Las guitarras de The Great Guitars y Albert Collins dominaron el Festival de Jazz de Vitoria
La segunda sesi¨®n del VI Festival Internacional de Jazz de Vitoria, celebrada el pasado martes, estuvo dominada por las guitarras, al unirse las actuaciones de The Great Guitars y Albert Collins. Sesi¨®n que en contra de la mayor¨ªa de los augurios casi logr¨® llenar el caluros¨ªsimo pabell¨®n de Mendizorroza, con una asistencia de unos cuatro mil espectadores. En la sesi¨®n de hoy intervienen Stan Getz y Dizzy Gillespie.
Abrieron la noche los autodenominados The Great Guitars, o lo que es igual: Barney Kessel, Charly Bird y Herb Ellis. Una generaci¨®n de guitarras que apareci¨® all¨¢ por los 40-50 en la estela bop de Charly Chistian y que a lo largo de todo este tiempo han ido sobreviviendo como instrumentos menores del jazz. Muy admirados, muy queridos, todo lo que se quiera, pero menores.Cosa comprensible ya que su sonido redondo, plano, e intrincado, puede obligar al respeto intelectual, pero mucho menos llegar a conmover. Estos se?ores canosos y de pulcro aspecto no son Reinhardt, Chistian o Mongomery. Son gentes excepcionalmente bien preparadas pero cuya m¨²sica parece m¨¢s capaz de ofrecer un buen viaje en ascensor o una agradable velada con champ¨¢n que de incendiar un pabell¨®n de deportes. Claro, su trabajo era como un encaje de bolillos, pero no bastaba bossas de Bird, los blues de Ellis o el proverbial buen gusto de Kessel.
No son h¨¦roes de su instrumento, son buenas y aplicadas gentes cuya expresividad ha quedado encerrada en un sonido sin aristas dentro del cual es m¨¢s f¨¢cil encontrar el efectismo supervirtuoso que la emoci¨®n liberada.
Precisamente lo que vino a continuaci¨®n. Y es que si lo de los grandes guitarras era una simp¨¢tica reflexi¨®n sobre el ser, la nada y el caf¨¦ con leche, el rhythm and blues de Albert Collins cogi¨® todos los conceptos y los estruj¨®, todo ensimismamiento y lo despert¨®. Albert Collins y los Icebreakers, como el a?o pasado Muddy Water, es uno de los grandes aciertos de este festival, empe?ado en programar blues a toda costa al igual que sucede con el venidero de Palma de Mallorca con la presencia de B. B. King. Pero consideraciones aparte es ya cosa de lanzarse sobre lo que arrojaron aquellos negrazos desde el escenario.
Comenzaron los Icebreakers que, efectivamente, rompieron el hielo, gracias sobre todo a una versi¨®n incre¨ªble y sorprendentemente original de Stand By Me que ya hac¨ªa presagiar lo mejor. Claro est¨¢, los pies se iban, la noche y su aventura nos ca¨ªan de un cielo entre despejado y lluvioso y frente a esos m¨²sicos felinos la actuaci¨®n de las grandes guitarras iba alej¨¢ndose cada vez m¨¢s en el recuerdo.
Pero por algo Albert Collins es el l¨ªder. Sali¨® con pelos de loco, con un pantal¨®n rojo y una camisa negra, coloc¨¢ndose la guitarra a cada poco como si no estuviera a gusto con ella (?despu¨¦s de casi 35 a?os toc¨¢ndola!). Su sonido recibe el nombre de fr¨ªo pero corta como un bistur¨ª. Toca con los dedos desnudos y tanto la construcci¨®n de sus solos como sus arpegios o los rasgueos son inmediatamente reconocibles. Su voz tiene car¨¢cter y como el grupo le funciona bien aquello sab¨ªa a miel sobre hojuelas, con un p¨²blico que tend¨ªa al bailoteo y a la celebraci¨®n agradecida.
No piensen sin embargo que ah¨ª acab¨® la cosa. Ya conoc¨ªamos que Albert Collins suele bajar del escenario para tocar entre el p¨²blico, igual que Angus Young, guitarrista de AC / DC. Pero en esta ocasi¨®n ?se fue hasta la mism¨ªsima calle! rodeado por un grupo de entusiastas seguidores que pugnaban con los futuros polic¨ªas aut¨®nomos por acercarse a aqu¨¦l elemento con cara de orate.
Babelia
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