Modernismo, s¨ª; modernismo, no
Una de las diferencias fundamentales entre el desarrollo est¨¦tico de? franquismo y del salazarismo reside en las relaciones contrastantes que uno y otro tuvieron con el modernismo. Pero, esas relaciones comenzaron antes de la propia fundaci¨®n de cada r¨¦gimen. Ciertos condicionamientos ajenos a ellos, pero que les influyeron de forma decisiva, hicieron que en un caso el puente no se estableciera, a no ser de forma muy clandestina o subconsciente, y que en el otro s¨ª hubiera un contacto.Por diferenciadas que sean las vanguardias peninsulares, sobre todo por la riqueza, la personalidad y la explosiva peculiaridad del caso catal¨¢n, se produjeron de manera simult¨¢nea y coincidente con las europeas. Las coyunturas sociopol¨ªticas y los esquemas institucionales parec¨ªan tener, en un lado y otro de la frontera, un calendario diferente, lo que contribuy¨® a que las posiciones pol¨ªticas y sociales de las vanguardias ib¨¦ricas fuese distintas.
Mientras los movimientos de vanguardia catalanes coexistieron con la descomposici¨®n de la monarqu¨ªa y encontraron un buen mercado en la burgues¨ªa que en teor¨ªa criticaban, los portugueses se enfrentaron a una rep¨²blica liberal y burguesa, culturalmente decimon¨®nica y est¨¦ticamente naturalista, que se negaba a apoyar la experimentaci¨®n en el terreno art¨ªstico.
Por eso mismo, la modernidad catalana y la vanguardia madrile?a se centraron en los aspectos culturales, en la afirmaci¨®n del neocubismo y del surrealismo y la oposici¨®n al academicismo y al regionalismo, sin mezclarse con el desierto cultura? que fue el primorriverismo, en tanto que el modernismo portugu¨¦s, iniciado en los primeros a?os de este siglo, asumi¨® una posici¨®n pol¨ªtica cercana al nacionalismo y al movimiento mon¨¢rquico-integrista maurrasiano o fascistoide y apoy¨® las soluciones autoritarias. En 1915, Fernando Pessoa, nombre clave de Orpheu, la revista que sintetiz¨® la vanguardia portuguesa, mitific¨® como presidente-rey, a Sid¨®nio Pa¨ªs, dictador de corte rom¨¢ntico. Alvaro de Campos, seguidor de Pessoa, reclam¨® la monarqu¨ªa cient¨ªfica y metaf¨ªsica y apel¨® al sentimiento religioso. Jos¨¦ de Almada Negreiros, Ant¨®nio Soares y Jorge Barradas, todos integrantes de los salones de vanguardia (el primero tambi¨¦n de la Orpheu) colaboraron en la revista mon¨¢rquico-integrista Ideia Nacional, dirigida por Homem Cristo Filho, que m¨¢s tarde se har¨ªa eco del fascismo de Mussolini.
De ello result¨® que, si bien el vanguardismo catal¨¢n y los propios movimientos madrile?os aprovecharon las circunstancias de la Rep¨²blica y en muchos casos la apoyaron, el modernismo portugu¨¦s desemboc¨® a finales de los a?os veinte, y sobre todo en la d¨¦cada de los treinta, en el salazarismo.
Las reacciones
Estos modemismos ib¨¦ricos, de circunstancia y trayectoria pol¨ªtica tan diferenciadas globalmente, tuvieron representantes muy destacados -por ejemplo, en Madrid- a finales de los a?os veinte. Aunque no se ha estudiado a fondo todo el tema, hay algunas aportaciones interesantes, en especial la de Ra¨²l Morodo, que estudi¨® las relaciones entre los hombres de la revista Acci¨®n Espa?ola y, de un lado, el movimiento integrista mon¨¢rquico portugu¨¦s de Ant¨®nio Sardinha, Hip¨®lito Raposo, Pequito Rebelo y Alberto de Monzaraz y, de otro, el nacionalsindicalismo portugu¨¦s de factura nazi-fascista de Rolao Preto.
