Ariel Sharon: "Hemos aplastado a los palestinos"
Pregunta. Ha terminado la primera parte de su guerra, general Sharon: los hombres de Arafat han salido de Beirut. Sin embargo, lo han hecho con las cabezas bien altas, despu¨¦s de resistir ante el potente Ej¨¦rcito israel¨ª durante dos meses y medio y en medio de una simpat¨ªa internacional que antes no exist¨ªa. Sin olvidar que hab¨ªan sido los primeros en invadir L¨ªbano y adue?arse de ¨¦l, todos reconocen ahora su derecho a tener su patria. No sin motivo habla Arafat de una victoria pol¨ªtica. No sin motivo afirman muchos que pol¨ªticamente le hizo usted un favor. ?Es eso lo que usted persegu¨ªa?Respuesta. Yo les quer¨ªa expulsar de Beirut y de L¨ªbano, as¨ª que he conseguido plenamente lo que quer¨ªa. Arafat puede decir lo que quiera; es igual. Lo que cuenta son los hechos y sus consecuencias para el futuro. Quiz¨¢ crea en serio que ha conseguido una victoria pol¨ªtica, pero el futuro le demostrar¨¢ que su derrota ha sido precisamente pol¨ªtica. No militar, pol¨ªtica... Si yo tuviera que analizar esta guerra como si fuera Arafat, no la considerar¨ªa como derrota militar. El Ej¨¦rcito israel¨ª es verdaderamente una m¨¢quina potente, los terroristas de la OLP eran s¨®lo 10.000, incluyendo a los sirios, y a estos 10.000 fueron a los que presionamos en gran manera. Est¨¢ pol¨ªticamente aplastado; y le dir¨¦ por qu¨¦: su fuerza consist¨ªa en ser un foco de terrorismo internacional y ese foco solamente pod¨ªa existir dominando a un pa¨ªs donde se hab¨ªa instalado un Estado dentro de otro Estado. Eso era L¨ªbano. Desde aqu¨ª operaban por todo el mundo. Ahora que han tenido que dispersarse por ocho pa¨ªses distintos, desde Argelia hasta Yemen, desde Irak hasta Sud¨¢n, no tienen la menor posibilidad de repetir lo de antes. Ninguna posibilidad.
Anoche me llam¨® Henry Kissinger y me dijo que en esta regi¨®n comienza una nueva era. Se abren nuevos caminos para solucionar el problema palestino. Dijo que Israel cuenta con un per¨ªodo de tiempo de unos doce a dieciocho meses para encontrar tal soluci¨®n antes de que se recupere la OLP.
P. As¨ª pues, Kissinger tambi¨¦n se da cuenta de que la OLP no est¨¢ destruida. No lo est¨¢, general Sharon. Arafat ha tenido su peque?o Estalingrado; al mundo le ha conmovido esta guerra tanto como a usted le ha irritado por el sitio de Beirut; se ha deteriorado el entendimiento entre Israel y EE UU... Puede que haya ganado, general Sharon, pero me parece que la suya es una victoria p¨ªrrica.
R. Se equivoca: primero, porque no ha disminuido la simpat¨ªa por Israel y, aunque procuramos conservarla, cuando est¨¢ en juego nuestra seguridad podemos pasarnos sin ella; en segundo lugar, porque no se ha alterado el entendimiento con los americanos. Es verdad que hemos tenido agrias discusiones con ellos, fuertes presiones. Antes del comienzo de la guerra no logr¨¦ que se identificaran con nuestros intereses ni con nuestros prop¨®sitos. No obstante, ahora comparten nuestros programas y est¨¢n de acuerdo en todo.
P. Se le ha dado un tono digno a la salida de la OLP de Beirut. Unas cuantas l¨¢grimas, s¨ª; disparos insignificantes, de acuerdo. No obstante, salieron con sus uniformes, sus banderas, sus kalashnikov. ?O usted s¨®lo sinti¨® desprecio cuando les vio salir con sus prism¨¢ticos desde los altos de Bab'da?
