El derechazo como instrumento de tortura
ENVIADO ESPECIALLos tres matadores intentaron molernos a derechazos durante la primera parte de la corrida, y en la segunda nos molieron de verdad Estos tres toreros de ayer, y alg¨²n otro que queda por ah¨ª, podr¨ªan llevar en el esport¨®n donde guardan los instrumentos toricidas, junto a la muleta, un l¨¢tigo, para emprenderla a latigazos con el p¨²blico nada m¨¢s hacer el pase¨ªllo. De esta forma, satisfechos sus prop¨®sitos de tortura, a lo mejor la muleta les serv¨ªa para torear.
Sea el manchego D¨¢maso, sea el andaluz Galloso, sea el salmantino Pedro Moya, m¨¢s conocido por "el Ni?o de la Capea", son metaf¨ªsicamente incapaces de esta en un ruedo sin torturar al personal a derechazo limpio. Su capacidad derechacista cuando les ponen un torito bonito, noblet¨®n y flojucho delante y una muleta en la derecha, no conoce l¨ªmites. Nadie en el mundo m¨¢s feliz que estos tres toreros pegando derechazos Es que lo viven.
Plaza de Pamplona
13 de julio. Octava corrida de los sanfermines.Toros del Marqu¨¦s de Domecq, bien presentados, flojos, nobles. D¨¢maso Gonz¨¢lez: Seis pinchazos muy bajos, dos descabellos -aviso- y tres descabellos m¨¢s (bronca). Dos pinchazos, estocada ca¨ªda y dos descabellos (silencio). Jos¨¦ Luis Galloso: Estocada ca¨ªda y tres descabellos (vuelta). Pinchazo y estocada desprendida (petici¨®n minoritaria, vuelta y otra por su cuenta). Ni?o de la Capea: Estocada (silencio). Golletazo vergonzoso (protestas).
Los toritos del marqu¨¦s
Los toritos del marqu¨¦s que por cierto no valen para esta feria, por blandorros, embest¨ªan sin molestar, se ca¨ªan cuando deb¨ªan caerse, met¨ªan la cabeza donde los coletudos quer¨ªan que la metieran -es decir, por la derecha-, segu¨ªan d¨®cilmente el juego. Hubo alguno, como primero y sexto, que a?adieron a la nobleza un pellizco de casta, lo cual fue suficiente para alarmar a sus matadores, que estuvieron a punto de perder los papeles y quiz¨¢ la muleta.
?Oh, que alegr¨ªa si hubieran perdido tambi¨¦n la muleta.
Debe entenderse, por tanto, que el manchego D¨¢maso, a quien correspondi¨® el primer toro, no pudo cuajar la faena de su especialidad -ya se sabe, medio tumbado, agarr¨¢ndose a la chaquetilla para no caerse y con la pa?oleta en la oreja- y que el salmantino Ni?o de la Capea, a quien correspondi¨® el sexto, tampoco, aunque la apunt¨®, citando a zapatillazos. Ambos emplearon para matar la suerte del bajonazo. D¨¢maso, ensay¨¢ndola pinchazo a pinchazo; el llamado Ni?o, de una vez, metiendo el acero en la tabla del cuello, pero por abajo, cerca del brazuelo.
En sus otros toros enchufaron la m¨¢quina de hacer derechazos, la pusieron en marcha y se olvidaron de pararla. Pero, aparte de que la producci¨®n seriada gustaba poco, llov¨ªa, y la gente no les hizo caso. M¨¢s caso hizo, en cambio al andaluz Galloso, que correteaba por el redondel, no por nada, sino porque era incapaz de mandar en los derechazos, y ligarlos, y al rematar cada pase, ten¨ªa que echar una carrera para colocarse de nuevo. El m¨¦rito de este torero estuvo en que consigui¨® pegar m¨¢s derechazos que los otros dos juntos. Si, por ejemplo, D¨¢maso fabric¨® 175 y "el Ni?o" 194, ¨¦l alcanz¨® 404, o m¨¢s.
Ya no sab¨ªamos qu¨¦ decirle para que cambiara el repertorio o entrara a matar. Dese¨¢bamos que ocurriese algo. Por ejemplo, que se le quemara la muleta, pero se puso a llover y, empapada, era imposible. Entonces empezamos a rezar para que lloviera gasolina. El milagro no se produjo, y Galloso, visiblemente henchido de satisfacci¨®n, segu¨ªa, segu¨ªa... Cuando, al fin, pudimos abandonar la plaza, segundos despu¨¦s del golletazo aqu¨¦l, obra del diestro salmantino, zapatillero y derechacista, fantasmag¨¦ricos derechazos nos enturbiaban la mente., y el resto del cuerpo no ten¨ªa mejor suerte, pues la lluvia, torrencial, hecha de goterones como "txapelas", nos hab¨ªa calado hasta los huesos. Otra tarde de semejante tortura y nos dejan para el arrastre.
Babelia
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