Desolaci¨®n y ruinas en los campos Palestinos de Beirut
La entrada al campo de Chatila se hace a trav¨¦s de un camino de hierba, en cuyo borde permanece lo que en su d¨ªa fuera una lujosa casa. No se ve a nadie, pero suena de repente un grito en ¨¢rabe, y sin saber c¨®mo un joven miliciano palestino se interpone. Desde luego, su camuflaje era perfecto. Nuestro acompa?ante, militante del Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina (FPLP), Samir Ahalwani, le explica el objeto de la visita y hay inmediato paso libre.La destrucci¨®n y las im¨¢genes dantescas se suceden ininterrumpidamente durante tres horas. Resulta casi" milagroso que sobrevivieran personas; las calles -estrechas, como en cualquier ciudad ¨¢rabe cl¨¢sica- y las terrazas son m¨¢s frecuentes que los s¨®tanos.
"Es imposible dar una cifra de muertos", dice Samir, "pero son muchos; aqu¨ª, en Chatila, murieron solamente cincuenta personas, todas juntas en una casa".
Con fachadas reducidas a la nada o perforadas por impactos de obuses, entre el amasijo de hierros y cemento, quedan algunas huellas que demuestran el hecho de que alguna vez hubo vida all¨ª. Una fotograf¨ªa familiar, juguetes y, no se sabe por qu¨¦ coincidencia, en una casa de dos plantas todo se reduce a una cocina, donde sigue intacta una tetera puesta al fuego.
Resulta dif¨ªcil creer que alguien tenga capacidad para tratar de reanudar su vida en este infierno. Sin embargo, un palestino reconstruye pacientemente la entrada de su vivienda, tapand¨® los agujeros con cemento. Un viejo comenta: "Tard¨¦ 35 a?os en levantar mi casa, y desapareci¨® en un minuto".
Ni un edificio intacto
En Chatila, Sabra y Burj Brajneh -el campo m¨¢s castigado- no ha quedado un edificio intacto, incluidas las guarder¨ªas. "Naturalmente, los ni?os fueron evacuados a tiempo", dice Samir. Hay amontonamiento de pupitres entre cuademos de matem¨¢ticas, m¨¦todos para aprender ingl¨¦s y retratos de los m¨¢rtires de Palestina, el ejemplo para las generaciones futuras.
Durante todo el recorrido, el ¨²nico gesto de malhumor aflora en el momento en que se preten de fotografiar a los ni?os, entre las minas, o familias que caminan sin saber muy bien a d¨®nde ir. La preparaci¨®n de la c¨¢mara provoca, una alocada carrera de un ni?o que viste una camiseta alusiva al reciente Campeonato de F¨²tbol de Espa?a.
La imagen del estadio deportivo -lugar de concentracion para los evacuados desde el pasado s¨¢bado- recuerda vagamente las ruinas de un circo romano. La prueba de que su destrucci¨®n es obra del hombre y no de la naturaleza es un cami¨®n volcado en el primer piso de lo que en su d¨ªa fueron tribunas. Hasta all¨ª vol¨® por la potencia de las explosiones.
A Ios potentes impactos de las fuerzas israel¨ªes se uni¨®, para su total devastaci¨®n, el que la OLP hubiera instalado en sus vestuarios un dep¨®sito de municiones.
La destrucci¨®n es total en las zonas colindantes, donde el olor revela que a¨²n permanecen cad¨¢veres enterrados bajo los cascotes, a pesar del trabajo de las excavadoras, que se vio frenado por la cantidad de escombros.
Toda la fachada y el interior del asilo de ancianos est¨¢n afectados por los impactos de cohetes; all¨ª ondea, sin embargo, una gran cruz roja. Los residentes se dedican a la infructuosa tarea de limpiar los pasillos, encenagados por el agua, que mana de pozos y ca?er¨ªas destrozados.
Para¨ªso de las moscas
El recorrido por lo que en su d¨ªa fue el n¨²cleo del campo de Sabra resulta sorprendente. Las callejuelas, de apenas metro y medio de anchura, est¨¢n tapadas por los escombros. No se sabe cu¨¢ndo se cruza una calle o los restos de una casa. Es algo as¨ª como si un gigantesco pu?o hubiese golpeado y seccionado las casas.
En estos recovecos, las moscas han encontrado su para¨ªso entre los restos calcinados de basura y alimentos; es aqu¨ª tambi¨¦n donde el calor es sofocante y el olor impregna la piel y los vestidos.
A medida que se acerca alguien al campo de Burj Brajneh, el situado m¨¢s al sur y el que m¨¢s duramente fue bombardeado, el tableteo de los fusiles autom¨¢ticos es m¨¢s frecuente. Apenas a doscientos metros se encuentran las posiciones israel¨ªes, y hoy los combatientes de la OLP han decidido hostigarlas.