R. Sent¨ª lo que dice la Biblia: "No te regocijes cuando caiga el enemigo". Pues aun cuando fueran asesinos, y lo son aun cuando fueran criminales, y lo son, aun si fueran violadores, y... ?No me interrumpa! ?D¨¦jeme responder lo que quiera! Aun si fueran violadores, he dicho, canallas violadores, ser¨ªan seres humanos. Pero no utilice la palabra salida. Ha sido una expulsi¨®n. Podr¨ªa llamarse evacuaci¨®n si hubi¨¦ramos aceptado las condiciones de los terroristas, por ejemplo, nuestra retirada de Beirut. Han sido ellos, por el contrario, quienes han aceptado lo que nosotros quer¨ªamos. As¨ª que se trata de una expulsi¨®n.
P. Si usted lo dice... Pero habr¨ªa que hacer un par¨¦ntesis. ?Por qu¨¦ les llama terroristas? Un terrorista es quien siembra el terror entre los indefensos, por ejemplo entre los ciudadanos que caminan tranquilamente por la calle. O quien dinamita un coche, un autob¨²s, un edificio, y sin duda que la OLP ha cometido muchos cr¨ªmenes detestables de este tipo. Pero no en Beirut. En Beirut han sido soldados los que se han enfrentado a ustedes. Ca?ones frente a ca?ones, artiller¨ªa frente a artiller¨ªa.
R. Me recuerda usted al embajador Habib, que conten¨ªa la sonrisa cada vez que pronunciaba la palabra. combatientes: conoc¨ªa mi reacci¨®n de antemano. No, se?orita. No eran combatientes, ni siquiera en Beirut. Cuando uno entra al quir¨®fano de un hospital en el que los m¨¦dicos tratan de salvar a un enfermo, y se desconecta la mascarilla de ox¨ªgeno, y se le obliga a levantarse para atender a los propios heridos, no se es soldado. Se es un terrorista, un asesino.
Los sirios no se comportan as¨ª, ni los jordanos, ni los egipcios. Los asesinos de Arafat, s¨ª. Siempre. Desde siempre. Ten¨ªamos docenas de instalaciones militares en nuestras fronteras con L¨ªbano. y sin embargo nunca las atacaron. Siempre mataban a los ni?os, a las mujeres, a los ancianos. ?Cobardes! P¨ªdame cualquier cosa menos que les llame soldados.
P. La cuesti¨®n es que usted utiliza la palabra terrorista como insulto. Bien. ?Pero no eran ustedes lo mismo cuando combatieron contra brit¨¢nicos y ¨¢rabes para crear el Estado de Israel? Los Irgun, los Stem, los Haganas, ?no eran organizaciones terroristas? La bomba con la que Beguin mat¨® a 71 personas en el hotel Rey David de Jerusal¨¦n, en 1947, ?no fue un acto terrorista? Incluso Beguin lo admite. Hace alg¨²n tiempo, en una cena que se le ofreci¨® en Nueva York, se levant¨® e inici¨® su discurso con estas palabras: "Soy un ex terrorista".
R. La organizaci¨®n que dirig¨ªa Beguin no atacaba a los civiles. Beguin hizo cuesti¨®n de honor el que sus hombres no atacaran a los civiles. La bomba del hotel Rey David iba dirigida a los militares brit¨¢nicos, y la responsabilidad por esas muertes recae en el alto comisionado brit¨¢nico. No ¨¦ramos terroristas, ¨¦ramos luchadores por la libertad y luchamos contra la ocupaci¨®n brit¨¢nica.
P. Pero los soldados de Arafat tambi¨¦n se autodenominan luchadores por la libertad y dicen asimismo que luchan contra la ocupaci¨®n israel¨ª. D¨ªgame, ?no se arrepiente de no haber entrado en Beirut y haber liquidado a todos? Incluso como general, ?no se encuentra insatisfecho.?
