Espa?a-CEE: de la frustracion a la imaginacion
No cabe duda de que la solicitud formulada por el Consejo Europeo de un estudio sobre los costes de la entrada de Espa?a y Portugal (en realidad, el ingreso de este segundo pa¨ªs no plantea graves problemas y, de hecho, la negociaci¨®n portuguesa-comunitaria se encuentra en un estadio mucho m¨¢s adelantado que la espa?ola), y sobre las eventuales soluciones a arbitrar, puede verse como un deseo encubierto de aplazar indefinidamente el momento de adhesi¨®n de Espa?a; existen ya numerosos an¨¢lisis pormenorizados y actualizados que cubren todos los aspectos m¨¢s conflictivos de la ampliaci¨®n, y los problemas est¨¢n, por tanto, suficientemente delimitados. Hace pocos d¨ªas, por ejemplo, la Comisi¨®n ha entregado al Consejo un documento -donde expone su punto de vista acerca de las implicaciones de la entrada de Espa?a y Portugal sobre las relaciones entre la CEE y los pa¨ªses terceros del ¨¢rea mediterr¨¢nea (*) -que es, sin duda, uno de los puntos m¨¢s delicados a resolver. Es evidente que no se trata de realizar nuevos informes, sino de que los pa¨ªses miembros consigan alcanzar un efectivo consenso sobre las v¨ªas de salida de la actual crisis comunitaria. Francia ha puesto el ¨¦nfasis en la urgencia de dos temas -que son, desde luego, vitales para la supervivencia de la CEE, pero no los ¨²nicos-: la capacidad de aumentar los ingresos del pre supuesto comunitario, mediante aportaciones m¨¢s cuantiosas de los pa¨ªses miembros, y la reorientaci¨®n de la pol¨ªtica agr¨ªcola co m¨²n, en el sentido de un mayor es fuerzo dirigido hacia las regiones meridionales. Ambas cuestiones son las aristas visibles de un iceberg de grandes dimensiones, y su soluci¨®n interesa tanto a a los pa¨ª ses que hoy forman la CEE como a Espa?a, en la perspectiva de con vertirse en pa¨ªs miembro. Ante la presente circunstancia -en la que se est¨¢ intantando utilizar la eventual adhesi¨®n de Espa?a como factor desencadenante de reformas comunitarias o, en todo caso, como elemento dinaniizador que permita romper una situaci¨®n de par¨¢lisis que se arrastra desde hace ya varios a?os-, cabe reflexionar sobre algunos puntos.No s¨®lo es Francia
La inquietud ante la entrada de Espa?a en la CEE no es exclusiva de Francia, ni pueden explicarse los retrasos en la negociaci¨®n s¨®lo como consecuencia de intereses electoralistas de este pa¨ªs: en la re ci¨¦n celebrada reuni¨®n del Consejo Europeo, arriba mencionada, tambi¨¦n Italia y la Rep¨²blica Federal de Alemania colaboraron en su resultado final. Las ideas, por tanto, de que Italia, a pesar de compartir con Francia los problemas espec¨ªficos de los cultivos mediterr¨¢neos, representaba una opci¨®n diferente en la evoluci¨®n de las relaciones entre Espa?a y la CEE, o de que en la Rep¨²blica Federal de Alemania primaban los intereses a favor de la ampliaci¨®n hacia el Sur -vista como una posible apertura de nuevos mercados de exportaci¨®n-, deben ser revisadas. Las dificultades en el avan ce de la negociaci¨®n hispano-comunitaria son una prueba de que las tan manidas motivaciones pol¨ªticas de parte de los pa¨ªses miembros, para proceder a la ampliaci¨®n, no son m¨¢s fuertes que las razones econ¨®micas que la obstaculizan.
La clase dirigente espa?ola, a partir de lo anterior, deber¨ªa superar una inercia que viene de la ¨¦poca franquista y por la que se identifica la pertenencia a la CEE como un hecho imprescindible para consolidar la democracia en este pa¨ªs, e intentar medir tambi¨¦n, como hacen nuestros improbables socios, si las motivaciones pol¨ªticas justifican la opci¨®n econ¨®mica de formar parte de un proyecto de integraci¨®n europea en pleno deterioro: "un proyecto agotador", tal como defin¨ªa Celso Furtado a la Comunidad.