En este campo se tiene la impresi¨®n de estar pr¨¢cticamente en la l¨ªnea del frente; algunos aparatos de radio suenan entre un ir y venir de combatientes del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Palestina (ELP), f¨¢cilmente identificables por sus boinas rojas, hacia las posiciones defensivas pr¨®ximas a la Universidad Arabe.
Cromos de Superman
Los isracl¨ªes responden de vez en cuando. En una calleja permanece una bomba de f¨®sforo humeante: ?La lanzaron en la noche de ayer (d¨ªa 20), la v¨ªspera de la evacuaci¨®n", explica un combatiente del FPLP de Burj Brajneh.
En medio de este pandem¨®nium de destrucci¨®n y de disparos, que se intensifica cuando suena la detonaci¨®n provocada por un carro israel¨ª apostado en la otra parte del campo, no falta el detalle infantil de una colecci¨®n de cromos de Superm¨¢n, esparcidos en el umbral de una vivienda semiderruida; nadie da una explicaci¨®n acerca de lo que ocurri¨® con la familia que viv¨ªa all¨ª.
Las paredes que a¨²n se mantienen en pie est¨¢n cubiertas de numerosas pintadas en ¨¢rabe: "1 de mayo, el, camino hacia la victoria", u otra: "Guerrilleros, venceremos". Est¨¢n junto a ra¨ªdos posters de Lenin y fotos, muchas fotos, de los que se llaman m¨¢rtires de Palestina, aquellos que cayeron en acciones de guerra.
Ibrahim es un joven de 23 a?os. Trabaja. en Abu Dabi, pero entr¨® en Beirut al comienzo de la guerra para participar en ella. Se siente orgulloso de su actuaci¨®n. Sus compa?eros dicen de ¨¦l que es un experto tirador -"un buen soldado", a?aden. Hay un alto en el camino para saborear un reconfortante refrigerio servido por un comerciante palestino del campo. A la conversaci¨®n sobre los sufrimientos, los bombardeos y la guerra asiste un anciano, con el famoso kefi a la cabeza; est¨¢ distante, desinteresado, y no quiere hablar; es la imagen del padecimiento y de, la tristeza.
El futuro es de los 'bulldozers'
Para llegar a la denominada Universidad Arabe, escuela t¨¦cnica ¨¢rabe, hay que sortear un desagradable obst¨¢culo: el cadiver de un caballo, con la cabeza aplastada contra el suelo y el cuerpo devorado por los insectos. Ni siquiera los j¨®venes palestinos que se han unido a la ¨²ltima etapa de la visita pueden evitar taparse la cara para atravesar esta barrera de olor putrefacto.
La Universidad Arabe recibi¨® no menos de cuarenta impactos directos durante los ataques israel¨ªes. En el s¨®tano de su entrada principal es visible el boquete ennegrecido provocado por un cohete de alta potencia.
Paredes desplomadas, pisos y aulas al descubierto y amontonamiento de apuntes y folios de ex¨¢menes. "A pesar de todo, ah¨ª sigue nuestra bandera", dice Ibrahim, se?alando a lo m¨¢s alto del edificio.
??Cu¨¢l es el futuro de todo esto?". Samir responde: "El futuro es de los bullodzers. Allanar¨¢n todo y sobre las minas se volver¨¢n a levantar los campos. Espero que con mejores casas y servicios y calles m¨¢s amplias".
Fuera ya de los tres camposciudades, en la calle, a escasas horas de la evacuaci¨®n, el liban¨¦s-palestino Saeb, de 32 a?os, pasea sin rumbo. Su kalachnikov, a la funerala; en una mano sostiene una m¨¢nzana, y en la otra, un botell¨ªn de whisky.
Pregunta tu pa¨ªs de procedencia, y en un franc¨¦s fluido dice que ha llegado un momento tr¨¢gico. "No entiendo nada, no entiendo a la gente que nos abandona". Hace dos d¨ªas estaba combatiendo en el aeropuerto contra los israel¨ªes. "En mis 32 a?os no he tenido otra cosa en la cabeza que la guerra". Esto se entiende f¨¢cilmente en Beirut, cuando se ven ni?os de menos de diez a?os armados con pesados fusiles.
"Soy palestino y liban¨¦s", a?ade Saeb; "vivo solo con mi madre en Chatila, y no voy a, evacuarme sin ella. Adem¨¢s, no quiero, prefiero morir aqu¨ª", apunta con su dedo ¨ªndice a la casa, y a?ade furioso: ?He luchado contra los israel¨ªes, pero ahora quisiera hacer la guerra a los ¨¢rabes. S¨ª, a los ¨¢rabes, a quienes odio". Parece haber encontrado un nuevo enemigo.
Se despide con un fuerte aprot¨®n de manos y deniega una cita m¨¢s larga para el d¨ªa siguiente. "T¨² sabes por qu¨¦", dice; "es muy sencillo, no nos vamos a volver a ver. Me matar¨¢n o me matar¨¦. Au revoir".
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