R. Mire, ya todos saben que en enero fui secretamente a Beirut a fin de estudiar la situaci¨®n. Siempre lo hago; es decir, siempre me preparo debidamente. Detesto la improvisaci¨®n. As¨ª que fui, estuve dos d¨ªas y una noche, camin¨¦ por la ciudad hasta llegar al puerto, donde charl¨¦ con la gente, luego me detuve en lo alto del edificio que est¨¢ en la divisoria de la parte occidental y la oriental y observ¨¦ Beirut con detenimiento. Por ¨²ltimo, me volv¨ª a la persona que viajaba conmigo y le dije las mismas palabras que luego dije al primer ministro Beguin a mi regreso a Jerusal¨¦n: "Si llega el momento de invadir L¨ªbano, quisiera evitar tener que entrar en Beirut". ?Sabe por qu¨¦? Porque, aun ocupada por los sirios y por los terroristas, Beirut segu¨ªa siendo la capital. Una capital habitada por cientos de miles de civiles. Se?orita Fallaci, afirmo solemnemente que nunca quise entrar en Beirut, a menos que fuera absolutamente imprescindible. Y cr¨¦ame, si hubiera estado convencido de que ten¨ªamos que entrar en Beirut, nada me habr¨ªa detenido. Con democracia o sin ella: habr¨ªa entrado, aunque a mi Gobierno no le hubiese gustado. Quiero decir que les habr¨ªa convencido. Y lo habr¨ªa hecho.
P. Entonces, ?por qu¨¦ se esforz¨® tanto? Durante la etapa final del bloqueo yo estuve all¨ª, general Sharon, y me fij¨¦ bien. Sus hombres mor¨ªan por conquistar cien metros, cincuenta metros, veinticinco metros. Y no avanzaban.
R. Se?orita, yo no miento. Desde un punto de vista militar podr¨ªamos haber penetrado en cualquier momento. Todo estaba planeado, en caso de que hubiera sido necesario. No olvide que nuestro Ej¨¦rcito es de los mejores del mundo, que hemos luchado contra casi todos los pa¨ªses ¨¢rabes, que tenemos gran experiencia.
P. Pero no la experiencia de luchar en una ciudad casa por casa. General Sharon, ?me equivoco o uno de los motivos por los que no entr¨® fue el que esto le habr¨ªa costado demasiados hombres, pongamos mil por caso?
R. Mir¨¢ndola a usted de frente le respondo que no, no, no, no. En primer lugar, no habr¨ªamos tenido tantos muertos, ni siquiera una cifra que se le parezca. Como el jefe del Estado Mayor dijo a Beguin, habr¨ªamos tenido algunas docenas de muertos tan s¨®lo. En segundo lugar, nos detuvimos porque sab¨ªamos que la OLP hab¨ªa decidido irse. Se?orita Fallaci, Beirut no es Estalingrado y la OLP no es el ej¨¦rcito rojo.
En Estalingrado, el ej¨¦rcito rojo luch¨® codo con codo junto a la poblaci¨®n; en Beirut, por el contrario, los terroristas utilizaban a la poblaci¨®n como rehenes. Tambi¨¦n en Estalingrado tanto el Ej¨¦rcito como la poblaci¨®n luchaban hasta la muerte. Los terroristas de Arafat, no. Luchaban el m¨ªnimo necesario para dar la impresi¨®n de que lo hac¨ªan y nunca hasta la muerte. Nunca. Con frecuencia, ni tan Siquiera luchaban. De hecho s¨®lo nos llev¨® cuatro d¨ªas llegar a las afueras de Beirut desde la frontera, y la ocupaci¨®n de Ouzai, Bourjel-Brajneh, los campamentos de Hagshalum, incluso del aeropuerto, nos, cost¨® un n¨²mero de bajas sorprendentemente escaso. Porque no, lucharon.