Tambi¨¦n est¨¢ iniciado, sobre todo por Cecilia Barreira, el estudio de las relaciones entre el integrismo lusitano y el vanguardismo portugu¨¦s, pero no est¨¢ hecho, ni siquiera empezado, el de los contactos y las solidaridades entre los movimientos portugu¨¦s y espa?ol y de la inserci¨®n de esos contactos en la g¨¦nesis del franquismo y del salazarismo.
Para el estudio de esas relaciones es particularmente interesante el caso de La Gaceta Literaria, revista que a finales de los a?os veinte dirig¨ªa Ernesto, Gimi¨¦nez Caballero, quien en 1935, en las p¨¢ginas de Acci¨®n Espa?ola, e inmediatamente despu¨¦s de un libro, hizo su propuesta de est¨¦tica fascista, Arte y Estado.
En La Gaceta Literaria encontramos una figura tan central del modernismo portugu¨¦s como es el pintor, poeta y escritor Jos¨¦ de Almada Negreiros, que fue ilustrador de la revista y expuso en sus salones. En esas mismas p¨¢ginas, como director de la secci¨®n "La Gaceta Portuguesa", trabaj¨® tambi¨¦n el periodista Ant¨¢nio Ferro, ex editor de la revista Orpheu, admirador de D'Annunzio y autor de un Viagem ¨¤ volta das ditaduras, donde estudi¨® la de Mussolini, la de Primo de Rivera y la de Kemal Ataturk.
Es interesante relacionar las trayectorias de Ant¨®nio Ferro y Ernesto Gim¨¦nez Caballero, sobre todo porque revelan las relaciones entre los modernismos ib¨¦ricos y los reg¨ªmenes. salazarista y franquista. Hombres igualmente ligados a un modernismo militante unido al futurismo italiano, ambos fascinados por la Roma fascista y admiradores de Mussolini, insistieron en la funci¨®n indispensable de la propaganda y del papel del arte como su forma superior y m¨¢s eficaz.
Pero la conversi¨®n de Ernesto, Gim¨¦nez Caballero al fascismo y la matriz imperial y cat¨®lica de Espa?a le llevaron a romper con el modernismo cosmopolita e internacionalista. Antonio Ferro se mantuvo modemista, fiel a Mussolin?, y no rompi¨® con el cosmopolitismo ni con la idea europe¨ªsta. Es el hombre de Viagem a volta das ditaduras, pero tambi¨¦n el de Pra?a da Conc¨®rdia y de Novo Mundo, Mundo Novo.
Liquidaci¨®n y confrontaci¨®n de la vanguardia
Ernesto Gim¨¦nez Caballero proclam¨® la liquidaci¨®n de las vanguardias dentro del. proyecto cultural de La Gaceta Literaria. En esa fase de la revista, cuya direcci¨®n compart¨ªa ya Gim¨¦nez Caballero con el mon¨¢rquico y asimismo integrante de Acci¨®n Espa?ola Pedro S¨¢inz Rodr¨ªguez, futuro ministro de Franco, el dirigente falangista Ledesma Ramos dijo: "La dedicaci¨®n pol¨ªtica no tolera la frivolidad esencial que caracteriz¨® a los muchachos vanguardistas", a quienes "escapa el secreto de la Espa?a actual, afirmadora de s¨ª n¨²sma, nacionalista y con voluntad de poder".
Esa fue la ruptura. Y no s¨®lo entre la vanguardia y los intelectuales fascistas, sino, de manera m¨¢s global, y pese a lo estetizante del falangismo, entre la modernidad y el bloque que preparaba la conquista del Estado.
Por el contrario, en Portugal no se dio esa ruptura. Cuando en 1933 Ant¨®nio Ferro se entrevist¨® con Salazar, le propuso la colaboraci¨®n de "dos docenas de muchachos llenos de talento y juventud, que quieren ser ¨²tiles al pa¨ªs y que s¨®lo esperan que el Estado se decida a reparar en ellos. Porque, dijo Ferro a Salazar, "el arte, la literatura y la ciencia constituyen la gran fachada de una nacionalidad, lo que de ellos se ve desde fuera". Casi inmediatamente, el periodista fue nombrado director de la Secretar¨ªa de Propaganda Nacional, para cuyo servicio moviliz¨® a buena parte de la que hab¨ªa sido vanguardia portuguesa. Hizo participar a Jos¨¦ de Almada Negreiros, cre¨® el premio de pintura Amadeo de Souza-Gardoso y consigui¨® que se le otorgara un premio, en 1934, a Mensagem, de Fernando Pessoa.
