La corte de los devotos
Nacido a las siete de la ma?ana de un noviembre de viento Sur, la figura de Men¨¦ndez Pelayo todav¨ªa provoca ventarrones entre los santanderinos cuando alguien la somete a una revisi¨®n profunda. Los hagi¨®grafos, apologetas y devotos del sabio no admiten cambios de orientaci¨®n y hasta levantan plumas cuando un bi¨®grafo -en este caso, bibli¨®grafo y sucesor de don Marcelino en la Biblioteca Nacional- ha contado, en Santillana del Mar, respetuosamente, las conocidas pol¨¦micas que Men¨¦ndez Pelayo suscit¨® en aquel cargo. Los restos del sabio reposan en la catedral de Santander y a¨²n suenan los ecos de la campa?a que quiso llevarle a los altares. Ah¨ª termina la historia de la conspiraci¨®n del ruido; ahora prefieren el silencio.Quiz¨¢ por esto, mientras en la Prensa local editoriales y art¨ªculos clamaban por el honor de este sabio indiscutible, la concurrencia al seminario que revisaba su figura no super¨® la veintena de asistentes en ninguna de sus jornadas. Los menendezpelayistas admirativos escogieron hace tiempo: prefieren la imagen del "ni?o fen¨®meno que pocas veces toca tierra", la del "m¨¢s acabado y perfecto humanista espa?ol y cristiano" que recitaba de memoria, aun antes de hacer la primera comuni¨®n, p¨¢ginas enteras de Pereda, los seis primeros cap¨ªtulos del Quijote o la Iliada, de Homero, al rev¨¦s, desde el ¨²ltimo verso para atr¨¢s, a la imagen de un historiador cuyas valoraciones no siempre fueron ajustadas, como tantas veces se ha demostrado y como el propio Men¨¦ndez Pelayo puso en evidencia rectificando, con la edad, no pocos de sus juicios.
Que ahora sea sometida a revisi¨®n su figura y, sobre todo, su ingente labor, es lo mejor que le puede ocurrir a quien apunto estuvo de ser sepultado para siempre por los innumerables y en tantas ocasiones disparatados manipuladores de estos ¨²ltimos cuarenta a?os, en los que las frases de don Marcelino, sacadas del contexto y de la ¨¦poca en que las escribi¨®, val¨ªan por igual para un roto falangista que para un cosido nacionalcat¨®lico. Los santanderinos lo saben por experiencia: en el sal¨®n de plenos del Ayuntamiento, grabadas en enormes placas de bronce, hay dos frases memorables sobre el org¨¢nico papel del municipio. La primera es de Franco. La segunda (y en segundo l¨²gar) sali¨® de la pluma de Men¨¦ndez Pelayo.
Babelia
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