Se trata, quiz¨¢, de desmitificar esa inevitabilidad de nuestra entrada en la CEE, que ha te?ido de tintes casi dram¨¢ticos los retrasos sufridos por la negociaci¨®n. Desde el punto de vista pol¨ªtico, cabe decir que existen tantas modalidades de pertenecer a la Europa occidental como paises hay en ella, ya que esta diferenciaci¨®n ni siquiera desaparece en el interior de la CEE, donde los ejemplos son incontables: cada Estado ha mantenido y defiende su propia concepci¨®n del papel que debe jugar en el contexto internacional, provocando precisamente con esta actitud nacionalista -recrudecida a ra¨ªz de la crisis, y lejanas ya las causas iniciales que dieron lugar, en la posguerra, al inicio del proceso de integraci¨®n- la pr¨¢ctica imposibilidad de crear un espacio comunitario con la suficiente cohesi¨®n interna y frente a pa¨ªses terceros.
Se aduce¨ª no sin razones reales dentro de un an¨¢lisis est¨¢tico, que es necesario entrar en la Comunidad para asegurar un futuro a nuestra agricultura, cuyos productos tienen sus mercados naturales en los pa¨ªses de la CEE, cuyos graves problemas podr¨ªan ser resueltos mucho m¨¢s r¨¢pidamente con el concurso de la ayuda financiera comunitaria. Pero para que se produzcan estos. eventuales efectos favorables es preciso que se inodifiquen en profundidad los mecanismos vigentes en la CEE -que, hasta el momento, han actuado discriminando a las ¨¢reas rurales m¨¢s deprimidas-, y que los pa¨ªses miembros acepten una relocalizaci¨®n de las actividades agricolas en funci¨®n de las ventajas comparativas reales, cosa que encuentra graves resistencias en las regiones que m¨¢s se resentir¨ªan de la competencia espa?ola. En todo caso, de permanecer fuera del Mercado Com¨²n, la agricultura espa?ola no estar¨ªa irremediablemente condenada a la ruina. depender¨ªa de la capacidad de arbitrar soluciones nuevas a problemas muy antiguos.
Ventajas de pa¨ªs intermedio
Espa?a puede sacar partido de su condici¨®n de pa¨ªs intermedio entre el mundo m¨¢s desarrollado y la periferia, sin necesidad de convertirse en pa¨ªs miembro de la CEE. Nuestras relaciones con Latinoam¨¦rica, en primer lugar, y con numerosos Estados en pleno despegue econ¨®mico, constituyen un horizonte rico en posibilidades y apenas comenzado a explorar. Naturalmente, no puede decirse que, estando dentro del Mercado Com¨²n, Espa?a pierda por completo esta oportunidad: tarribi¨¦n aqu¨ª, en ¨²ltimo an¨¢lisis, el resultado de una u otra opci¨®n depende de la voluntad pol¨ªtica y de una buena dosis de imaginaci¨®n. Lo que s¨ª puede afirmarse, sin ning¨²n resquicio de duda, es que no es cierto que el desarrollo futuro de Espa?a hacia una econom¨ªa generadora de mayor bienestar y de menores desequilibrios internos, pase ineludiblemente por su entrada en una Comunidad de las caracter¨ªsticas actuales. S¨®lo si, por un proceso de convergencia, hoy por hoy poco previsible, la CEE supera su fraccionamiento presente y sus instituciones recuperan su capacidad de decisi¨®n y de avance, la adhesi¨®n de Espa?a podr¨¢ tener un inter¨¦s real a ambos lados de los Pirineos; y, en en todo caso, parece que va siendo hora de que Espa?a adopte una postura menos pasiva, m¨¢s adulta, y considere su posible pertenencia a la CEE dentro de un abanico m¨¢s amplio de alternativas, y no como la necesaria satisfacci¨®n de un deseo que poco se corresponde con la realidad.
* Communicalion de la Comissi¨®n au Conseil, relative a la mise en oeuvre dune politique m¨¦diterran¨¦e de la Communaut¨¦ ¨¦largie, COM (82) 353, Bruselas, 23 de junio de 1982.
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