El presidente sancionado
LA ELECCION del doctor Rivera como presidente del Consejo General de Colegios M¨¦dicos de Espa?a ha sido sorprendente, dado que el candidato vencedor fue recientemente sancionado por la Diputaci¨®n de Madrid a causa de irregularidades cometidas en el desempe?o de la jefatura del departamento de cirug¨ªa cardiovascular del Hospital Provincial. El desv¨ªo hacia actividades privadas lucrativas de los recursos p¨²blicos, materializados en el pago de honorarios o en la adquisici¨®n y mantenimiento de medios e instalaciones, es una corruptela que un sistema eficaz de gesti¨®n del dinero de los contribuyentes no puede admitir en ning¨²n campo y menos a¨²n en el de la pr¨¢ctica m¨¦dica. No parece que los principios deontol¨®gicos puedan aprobar un sistema mediante el que el m¨¦dico responsable de un centro de asistencia p¨²blica crea las condiciones para que sus propios enfermos se vean forzados a solicitar su traslado a una cl¨ªnica privada para ser operados por el mismo equipo que hace el d¨®blete en un hospital provincial. En el expediente instruido contra el doctor Rivera, ese hecho, debidamente probado, ha sido el motivo de la sanci¨®n administrativa.Este incidente, agravado todav¨ªa m¨¢s por la reconocida competencia del doctor sancionado y por su elecci¨®n para desempe?ar el cargo m¨¢s representativo de su profesi¨®n, no ejemplifica una contraposici¨®n entre dos modelos supuestamente distintos de organizaci¨®n de la medicina, sino que se limita a ilustrar los abusos en el funcionamiento del ¨²nico sistema imaginable en una sociedad moderna y democr¨¢tica. La asistencia p¨²blica, atendida por las enormes inversiones de la Seguridad Social y por los tradicionales hospitales provinciales, es un elemento b¨¢sico en el panorama de nuestra sanidad y nadie puede imaginar una pol¨ªtica de salud p¨²blica desprovista de tales instrumentos. La medicina privada, esto es, el libre ejercicio de la profesi¨®n a trav¨¦s de consultas o cl¨ªnicas particulares, tiene, igualmente, un amplio espacio en la vida espa?ola. Las deficiencias de la Seguridad Social, a las que no son ajenos algunos sectores m¨¦dicos que trabajan a su servicio, han incrementado incluso, en los ¨²ltimos a?os, el recurso a la medicina empresarial a trav¨¦s de igualas y sociedades privadas. Nadie pretende alterar el car¨¢cter mixto de nuestra organizaci¨®n sanitaria pero, en cambio, es una aspiraci¨®n ampliamente generalizada que el sector p¨²blico no contin¨²e siendo deteriorado, empobrecido y desprestigiado por los profesionales que utilizan sus insuficientemente atendidos cargos como funcionarios en hospitales p¨²blicos para aumentar sus clientelas privadas.Cada cual es libre de ejercer privadamente su profesi¨®n o de elegir el campo de la salud p¨²blica. En teor¨ªa, hay lugar para esas dos distintas maneras de entender la medicina. En la pr¨¢ctica, sin embargo, el acaparamiento de los dos sectores por unos mismos profesionales que simultanean trabajos dif¨ªcilmente conciliables entre s¨ª, a veces por incompatibilidad f¨ªsica de horarios, puede producir el deplorable efecto de que las instituciones p¨²blicas sean vaciadas desde dentro, utilizadas para fines privados o convertidas en un simple lugar de reclutamiento de clientes particulares. Este problema, relacionado con la decencia y no con la ideolog¨ªa, es ajeno al fantasmag¨®rico litigio entre la medicina libre y la medicina socializada. De a?adidura, el acaparamiento de empleos m¨²ltiples por m¨¦dicos instalados en posiciones de poder condena a muchos miles de j¨®venes doctores al paro o a la vergonzante pr¨¢ctica de las sustituciones y los subarriendos, sin tener siquiera la oportunidad de poder elegir entre la medicina p¨²blica y la medicina privada.El nuevo presidente del Consejo General de Colegios M¨¦dicos de Espa?a ha declarado que el dise?o de la reforma sanitaria debe ser realizado por la organizaci¨®n m¨¦dica, correspondi¨¦ndole a la Administraci¨®n el trabajo subordinado de ejecutar esas directrices b¨¢sicas. Seguramente el doctor Rivera respira por la herida y se protege ante la eventualidad de que Mar¨ªa G¨®mez Mendoza o Jos¨¦ Borrell pudieran ser los encargados de planear la reforma sanitaria en un Gobierno socialista. Es dudoso, sin embargo, que esa disparatada pretensi¨®n de autogobierno de la sanidad por los sanitarios, que ahonda en las ra¨ªces ideol¨®gicas del corporativismo m¨¢s genuino, pudiera ser admitida ni siquiera por Manuel Fraga, en las filas de cuyo partido milita el doctor Rivera. El nuevo presidente del Colegio General no puede borrar de un plumazo, aunque lo desee, el sistema de gobierno que el pueblo espa?ol se dio en el refer¨¦ndum de diciembre de 1978 y que atribuye a las Cortes Generales la representaci¨®n y el ejercicio de la soberan¨ªa. Y si el doctor Rivera contin¨²a por la senda que apuntan sus primeras declaraciones contribuir¨¢ a generar da?os severos al prestigio y la imagen social de la medicina en nuestro pa¨ªs, ya gravemente lesionados con la elecci¨®n del pasado s¨¢bado.
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