Conductas sospechosas
Cuando hace algunas semanas escuchaba al fil¨®sofo franc¨¦s Jacques Derrida referirse, en San Sebasti¨¢n, a su reciente experiencia kafkiana como v¨ªctima de I'iniqu¨ªt¨¦ de l'Etat, en su caso el Estado checoslovaco, ignoraba de qu¨¦ manera iba yo a serlo pronto del nuestro.En efecto, el pasado d¨ªa 5, a las ocho de la tarde, tras haber visitado la Feria del Libro y antes de dirigirme a un concierto, entr¨¦ a realizar una compra en unos grandes almacenes situados en la zona m¨¢s c¨¦ntrica de Bilbao (actividades todas ellas a cual m¨¢s delictiva, como puede apreciarse). Pues bien, en la puerta misma de salida fui abordado por una persona armada, a la que identifiqu¨¦ por su uniforme como miembro de la Polic¨ªa Nacional, la cual me exigi¨® mi DNI ("control urbano", en la jerga t¨¦cnica). Una vez entregado el documento y recuperado un m¨ªnimo de mi aliento tras el sobresalto, me atrev¨ª a esbozar una t¨ªmida interrogaci¨®n sobre la causa de tan brusca requisitoria, a lo que el funcionario, tras permitirse en tono despectivo negar incluso el que yo viniera realmente de hacer compras (?y ello con el embalaje bien visible en la mano!) respondi¨® en plan chulesco: "Porque yo soy eh,pa?ol y t¨² ere'h vah'co, y los vah'cos sois todos despreciables y ah'querosos" (sic). Aserto este curiosamente separatista que no se me pas¨® por las mientes contradecir en lo m¨¢s m¨ªnimo, no ya por no tener muy claro en qu¨¦ consisten esas dos categor¨ªas, al parecer tan contrapuestas, sino comprensiblemente por mi radical indefensi¨®n frente a tal energ¨²meno armado.
Sin salir de mi asombro, y mientras ¨¦l insist¨ªa provocativamente en sus insultantes afirmaciones, fui conducido junto a una furgoneta policial aparcada, entre otras muchas, a poca distancia. All¨ª, seg¨²n parece, se verific¨® mi identidad y quiz¨¢ tambi¨¦n se hizo algo m¨¢s, pues se me amenaz¨® con hacerme un regalo del que pronto me enterar¨ªa".
Sospecho, por desgracia, de qu¨¦ clase de inmerecido regalo puede tratarse: suele tener consecuencias irreparables a la hora de solicitar el pasaporte o la pr¨®rroga al servicio militar, pues no he sido la primera v¨ªctima de tal generosidad, demasiado generalizada por aqu¨ª, ni ser¨¦ la ¨²ltima.
Como ignoro la forma de librarme cort¨¦smente del indeseable agasajo y tampoco soy tan ingenuo como para salir invocando la Constituci¨®n a estas alturas, no me queda otro recurso que el impotente derecho al pataleo y la p¨²blica denuncia para general conocimiento.Quisiera, eso s¨ª, que el se?or Ros¨®n me sacara de algunas dudas que no he podido impedir florecieran en mi fuero interno (?lejos de m¨ª el haberlas exteriorizado a su expeditivo representante bilba¨ªno!):
Estas vejaciones indiscriminadas contra la poblaci¨®n, ?forman parte de sus esforzados planes para pacificar Euskadi, de los que tanto se habla por ah¨ª? ?O se celebran tan s¨®lo para conmemorar alguna efem¨¦rides particularmente destacada, como el primer aniversario del caso Almer¨ªa, etc¨¦tera? ?O son pura aplicaci¨®n directa de sus recientes sugerencias sobre conductas sospechosas"? ?Debo, por tanto, arrepentirme de ser joven y barbudo, llevar vaqueros y tener alguna extra?a costumbre, como, por ejemplo, ir silbando por la calle cuando estoy alegre o simplemente cuando me embarga la melancol¨ªa? /
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