨¦ndes, es capaz de engendrar una pe?a taurina en ?Villarejo de Salvan¨¦s!. Pues ah¨ª estaban, llenos de entusiasmo, exhibiendo en una barrera del cuatro una impolut¨ªsima pancarta acreditativa.Para mayor abundamiento, los componentes de esta curios¨ªsima pe?a hab¨ªan acudido a la plaza provistos de un racial conejo, con el premeditado objetivo de variar el aburrido esquema de objetos que se arrojan a los matadores en el transcurso de la triunfal vuelta al ruedo. A punto estuvieron los de Villarejo de ver frustrados sus deseos, pues el ¨ªdolo portugu¨¦s, que efectivamente recorri¨® el anillo, no repar¨® en la presencia de sus entusiastas hasta que se encontr¨® el conejo en sus mismas fauces; en ese instante, el roedor era m¨¢s arma arrojadiza que detalle de homenaje.
Tampoco estaba mal la pancarta de una llamada "Pe?a Taurine C?te Basque", cuya presencia en la plaza, muy de agradecer, se entend¨ªa poco, dado que los matadores pertenec¨ªan a tan distantes geograf¨ªas como Sanl¨²car de Barrameda, la Soria machadiana (que tambi¨¦n estuvo representada en la plaza a trav¨¦s de un mantel de la Casa de Soria, en Madrid),y Vilafranca de Xira. Pero, ya dec¨ªamos al principio, la fiesta hermana, y a veces hasta aprima.
Algunos aficionados, ped¨ªan ayer que la empresa tomase en¨¦rgicas medidas para evitar la molest¨ªsima plaga de mosquitos que asola incansablemente espaldas y espinillas. Con benevolencia, tales quejosos no pensaban que el acoso de los d¨ªpteros fuese estratagema, como maledicentemente se, atribu¨ªa a Camar¨¢, para que los asistentes a la corrida agitasen sus pa?uelos para alejar la plaga, gesto que autom¨¢ticamente entender¨ªa el presidente como justificativo para la concesi¨®n de f¨¢ciles trofeos.
Otra queja habitual en los tendidos es el extra?o sonido del motor de las avionetas que, machaconamente, aran los cielos de la plaza. Si tal ruido es debido a la escasez de lubricantes y mantenimiento, como muchos sospechan, no ser¨ªa de extra?ar que cualquier d¨ªa aterrizara uno de estos aparatejos-anuncio, (uno de los cuales anunciaba ayer, ?v¨¢lgame Dios!, un cabaret), sobre el morrillo de un murube o sobre la gorra fastuosa del mayoral de la plaza, don Ferm¨ªn Mondaray Mosul¨¦n, que ya es nombre para un se?or vestido de corto.
Venimos observando, d¨ªa tras d¨ªa, a Fernando Conde, el hombre de las barbas del grupo Martes y Trece, m¨¢s habitual que Ignacio Aguirre en las corridas de San Isidro. Tal se?or no ha conseguido sonre¨ªr una sola vez. Esto no va bien.
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