Este es otro de los motivos por el cual no les tengo ning¨²n respeto, por lo que no respeto a Arafat. Respeto a los egipcios porque lucharon bien contra nosotros. A los jordanos, porque nos hicieron pasar momentos dif¨ªciles en Jerusal¨¦n. A los sirios, por la manera de hacernos frente en esta guerra, tambi¨¦n. Pero no respeto a los hombres de Arafat porque son unos cobardes.
P. Veamos, pues. La raz¨®n por la que usted no entr¨® en Beirut, ?no ser¨ªa porque los americanos no quer¨ªan que ustedes entraran? ?Me equivoco o ustedes no pod¨ªan ignorar la c¨®lera de sus aliados y protectores? Todos saben que el presidente Reagan se enfureci¨® con ustedes. S¨®lo hay que ver la frialdad con que recibi¨® a Beguin cuando ¨¦ste se invit¨® a ir a Washington.
R. Beguin no se invit¨® a ir a Washington. Usted no conoce a Beguin. No pedimos permiso a nadie para ir a L¨ªbano y seguir esta guerra, incluyendo a los americanos. ?Les pedimos permiso para proclamar el Estado de Israel, para declarar a Jerusal¨¦n capital de Israel, para llevar all¨ª al Gobierno y al Parlamento? ?Les pedimos permiso para cruzar el canal de Suez, para la operaci¨®n de Entebbe, para bombardear el reactor nuclear de Bagdad? Somos una naci¨®n independiente, tomamos las decisiones libremente; tenemos aliados, no protectores. No nos gustan los protectores. No nos gusta acatar ¨®rdenes. Por ¨²ltima vez: el motivo por el que no entr¨¦ en Beirut fue por respetar la vida de los civiles.
P. ?Por el amor de Dios, no diga eso! ?Pero qu¨¦ historia es esta? Ha bombardeado usted a esos civiles durante semanas de la manera m¨¢s feroz, provocando incendios nunca vistos en una guerra, y sabe Dios que yo he estado en guerras, en todas las de nuestro tiempo. Durante semanas, les bombarde¨® desde mar, tierra y aire, y ahora viene usted con la historia de que quer¨ªa ahorrarles unos cuantos ca?onazos?
R. Es usted dura, muy dura. S¨ª, ya s¨¦ que ha estado all¨ª y lo ha visto. Pero tambi¨¦n s¨¦ que nunca hemos bombardeado a los civiles intencionadamente. La mayor¨ªa de
los bombardeos, y digo la mayor¨ªa porque la guerra es la guerra, se realiz¨® donde los terroristas ten¨ªan sus bases y cuarteles. Es decir, al sur del Boulevard Mazra, en la zona de Falklani.
P. Recuerdo Coventry, en 1941; Berl¨ªn, 1945. Eso tambi¨¦n lo vi. Pero usted no bombarde¨® s¨®lo all¨ª. Tambi¨¦n bombarde¨® el centro, las casas, hospitales, hoteles, escuelas, embajadas...
R. ?No, no, no, no! Los atacamos porque se hallaban pr¨®ximos a las instalaciones militares, convirti¨¦ndose as¨ª en blancos. Bombardeamos porque los terroristas se escond¨ªan entre la poblaci¨®n. Mire estas fotos a¨¦reas: a 120 metros de la Embajada del Vaticano, una bater¨ªa de morteros de 82 mil¨ªmetros; a quince metros de la Embajada egipcia, una bater¨ªa igual; a trescientos metros de la Embajada sovi¨¦tica, buena parte de la artiller¨ªa pesada y artiller¨ªa de alcance medio; a unas cuantas docenas de metros de las Embajadas de Jap¨®n y de Chile, de nuevo artiller¨ªa pesada y de alcance medio; junto a la Embajada de Espa?a, un ca?¨®n de 130 mil¨ªmetros. Tanques rodeando la Embajada americana. ?Cree acaso que quer¨ªamos bombardear la Embajada americana, la Embajada egipcia y todas las dem¨¢s?