Ernesto Gim¨¦nez Caballero, que en su Arte y Estado reclamaba de sus camaradas fascistas el futuro Ministerio de Propaganda, perdi¨® esa oportunidad, sirvi¨® como uno de los cincuenta miembros del Consejo Nacional de la Falange en Burgos y llev¨® a Mussolini un mensaje de Franco.
El contraste es claro: el aparato de propaganda franquista se improvis¨® durante la guerra, se dividi¨® burocr¨¢ticamente y se vicesecretariz¨®. Esto produjo el arte falangista, de clase media compleja, aristocratizante y espiritualizante. Mientras tanto, en Portugal, Ant¨®nio Ferro escribi¨®, en la acci¨®n, su Pol¨ªtica do Esp¨ªrito; cre¨® las exposiciones de arte moderno de la Secretar¨ªa de Propaganda Nacional y los premios de Artes Pl¨¢sticas, algunos de ellos con grandes noinbres del modernismo portugu¨¦s; promovi¨® la presentaci¨®n del Portugal salazarista en las exposiciones internacionales de Nueva York, San Francisco y Par¨ªs; impuls¨® la renovaci¨®n de las artes gr¨¢ficas, de las artes decorativas y del propio arte de exponer; cre¨® el Teatro del Pueblo, con representaciones itinerantes; instituy¨® premios literarios; lanz¨® revistas y colecciones de libros; promovi¨® la ley de Protecci¨®n al Cine y otorg¨® premios cinematogr¨¢ficos; cre¨® el ballet Verde Gaio; dirigi¨® la Emisora Nacional de Radiodifusi¨®n; valor¨® el folklore y la artesania; promovi¨® el Estatuto del Turismo; lanz¨® literalmente millones de ejemplares de publicaciones de propaganda del r¨¦gimen en distintas lenguas, y promovi¨® la visita a Portugal de varios personajes de la derecha europea.
Asimismo, desarroll¨® una pol¨ªtica global, integrada, de propaganda, de acci¨®n psicosocial: cine, teatro, peri¨®dicos, radio, fiestas, carteles, muestras, exposiciones, decoraci¨®n, artes gr¨¢ficas, publicidad, turismo; es decir, una fachada cultural para el r¨¦gimen. Utiliz¨® el modernismo en la puesta en escena y en la escenograf¨ªa del Estado salazarista.
En 1937, las vanguardias de uno y otro lado de la frontera volvieron a encontrarse en la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs, pero, muy significativamente, con pabellones, de signo ideol¨®gico y pol¨ªtico diferentes: el de la Rep¨²blica espa?ola. y el de la Rep¨²blica corporativa, salazarista. La vanguardia espa?ola lanzaba su grito de espanto y dolor, el Guernica de Picasso, mientras que el modernismo portugu¨¦s promov¨ªa internacionalmente el r¨¦gimen corporativo portugu¨¦s y, en una escenograf¨ªa de estilo fascista, expon¨ªa la estatua de Salazar.
Luego se ver¨ªa que esta aceptaci¨®n de lo moderno por parte de Salazar era t¨¢ctica y pragm¨¢tica. Otra cosa no pod¨ªa esperarse, en efecto, de un Salazar con hondas ra¨ªces rurales ni de la cultura que la base social del r¨¦gimen era capaz de alentar. Ant¨®nio Ferro ten¨ªa adversarios incluso en la propia cima del poder, pero sirvi¨® a Salazar, para quien expuso, decor¨®, anim¨® e intemacionaliz¨®. Y Salazar le dej¨® hacer. Hasta que al empezar los a?os cuarenta, ya construido el aparato jur¨ªdicoconstitucional y el estatuto corporativo, Salazar produjo su propia est¨¦tica, que trab¨® y limit¨® la l¨ªnea de Ant¨®nio Ferro. Era el nacional-historicismo.
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