El otro c¨¦sped
Ustedes perdonen, no quisiera molestar. Ya s¨¦ que el c¨¦sped que m¨¢s les preocupa. ahora es rectangular y rematado por una porter¨ªa en cada extremo. Pero a unos cuantos sigue interes¨¢ndonos principalmente otro c¨¦sped (al que llamamos, en malvin¨¦s, turf), un largo prado que se estira y se enrosca, sobre el que se esfuerzan purasangres que -en algunos casos- valen m¨¢s que un traspaso de Maradona.Ver correr a unos o a otros tanto da, me dir¨¢n ustedes: el caso es pasar el rato. Pero yo, qu¨¦ quieren, pienso como Cioran: "?Qu¨¦ l¨¢stima contentarse con ver un hombre donde podr¨ªa verse un caballo!". En fin, cuesti¨®n de gustos.
El caso es que nosotros, los del turf, hemos llegado felizmente a nuestro gran fin de semana. El Premio Mundial-82, el Gran Premio de Madrid, todo en 48 horas... Para nosotros es algo as¨ª como asistir a la ansiada final. Cierto que el Premio del Mundial pudo haber sido algo realmente hermoso y se ha quedado finalmente en un encuentro casero; pero es que habr¨ªa que haberlo preparado con antelaci¨®n suficiente, con imaginaci¨®n, sobre una distancia menos extravagante, con una mejor dotaci¨®n, quiz¨¢ por invitaci¨®n, como el Washington International, etc¨¦tera... Una carrera del grupo I con pretensiones de gancho internacional no se improvisa, aunque, por si ustedes no lo saben, debo decirles que la directiva de nuestro hip¨®dromo es una de las m¨¢s inimaginativas, retr¨®gradas, rutinarias y olig¨¢rquicas de las directivas de este pa¨ªs. ?C¨®mo, que todas las dem¨¢s son iguales o peores? Perdonen ustedes, pero yo no estoy aqu¨ª ahora para hacer pol¨ªtica.
Nos queda, en cualquier caso, el Gran Premio de Madrid. Casi todos debemos nuestra personalidad m¨¢s a nuestros defectos que a nuestras virtudes: esta carrera no es una excepci¨®n. Acusado de ser un handicap atrofiado, pr¨®digo en caprichos inexcusables a la hora de atribuir pesos, el Gran Premio madrile?o conserva, a pesar de ello -y quiz¨¢ por ello-, una especial emoci¨®n. Puede que su encanto provenga de que es adecuada met¨¢fora de la vida misma: en efecto, en esta prueba se enfrentan por vez primera lo m¨¢s granado de la joven generaci¨®n con sus temibles mayores, y dicen los expertos que tal encuentro se efect¨²a en las condiciones m¨¢s aleatorias y menos cercanas al equilibrio de las carreras cl¨¢sicas. Pues bien, ?no es as¨ª como todas las generaciones han de medirse unas con otras? ?Acaso no ha sido en la sorpresa, la casualidad y el disparate como nos alzamos por vez primera contra nuestros padres y como vemos venir contra nosotros a nuestros hijos?
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