La importancia del modelo de sociedad
Alguien, que merece intelectualmente mi respeto, me ha sorprendido profundamente negando la importancia de las diferencias entre los distintos modelos de sociedad, y llegando incluso a afirmar que se trata de una falacia, al servicio de los intereses de clase (*).Tal afirmaci¨®n no parece que se tenga ante el an¨¢lisis m¨¢s elemental de los hechos. Los antiguos sab¨ªan perfectamente que Atenas y Esparta no eran simplemente ciudades con instituciones pol¨ªticas y militares distintas, sino dos modelos contrapuestos de sociedad. En Berl¨ªn, el muro separa no solamente dos zonas de influencia, sino realmente dos sociedades diferentes; en las dos se habla el alem¨¢n con el mismo acento, pero el significado de palabras como libertad o trabajo no es el mismo.
Me reafirmo en la convicci¨®n de que los espa?oles hemos de escoger entre dos modelos de sociedad. Para muchos de nosotros, Espa?a es una naci¨®n, una gran naci¨®n, con un pasado importante y con viabilidad de futuro; la queremos una, s¨®lida, permanente, prestigiosa, y tambi¨¦n varia y rica. Por eso aceptamos el principio auton¨®mico, pero de verdad; con aplicaci¨®n de la subsidiaridad a todos los niveles, del municipio al Estado, sin creaci¨®n de nuevos centralismos. Autonom¨ªas s¨ª, para una m¨¢s perfecta uni¨®n; nacionalismos no, y a¨²n menos separatismos. Para otros, Espa?a no es m¨¢s que un Estado multinacional, una federaci¨®n de naciones, algo condenado a la insolidaridad, y a la debilidad, ante el duro desaf¨ªo de los tiempos.
Para los que pensamos del primer modo, Espa?a ha de ser una sociedad a la vez segura y libre. El ¨¦nfasis est¨¢ en la expresi¨®n a la. vez, porque no hay libertades reales fuera del orden y la ley, garantizados por una autoridad fuerte y leg¨ªtima. No hay libertades de ninguna clase en medio del terrorismo o del paro rampantes.
Para otros, la sociedad libertaria, con libertades limitadas, que no respetan las de los dem¨¢s, es un ideal que, como nuestra historia demuestra reiteradamente, termina siempre con la improvisaci¨®n de la ley del m¨¢s fuerte.
Defendemos un modelo de sociedad institucional. La sociedad espa?ola no es un conglomerado individualista de 38 millones de versos sueltos, y tampoco un magma colectivista de 38 millones de fichas para una computadora, sujetas a la escuela ¨²nica y a la. planificaci¨®n obligatoria. Es, por el contrario, un universo pluralista, formado por millares de c¨¦lulas naturales, entre las cuales, las familias son la m¨¢s importante.
Tenemos, afortunadamente, ra¨ªces familiares locales, profesionales; defendemos la empresa, y creemos que para tener ¨¦xito econ¨®mico y social hay que defender lealmente la de cada uno, como hacen los japoneses; creemos que los ej¨¦rcitos son columna b¨¢sica del Estado; defendemos la Corona como un gran legado arbitral de nuestra mejor tradici¨®n.
Preferimos la econom¨ªa din¨¢mica al dirigismo burocr¨¢tico. Nos parece que funcionan mejor la econom¨ªa social de mercado, la iniciativa creadora, la regulaci¨®n moderada y flexible de la vida. econ¨®mica, la sociedad con ilusil¨®n creadora y sentido del riesgo y la seguridad social racionalizada y bien administrada que el sector p¨²blico omnipresente, el aumento desbordado del gasto p¨²blico, la elevaci¨®n disparada de los impuestos y la arbitrariedad administrativa de dirigentes incompetentes y resentidos, con la inevitable desmoralizaci¨®n del que trabaja, ahorra y emprende.
Preferimos una idea de la sociedad. basada en la moral p¨²blica y privada, sin exageraciones nii intolerancias, pero en la cual haya vigencias aceptadas y protegidas de la decencia, el decoro y el orden p¨²blico. Calles, plazas y televisiones han de regirse por normas razonables, sin que ello justifique, a su vez, a los obsesos vigilantes de lo que cada uno haga en su casa.
La educaci¨®n ha de ser formaci¨®n de la persona y prolongaci¨®n y profundizaci¨®n de la cultura social, no pretexto para la indoctrinaci¨®n ideol¨®gica, de enfrentamiento con la familia o de fabricaci¨®n de inadaptados a su propia tradici¨®n cultural.
Y, por supuesto, tambi¨¦n la acci¨®n exterior y la pol¨ªtica de defensa ha de configurar una opci¨®n clara entre las dos grandes tendencias del mundo actual, ante las que no caben precarios y d¨¦biles neutralismos ni, menos, actitudes tercermundistas.
No estoy formulando anatemas ni exclusiones; estoy diciendo simplemente que hay que escoger. Ni la familia, ni la escuela, ni la televisi¨®n van a ser las mismas, y, por supuesto, admito que algunos piensen que van a ser mejores. Lo que digo es, sin ninguna falacia, que hay que optar, y que el tema va mucho m¨¢s all¨¢ que las pesonas y las palabras.
* Se refiere el autor al articulo de Gregorio Peces-Barba titulado La falacia del modelo de sociedad (EL PAlS, 13 de julio de 1982)
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