El espectador de f¨²tbol
El reconocimiento m¨¦dico del t¨ªpico espectador de f¨²tbol dar¨ªa, probablemente, un diagn¨®stico parecido a ¨¦ste. Gran resistencia f¨ªsica al fr¨ªo, al calor y, sobre todo, al duro banco -r¨ªanse ustedes de la galera turquesa gongorina- que durante muchos a?os ha sido el ¨²nico asiento de los aficionados que no estaban de pie. Coraz¨®n: fabuloso, porque los dos o tres muertos por infarto que se dan en los estadios espa?oles en una temporada no son nada ante las angustias, las esperanzas, las alegr¨ªas y los dolores que tiene que soportar esa v¨ªscera durante hora y media cada quince d¨ªas. Brazos: fuertes por la continua gimnasia de elevarlos al cielo cuando se mete un tanto o en la ira b¨ªblica ante la tremenda injusticia que se acaba de hacer a su equipo. Las manos tambi¨¦n han adquirido una dureza especial gracias al entrenamiento continuo de golpear unas contra las otras en el aplauso. En general, buena garganta, capaz de elevarse en el ?ay! del bal¨®n que se estrella en el larguero, en el ?bravo! o ?muy bien! ante el pase acertado o el igoool! con que el p¨²blico ratifica verbalmente un hecho incontrovertible ocurrido all¨ª ante la vista de todos.Y, sin embargo, el diagn¨®stico no es tan obvio como aparece y esa vista es precisamente el punto en el que los especialistas m¨¦dicos no dar¨ªan un certificado de salud tan positivo como en los casos anteriores. La capacidad visual del espectador de f¨²tbol no act¨²a sobre valores absolutos como en la gente que no va al estadio; es decir, que en el caso de un forofo, de un fan, de un seguidor, las dioptr¨ªas var¨ªan de forma impresionante seg¨²n sea la jugada que est¨¢n presenciando.
Por ejemplo. Los situados detr¨¢s de una porter¨ªa ven perfectamente la l¨ªnea de penalti del lado que tienen m¨¢s lejano, por lo que pueden apreciar si la zancadilla que se ha realizado a un delantero ha sido dentro o fuera de la l¨ªnea que marca el "¨¢rea peque?a". Esa posibilidad implicar¨ªa naturalmente una visi¨®n perfecta (20/20 que dicen los americanos), si no fuera que, asombrosamente, mientras la mitad de ese p¨²blico ve perfectamente que la falta al delantero ocurri¨® fuera del ¨¢rea con la misma seguridad, la otra mitad ve que ocurri¨® dentro. No hay que a?adir que ese dictamen depende exclusivamente de que el delantero sea del equipo de uno o no lo sea.
En cuanto a lo intelectual, un m¨¦dico primerizo diagnosticar¨ªa en el espectador de f¨²tbol una inteligencia privilegiada. Hay que ver con qu¨¦ seguridad se pasa el partido explicando a los jugadores c¨®mo deben de llevar la pelota, a qui¨¦n deben pasar y cu¨¢ndo es su deber enviar el bal¨®n a las mallas. Pero hay algo que a m¨ª siempre me ha asombrado de esas advertencias y admoniciones, y es su inconsistencia l¨®gica. Por ejemplo: un delantero coge la pelota, regatea ¨¦l solo a cuatro contrarios, se planta ante el portero y ?gooo! Ovaci¨®n de gala. Pero unos minutos despu¨¦s, ese mismo jugador, animado por el ¨¦xito, coge el bal¨®n, burla a dos contrarios, le quitan el esf¨¦rico... y la misma persona que antes le ovacionaba le chifla: "?Hay que pasar! ?Hay que pasar!"', y luego, mirando alrededor mientras maneja el puro como un puntero, se?alando al avergonzado que fue antes h¨¦roe: "?As¨ª no hay manera, el juego ha de ser de conjunto... Soltar la pelota al primer. toque! ?As¨ª no conseguiremos nada!". Y el pobre jugador de antes va trotando por el campo arropado por los silbidos como antes hab¨ªa estado arropado por los aplausos de la masa y no entendiendo absolutamente nada.
Pero eso ocurre poco y s¨®lo cuando el partido se est¨¢ torciendo. En general, la uni¨®n, el entendimiento del espectador con el futbolista es algo enternecedor. La natural envidia del espa?ol hacia quien destaca (int¨¦rprete o autor) mientras ¨¦l permanece inactivo apenas funciona aqu¨ª gracias a la permisividad con que puede gritarse, agitarse, chiflar e imprecar; el fan no se siente fuera del espect¨¢culo; al contrario, forma parte de ¨¦l, vive con su equipo en lo colectivo y en su jugador en lo individual, y ello quiz¨¢ sea una de las mayores razones de la popularidad del f¨²tbol. Cuando Juanito corre, salta, cabecea, se revuelve, cada uno de los don juanes gordos, adiposos, faltos de fuelle del grader¨ªo se sienten algo m¨¢s que compenetrados con ¨¦l; son ¨¦l mismo. El gol que marca Juanito lo marca en realidad cada uno de los espectadores. De aqu¨ª que sean tantos los que un d¨ªa cada quincena acudan al campo a sentir el goce dionis¨ªaco, casi sexual, de romper la monoton¨ªa cotidiana de la oficina y del hogar y sentirse semidioses.
... Aunque sea por delegaci¨®n.
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