P. Bien, de acuerdo. Pero yo podr¨ªa responder a eso que en los ¨²ltimos d¨ªas en Beirut oriental tambi¨¦n ten¨ªan ustedes sus tanques junto al hotel Alexandre y al hospital Hotel de Dieu. As¨ª que todas las noches y todas las madrugadas aquello era un infierno de morteros y katiuskas palestinas. Pero debo admitir que en este punto tiene raz¨®n. Adem¨¢s, la OLP a veces hizo cosas peores. Pon¨ªan los ca?ones antia¨¦reos en los tejados de los hospitales. Pero no es esto el quid de la cuesti¨®n. Es la exageraci¨®n, la desproporci¨®n de sus bombardeos. Cada vez que volaba un mosquito sobre Beirut le disparaban toneladas de metralla. Si no hubiera sido as¨ª, ?c¨®mo justificausted la indignaci¨®n de todos los jud¨ªos del mundo y del presidente Reagan?
R. Con la exageraci¨®n que usted pinta nuestra exageraci¨®n. La misma exageraci¨®n que se achac¨® al presidente Reagan. S¨ª, porque en cierta ocasi¨®n el presidente Reagan dijo que el s¨ªmbolo de esta guerra era una ni?a con los brazos mutilados. Alguien hab¨ªa puesto en su escritorio una foto de una ni?a vendada como una momia, y as¨ª lo dijo. Bueno, fuimos a buscarla y la encontramos. No era una ni?a, era un ni?o; y no ten¨ªa amputados los brazos, s¨®lo un brazo herido. Le hab¨ªan vendado as¨ª porque...
P. General Sharon, si quiere usted pelea de fotos le puedo tapar con fotos de ni?os muertos o heridos por los bombardeos. Tengo una en el bolso. Pero no me apetece ense?¨¢rsela.
R. D¨¦jeme verla.
P. No, porque ni yo misma quiero volver a verla. Me hiere; me enfurece.
R. De todos modos deseo verla.
P. He dicho que no. No hace falta.
R. Que s¨ª. Tengo que verla.
P. Muy bien, de acuerdo. (Abro el bolso y saco una foto. En ella se ve un grupo de ni?os muertos. Su edad es aproximadamente de uno, dos, cuatro y seis a?os. Lo m¨¢s espantoso, no obstante, no es el hecho de que siendo tan j¨®venes est¨¦n muertos; es el hecho de que est¨¦n materialmente hechos pedazos. Se ve que a uno, al m¨¢s peque?o, le falta un piececito; al mayor, un bracito; se distingue una manita abierta, como solicitando compasi¨®n. Arik Sharon la mira, la coge y durante una fracci¨®n de segundo se le contrae el rostro, se le nublan los ojos. Inmediatamente recupera el gesto y me devuelve la foto.)
R. Lo... Lo siento. Lo siento mucho, much¨ªsimo, de veras. Lo siento tanto que casi no me importa decirle que la foto se parece mucho a las de nuestros ni?os muertos en el kibutz por los terroristas de Arafat. Suceda donde suceda, cada muerte es una tragedia, y la muerte de un ni?o es una tragedia insoportable. Pero debe creerme cuando le digo que no hicimos ¨¦stas cosas a prop¨®sito, que hicimos grandes esfuerzos por evitarlas. Ten¨ªamos que convencer a los terroristas de que deb¨ªan abandonar Beirut, y esto se pudo lograr ¨²nicamente con los bombardeos.
P. Entonces, ?por qu¨¦ siguieron con la matanza incluso cuando ya hab¨ªan decidido la marcha? ?Y por qu¨¦ cuando se lleg¨® al acuerdo, el 11 de agosto, gracias a Habib, orden¨® usted el bombardeo m¨¢s feroz de todos, de doce interminables horas, que caus¨® casi seiscientos muertos?
