Como el farinato
En las tierras donde pas¨® su juventud Julio Robles, all¨¢ por los confines de Salamanca, se acostumbra a fabricar y consumir el llamado farinato, subespecie alimenticia de la que, no obstante, se muestran muy orgullosos los charros. Consiste el mentado manjar en una masa de harina mojada (o quiz¨¢ miga de pan, que me perdonen los expertos), generosamente aderezada con piment¨®n, lubricada con pizca de manteca o aceite, y sabiamente especiada con alguna fina hierba campestre, que se embute en tripa y cura al fr¨ªo o al humo, como guste el artesano de cada lugar.De tan somera descripci¨®n podr¨¢ obtenerse el f¨¢cil corolario de que el llamado farinato es como un chorizo, pero sin carne ni tocino; o sea, que no es chorizo.
Pues de eso hubo mucho ayer en la plaza de las Ventas. Muchos toros que tan solo parec¨ªan; muchos toreros que simplemente lo intentaban; monosabios que huelgan; cabestros que no salen; clarineros que titubean. Es decir: apariencia, nada m¨¢s que apariencia. Como el farinato, el chocolate sin cacao o la achicoria.
Y de repente se cae, con un puntazo en el anca, un caballo de picar. El caballero propietario de? castore?o abandona a su suerte al semoviente tumbado. Y, para sorpresa general, no aparece en la plaza un solo monosabio. ?Est¨¢n en huelga!, apunta un enterado. ?Tienen gran cabreo!, dice otro, sin dar fe de las razones. ?Viva la democracia!, jalea un gracioso. Pasan los minutos angustiosos y nadie socorre al animal. En el ¨ªnterin, Ferm¨ªn Mondaray Mosul¨¦n debe ejercer las funciones de cabestro, con perd¨®n, para llevarse devuelto a los corrales al autor de la pu?alada al ¨¦quido.
Por fin, anud¨¢ndose a toda prisa la blusilla roja de ordenanza y cal¨¢ndose al trote la gorra reglamentaria, aparece en el ruedo un esquirol, que de lejos se parece al ayudante del mayoral, y consigue incorporar al caballo herido, para lo que, previamente, ha debido desnudarle de la pesada carga del peto. Todo un strep-tease caballar, que sonroja a m¨¢s de uno.
Es de suponer que, con el tiempo, queden aclaradas las razones de la ausencia de los monosabios, que podr¨ªan haber hecho suspender el espect¨¢culo. El director de lidia, en uso de sus atribuciones, podr¨ªa haberse negado a torear el tales condiciones. No fue el caso, porque, al tercero de la tarde, ya hab¨ªa ayudantes para los picadores, aunque alguno, sospechosamente, parec¨ªa reclutado a bastonazos.
Mientra se resolv¨ªa el incidente, y El Lupas avivaba el mag¨ªn para inventarse alguna gloriosa frase, el sufrido espectador especulaba preocupado sobre la corrida de la Beneficencia, en la que, dicen, Anto?ete va a torear victorinos. Unos dicen que es capaz; otros, moviendo la cabeza, aseguran que ya no ¨¦st¨¢ para esos trotes. Eso ya no es farinato.
Babelia
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