La crisis que no cesa
LA TENSA reuni¨®n del Comit¨¦ Central del PCE de la pasada semana concluy¨® con una resoluci¨®n mayoritaria que solicitaba en su punto del secretario general que retirara su dimisi¨®n, a lo que Santiago Carrillo ha accedido; aceptaba en su punto 10 la baja de Camacho como miembro del Comit¨¦ Ejecutivo, y ped¨ªa en su punto 9 a Nicol¨¢s Sartorius que reconsiderara su dimisi¨®n, sugerencia que el vicesecretario general ha rechazado. El debate ha sido una nueva manifestaci¨®n de los problemas que vienen arrastrando los comunistas desde que las elecciones generales de 1979 confirmaron su modesta implantaci¨®n electoral y la ruptura de la pol¨ªtica del consenso margin¨® a Santiago Carrillo de la elaboraci¨®n de las decisiones en las ¨¢reas de gobierno.La estrategia, eurocomunista, orientada a arrebatar a los socialistas segmentos importantes de su base electoral, entr¨® en una profunda crisis cuando mostr¨® su inoperancia para atraerse, de forma cuantitativamente significativa, los votos populares de la sociedad espa?ola. Es l¨®gico que la hecatombe electoral del 23 de mayo en Andaluc¨ªa, donde los comunistas han perdido alrededor de un 40% de sus simpatizantes en relaci¨®n con los comicios de marzo de 1979, reabriera unas heridas sin cicatrizar y diera lugar a una nueva crisis.
Las desventuras electorales del PCE han sido diagnosticadas de nianera diametralmente opuesta por los simpatizantes de las tendencias prosovi¨¦ticas y por los partidarios de las corrientes renovadoras. Para los prosovi¨¦ticos, los sucesivos fracasos ante las urnas deben ser endosados al viraje eurocomunista y no tienen otra medicina que el regreso a las viejas tradiciones, a las s¨®lidas certidumbres y a las se?as de identidad hist¨®ricas de los comunistas, desde el alineamiento internacional con la Uni¨®n Sovi¨¦tica hasta la rehabilitaci¨®n de los dogmas destronados de la dictadura del proletariado, el canon del marxismo-leninismo y la concepci¨®n del PCE como una vanguardia monol¨ªtica. La escisi¨®n de los prosovi¨¦ticos del PSUC, formalmente constituidos como partido de los comunistas de Catalu?a, y los avanzados trabajos fraccionales de corte prosovi¨¦tico en el resto de Espa?a muestran que de la cr¨ªtica este sector ha pasado a la pol¨ªtica pr¨¢ctica.
Por el contrario, los renovadores atribuyen el estancamiento general del PCE a la falta de adecuaci¨®n entre los planteamientos eurocomunistas hacia el exterior y la persistencia de las viejas maneras hacia el interior; esto es, la incongruencia entre una l¨ªnea pol¨ªtica innovadora y unos criterios organizativos lle colorido estaliniano. La cr¨ªtica se prolonga a la negativa imagen del PCE que transmiten a sus potenciales, electores los hombres y mujeres de la vieja guardia, formados en la guerra civil y en el exilio, y a la propuesta de que sean los renovadores quienes encarnen ante la sociedad civil ese eurocomunismo que ha roto casi todas sus vinculaciones te¨®ricas, ideol¨®gicas y pol¨ªticas con la tradici¨®n de la III Internacional.
La fuerte personalidad de Santiago Carrillo fue respetada durante largo tiempo por los renovadores, que le invitaban a llevar las premisas contenidas en Eurocomunismo y Estado hasta sus ¨²ltimas conclusiones l¨®gicas y organizativas. Sin embargo, los temores de Carrillo a que un rejuvenecimiento demasiado extenso de los cuadros dirigentes engrosara la tendencia prosovi¨¦tica y su resistenciaa una mayor democratizaci¨®n interna limitadora de sus poderes han transformado la anterior alianza con los renovadores en un enfrentamiento sin cuartel. Nicol¨¢s Sartorius, que se mantuvo cr¨ªticamente leal al secretario general cuando fueron defenestrados Manuel Azc¨¢rate y sus compa?eros, ha sido acusado ahora de conciliador. Sartorius, con dieciocho a?os de militancia comunista, varios a?os de c¨¢rcel sobre sus espaldas y un gran prestigio en Comisiones Obreras, sale del conflicto con la autoridad-moral y pol¨ªtica de que su dimisi¨®n era de verdad y no de boquilla.
Marcelino Camacho tambi¨¦n se hab¨ªa hecho sospechoso por sus actitudes conciliadoras hacia los discrepantes y por sus propuestas de democratizaci¨®n interna. Sin embargo, su sugerencia de que Santiago Carrillo cediera la secretar¨ªa general a Nicol¨¢s Sartorius y pasara a ocu par la presidencia del PCE ha sorprendido a todos por su audacia. El secretario general de Comisiones Obreras ha exigido, de afiadid¨²ra, una mayor independencia de la central sindical respecto al partido pol¨ªtico que la alumbr¨® y apoy¨®. Las razones de la posici¨®n de Camacho no son caprichosas. Se calcula que casi un 50% de los afilia dos y simpatizantes de Comisiones Obreras apoy¨® al PSOE en marzo de 1979, pese a la previa recomendaci¨®n de voto comunista hecha por la direcci¨®n sindical. De otra parte, los prosovi¨¦ticos tienen una fuerte implanta ci¨®n en la central mayoritaria y el traslado de las discre pancias internas del PCE a CC OO podr¨ªa deteriorar muy seriamente a una organizaci¨®n sindical que pierde paulatinamente terreno ante la estrategia de negociaci¨®n de UGT.
La resoluci¨®n del Comit¨¦ Central subraya la necesidad de una corresponsabilidad de los ¨®rganos de la direcci¨®n, f¨®rmula que debe entenderse como la negativa d¨¦ Carrillo a que hombres como Sartorius y Camacho puedan apadrinar posturas, interpretaciones o propuest¨¢s que resulten m¨¢s ajustadas a los hechos que las oficiales. La alusi¨®n al "desarrollo y clarificaci¨®n de la pol¨ªtica sindical" del PCE parece apuntar al deseo de devolver aCC 00 su papel de'correa de transmisi¨®n del partido. La promesa de investigar las causas de la hecatombe andaluza y la preocupaci¨®n por las pr¨®ximas elecciones generales muestra el papel de los reiterados fracasos ante las urnas en la interminable crisis comunista. No parece, sin embargo, que ninguna de las partes en conflicto dentro del PCE hayan advertido la verdadera naturaleza del problema. Porque la alarma de los comunistas ante la bipolarizaci¨®n pol¨ªtica en Espa?a no se corresponde con su estrategia de reforzar esa bipolarizaci¨®n mediante la coerci¨®n ejercida sobre el PSOE para un Gobierno de izquierda en Asturias o con su campa?a de Juntos podemos en Andaluc¨ªa. Cuyo ¨²nico sentido objetivo era tratar de justificar los llamamientos de Fraga a la otra alianza, sim¨¦tricamente opuesta, en la derecha.
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