R. Porque Arafat segu¨ªa jugueteando, enga?ando, mintiendo. Porque el mentiroso se burlaba de nosotros. Nunca se puede confiar en ¨¦l, nunca se puede confiar en ellos. Viven de la astucia y nunca cumplen su palabra, sus acuerdos. No lo hicieron ni siquiera durante la evacuaci¨®n. Hab¨ªan accedido a dar sus nombres, por ejemplo, y no lo han hecho. Hab¨ªan accedido a no ocupar camiones y jeeps, y lo han intentado. El 11 de agosto a¨²n exig¨ªan que nos retir¨¢ramos de Beirut para que nos sustituyeran las tropas internacionales. As¨ª que los bombarde¨¦, y de que manera... Pero dio resultado. A la noche siguiente, es decir, la noche entre los d¨ªas 12 y 13, aceptaron nuestras condiciones y yo par¨¦.
P. ?No par¨® usted porque su propio Gobierno le par¨® a usted?
R. Se?orita Fallaci, esos bombardeos no han sido una iniciativa personal de Arik Sharon. Fueron decididos y aceptados por el Gobierno. As¨ª, cuando el primer ministro y todo el Consejo de Ministros decidi¨® detenerlos, el Gobierno puso fin a lo que el mismo Gobierno hab¨ªa decidido y aprobado. Esta guerra no es m¨ªa, no es la guerra de Sharon como dijo usted al principio; es la guerra de Israel.
P. Sin embargo, fue Sharon quien la concibi¨®, quien la so?¨®, quien la quiso, quien la prepar¨® y quien la dirigi¨® en todos sus detalles. Y, por hacerlo a su manera, no vacil¨® en irritar a sus aliados. General Sharon, ?por qu¨¦ el nuevo secretario de Estado americano, George Shultz, se neg¨® a recibirle y uno de sus ayudantes dijo que la presencia del ministro de Defensa Sharon, no era grata en Washington?
R. As¨ª se ha dicho, en efecto. Sin embargo, unas cuantas horas m¨¢s tarde el portavoz de Shultz dijo que no era cierto y que el ministro de Defensa Ariel Sharon era bien recibido en Washington, y que sin embargo era mejor mantener los contactos a trav¨¦s del embajador Habib. Adem¨¢s, yo nunca ped¨ª ser invitado a ir a Washington. Ni por el presidente Reagan, ni por el ministro de Defensa Weinberger, ni por el secretario de Estado George Shultz. Y bien sabe Dios si a m¨ª me preocupa el conocer a Shultz. Era Beguin el que quer¨ªa que fuera yo a Washington a entregar personalmente al Gobierno americano informaci¨®n sobre lo que sucede, en esta parte del mundo. As¨ª que ¨¦l solicit¨® la visita a trav¨¦s de nuestro embajador en EE UU. Hay que decir la verdad...
P. Entonces, ?c¨®mo justifica usted las iras que ha provocado entre los americanos durante el curso de esta guerra?
R. Por el miedo a que fracasara esta formidable empresa. La duraci¨®n de la guerra preocupaba a los americanos enormemente. No quer¨ªan entender que duraba precisamente porque yo me resist¨ªa a entrar en Beirut. Sepa usted que L¨ªbano, es un asunto muy complicado. En L¨ªbano no s¨®lo est¨¢n los libaneses y los terroristas de la OLP. Est¨¢n tambi¨¦n los sirios, los sovi¨¦ticos y... ustedes, los de los medios de informaci¨®n. Ustedes se han convertido en un factor decisivo en lo concerniente a la evaluaci¨®n de los hechos.
