Muerte el Metro
LA INTENSA campa?a de imagen que lleva a cabo desde hace meses el Consejo de Intervenci¨®n del Metro de Madrid no hace olvidar que Madrid tiene un ferrocarril metropolitano anticuado, inc¨®modo, sucio y, sobre todo, inseguro. La invierte accidental e inaudita de un usuario atrapado por las puertas de un vag¨®n en la madrugada del viernes no puede por eso ser una an¨¦cdota m¨¢s en las p¨¢ginas de sucesos de los peri¨®dicos. La indefensi¨®n pol¨ªtica en la que los ciudadanos y consumidores se han desenvuelto durante d¨¦cadas en este pa¨ªs se suma al maltrato habitual que suelen recibir por parte de los funcionarios y empleados de servicios p¨²blicos. Y el corolario de tanta irresponsabilidad a veces, como en esta ocasi¨®n, puede ser dram¨¢tico. Pese al esfuerzo econ¨®mico que est¨¢ haciendo la Administraci¨®n -gestor eventual entre la sociedad an¨®nima que era antes la compa?¨ªa y el Ayuntamiento y la Diputaci¨®n, organismos sobre los que recaer¨¢ la responsabilidad de este transporte-, la realidad es que un 60% de los setecientos vagones del Metro es de los llamados coches antiguos; s¨®lo 130 poseen una cierta modernidad y a¨²n hay material m¨®vil del a?o 1919, en que Alfonso XIII inaugur¨® la l¨ªnea de Sol a Cuatro Caminos. El Metro ha sido un ejemplo casi encarnizado de monopolio privado de un servicio p¨²blico, mientras el lucro lo justificaba, convertido en pesada carga para el erario de los espa?oles una vez que los negocios de especulaci¨®n inmobiliaria en torno a la propia explotaci¨®n del ferrocarril suburbano no bastaban para cubrir los d¨¦ficit de la compa?¨ªa.Contrariamente a lo que sucede en la pr¨¢ctica totalidad depa¨ªses occidentales, hasta que en 1978 se aprob¨® la ley de Desprivat¨ªz aci¨®n del Metro, se permiti¨® que un servicio p¨²blico de tanta importancia -son 1.300.000 los viajeros que transporta a diario- estuviese en manos privadas y con un fin lucrativo casi ¨²nico, que se tradujo durante muchos a?os en una inversi¨®n de cero pesetas en seguridad y en nuevo material. Cuatro a?os despu¨¦s el Metro sigue en situaci¨®n de provisionalidad. Inquietante. El Ayuntamiento de Madrid, que gestionar¨¢ este transporte en un 75%, y la Diputaci¨®n o el futuro ente auton¨®mico, que absorber¨¢ a este organismo en el 25% restante, se niegan con raz¨®n a recibir la compa?¨ªa hasta que se aclare en qu¨¦ situaci¨®n la dejar¨¢ la ley de Financiaci¨®n del Transporte, entregada en las Cortes hace a?os y sumida en el mayor de los olvidos. En los ¨²ltimos a?os la Compa?¨ªa Metropolitano de Madrid ha tenido un d¨¦ficit que se sit¨²a en torno a los 4.500 millones de pesetas. El tema del Metro en Barcelona es a¨²n m¨¢s angustioso que el de la capital de Espa?a.
No ha habido intenci¨®n pol¨ªtica de solucionar el agudo problema de la financiaci¨®n del transporte en las grandes ¨¢reas urbanas. Pasan ministros por el departamento, y el proyecto de ley amarillea en el palacio de la carrera de San Jer¨®nimo. Catorce alcaldes de las principales ciudades espa?olas, entre ellos los de Madrid y Barcelona, acaban de reunirse esta semana para clamar una vez m¨¢s por los cr¨¦ditos suficientes para hacer frente al d¨¦ficit que soportan en materia de transportes urbanos. En este caso han pedido 12.000 millones de pesetas. Para ello han tenido que solicitar la mediaci¨®n de los principales partidos.
Una ciudad, en este caso Madrid, tambi¨¦n se mide por los transportes p¨²blicos que tiene. Urge acelerar la tramitaci¨®n de la ley para responsabilizar al Ayuntamiento y a la Diputaci¨®n en el tema de la seguridad en el Metro. Es preciso establcer claramente las responsabilidades en el caso de la v¨ªctima de ayer, y despejar toda sospecha de que el accidente mortal se debi¨® a algo m¨¢s, o algo menos, que a una imprudencia de la v¨ªctima. El Metro madrile?o dista bastante de tener un ¨ªndice de seguridad aceptable. Y el ciudadano tiene derecho a sentirse seguro en un vag¨®n de metro y a exigir esta seguridad de una Administraci¨®n justamente exigente en el pago de los impuestos. Esto que decimos vale para el accidente del ferrocarril suburbano como para el registrado entre dos trenes en Bustarviejo. La frecuencia de este tipo de sucesos en nuestro pa¨ªs pone de relieve una exasperante mala administraci¨®n de los recursos y una frecuente impunidad de los responsables.
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