La vigencia de la cultura de una nueva sensibilidad
En medio de una balumba de centenarios prestigiosos (la Woolf, Joyce, Jos¨¦ Cadalso), acontecimientos siempre buenos, pero que muchos aprovechan mal, pocos parecen haberse dado cuenta, hasta ahora, de que en 1982 se cumplen los primeros cien a?os de la existencia oficial de uno de los m¨¢s renovadores movimientos de la literatura (verso y prosa) en castellano, que nos uni¨® con la gran corriente del simbolismo europeo.Pues, en efecto, en 1882 se publicaba Ismaelillo, de Jos¨¦ Mart¨ª, y los primeros cuentos modernistas del mexicano Manuel Guti¨¦rrez N¨¢jera (publicados ese a?o en revistas, un a?o despu¨¦s en libro, con el encantador t¨ªtulo de Cuentos fr¨¢giles). Despu¨¦s, poco despu¨¦s, vendr¨ªa la gran pl¨¦yade de nombres innovadores y, por lo general, afortunados: Dar¨ªo, Jos¨¦ Asunci¨®n Silva, Casal, Herrera y Reissig, Lugones, Manuel Machado, Valle-Incl¨¢n... Interminable lista.
Pero, con ser la efem¨¦rides en s¨ª misma importante por los muchos y grandes nombres que baraja, y por los nuevos cauces de expresi¨®n y sensibilidad que se le abrieron a nuestra lengua literaria y a nuestra cultura, tras un siglo XIX no precisamente muy notable, ello podr¨ªa quedar en mera (y buena) celebraci¨®n acad¨¦mica o erudita. Pero es que hay m¨¢s. Porque la elecci¨®n del modernismo nos sirve a¨²n hoy y porque vivimos (y no s¨®lo en Espa?a) una nueva actitud fin de siglo.
Sabido es que, desde los finales a?os sesenta, empez¨® a interesar la est¨¦tica del art nouveau como un camino de renovaci¨®n de la tradici¨®n en que nos movemos y como sost¨¦n de una apuesta (tras el realismo denotativo y las experiencias de una vanguardia desarticulada) por todos los caminos de significaci¨®n de la voz Belleza. La poes¨ªa (y la prosa algo m¨¢s tarde) dej¨® de tenerle miedo a las palabras, y el lujo y el placer -en literatura- pudieron tornar a verse como civilizadores.
Al tiempo que se represtigiaba la pintura simbolista (Moreau, Jean Delville, Klimt) o se reeditaban -y reeditan- autores que no muchos a?os antes hab¨ªan parecido rnuertos para siempre, como Lorrain, Pierre Louys, Le Sar P¨¦ladan u Hoyos y Vinent, entre nosotros... A la par que cuentan e interesan nuevamente grandes poetas como Verlaine, como Herrera y Reissig o como Lugones, y se traduce la gran obra de Mario Praz La carne, la muerte y el diablo en la literatura rom¨¢ntica (aunque haya que entender mejor literatura simbolista) y se vuelve a hablar de dandismo, de Luis II de Baviera o de Lillie Langtry... Conste que me quedo corto.
Vuelve la moda del fin de siglo.
La celebraci¨®n del centenario modernista (y por ello es m¨¢s importante) nos coge en plena crecida de tina moda fin de siglo, en la que ser¨ªa err¨®neo y superficial ver un mero revival. El asunto es mucho m¨¢s complejo.
Interes¨¢ndonos por todo lo que fueel simbolismo, pretendemos abrir un nuevo cauce (renovador, no mim¨¦tico) a una tradici¨®n que aunaba formas y contenidos -en la literatura y tambi¨¦n en pintura-; a un mundo donde la singularidad (frente a la colectivizaci¨®n gregaria y anonadante) era un valor estimado; donde Arte se escrib¨ªa con may¨²scula porque significaba tam'bi¨¦n cota m¨¢xima de vida (que pod¨ªa, de tan intensa, negar la vida misma, como el Ax?l, de Villiers de I'Isle-Adam) y donde, en fin, pasi¨®n, intensidad y belleza jugaban sin pudor en la obra y en el artista, d¨¢ndoles m¨¢s encimador vuelo...
Todo esto -que es modernista- es hoy para nosotros, en su esencia, renovadamente moderno. Y adem¨¢s est¨¢ la sensaci¨®n decadente del fin de siglo mismo, la sensaci¨®n de que todo est¨¢ demasiado gastado y demasiado sucio, de que los hombres han hecho del mundo una cloaca horrenda., y tambi¨¦n el paganismo y toda espiritualidad heterodoxa como necesidad viva de escape, de luz y de imaginaci¨®n liberadora... Les dragons du paganis me r¨¦apparaissent, hab¨ªa dicho ya entonces Maurice Barr¨¦s. Necesarios dragones, ahora, de futuro.
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