El juicio de Almer¨ªa

( ... ) Es comprensible, desde luego, que se preste una atenci¨®n espec¨ªfica a los sucesos de Almer¨ªa, que acabaron tan dram¨¢ticamente con la muerte de unas j¨®venes vidas: obviamente, no estamos en los tiempos de Narv¨¢ez, en los que un suceso como ¨¦ste no hubiera significado absolutamente nada. Pero, sin duda alguna tambi¨¦n, tienen toda la raz¨®n los almerienses que se extra?an de la afluencia de periodistas a un juicio como el que se est¨¢ celebrando por aquellos acontecimientos, porque a estas alturas de 1982 deber¨ªa parecer lo m¨¢s natural: quien est¨¢ acusado de haber transgredido la ley -haya ocurrido esto o no, que para dilucidar eso est¨¢ ante los tribunales- debe ser juzgado, independientemente de su condici¨®n: baja, alta o media, civil, militar o eclesi¨¢stica. Eso significa vivir en la ley y con el derecho, y no parece que de una cosa as¨ª pueda hacerse un acontecimiento nacional. Se trata de la pura rutina de la administraci¨®n de justicia, y desgraciado el pa¨ªs en que esa administraci¨®n de justicia no fuera una rutina o hubiera que extra?arse de que un teniente coronel o el archip¨¢mpano de las Indias estuviera ante un tribunal. ( ... ) 17 de junio