El presidente de EE UU debe cuidar la opini¨®n p¨²blica, si se tiene en cuenta que ha de afrontar las elecciones de noviembre... Sin embargo, yo no dramatizar¨ªa la irritaci¨®n de los americanos. Nuestra alianza con ellos se basa en intereses rec¨ªprocos, y los americanos lo saben. Israel ha contribuido a la seguridad de EE UU en la misma medida que EE UU ha contribuido a la seguridad de Israel; as¨ª que no tiene importancia que surja alguna ri?a.
P. En otras palabras, ustedes les necesitan tanto como ellos a ustedes. ?Pero cu¨¢ndo les inform¨® exactamente sobre sus intenciones de invadir L¨ªbano?
R. Aparte de que no me gusta la palabra invasi¨®n, prefiero la palabra operaci¨®n, yo, nunca inform¨¦ a los americanos de que invadir¨ªa L¨ªbano. Nunca discut¨ª planes con ellos, ni horarios, ni programas. Pero desde hace casi un a?o, es decir, desde septiembre, pasado, llevo discutiendo con ellos la posibilidad de que podr¨ªa llevarse a cabo la operaci¨®n. Lo discut¨ª en varias ocasiones con Alexander Haig cuando vino a Oriente Medio, lo discut¨ª con Weinberger cuando fui en noviembre del a?o pasado, lo discut¨ª en varias ocasiones con el embajador Habib... Mire, para ser sincero, yo sol¨ªa reunirme con Habib, Haig y Weinberger a fin de discutir el problema del terrorismo y la OLP. Nunca tuve secretos para ellos, nunca les ocult¨¦ nada.
P. ?Y qu¨¦ le contestaron? ?C¨®mo juzgaron su proyecto? ?Le dijeron alguna vez "con ese proyecto se arriesga a comenzar la tercera guerra mundial"? Por cierto, ?nunca se hizo usted esa misma pregunta?
R. Desde luego, hab¨ªamos ya considerado las posibilidades de una intervenci¨®n sovi¨¦tica y las hab¨ªamos examinado con los americanos. Sabr¨¢ usted que nosotros tambi¨¦n tenemos nuestros servicios de inteligencia, y que son muy buenos. Hab¨ªamos llegado a la conclusi¨®n de que los sovi¨¦ticos no intervendr¨ªan en absoluto.
P. Sin embargo, Alexander Haig consideraba insensato todo el asunto, seg¨²n ha dicho uno de sus ayudantes.
R. ?Insensato? No recuerdo esta palabra. Nunca la dijo nadie. Estaban en contra, ?no? Absoluta, totalmente en contra. Esto debo admitirlo. Aunque conoc¨ªan la situaci¨®n y c¨®mo se iba deteriorando, no quer¨ªan admitirlo. Recuerdo que una y otra vez repet¨ªan esta frase: "?Para qu¨¦ quiere usted esta guerra?". Luego dijeron que si se hac¨ªa algo ser¨ªa en proporci¨®n a los actos de terrorismo; nada m¨¢s.
P. General Sharon, yo le hago la misma pregunta, ?para qu¨¦ quer¨ªa usted esta guerra? ?D¨®nde estaba la amenaza inmediata, la situaci¨®n nueva que hiciera peligrar su existencia? No lo entiendo. Nadie lo entiende.
R. Habla usted como ellos. Habla como Alexander Haig cuando dijo: "?Cont¨¦nganse! ?No contesten a las provocaciones!". Un d¨ªa perd¨ª la paciencia y pregunt¨¦ a Habib lo que ya hab¨ªa preguntado a Habib y ahora le pregunto a usted. ?D¨®nde est¨¢ la provocaci¨®n cuando se trata de jud¨ªos? ?Es una provocaci¨®n cuando asesinan a un jud¨ªo en un campo o en la calle, es eso una provocaci¨®n suficiente? ?O quiz¨¢ que mueran dos? ?No son suficientes? ?Cu¨¢ntos entonces? ?Tres, diez, quince? Y si un jud¨ªo pierde s¨®lo la pierna o los ojos, ?es suficiente? ?D¨ªgame lo que es suficiente!
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