Mafia
CASI DOSCIENTOS asesinados en ocho mesespueden calificar a la Mafia como un fen¨®meno mucho m¨¢s grave y mucho m¨¢s permanente en Italia que el del terrorismo. Pero no es s¨®lo la sangre vertida lo que importa en este amplio y antiguo delito: es su asentamiento, su influencia, sus ramificaciones nacionales e internacionales, su estrecha relaci¨®n con Estados Unidos. En Palermo hay un aeropuerto inc¨®modo, peque?o y mal servido; junto a ¨¦l, una lujosa ¨¢rea internacional: la que atiende ¨²nicamente la l¨ªnea directa Palerino-Nueva York. Cuando hace poco el general Dalla Chiesa llegaba al modesto aeropuerto de Palermo y tomaba un taxi para ir a la ciudad, probablemente en la sala vecina intercambiaban sus visitas los capos de la Mafia de Italia y de Estados Unidos que planeaban ya su asesinato.En 1963, el fiscal general de Estados Unidos, Robert Kennedy, utiliz¨® un testigo excepcional, Jo Vallachi -preso en Atlanta-, para levantar un acta de acusaci¨®n impresionante contra la Mafia, que oblig¨® a Italia a formar una comisi¨®n de encuesta parlamentaria para erradicar un mal que se le denunciaba muy concretamente. Muy poco despu¨¦s mor¨ªa asesinado el presidente Kennedy, hermano del fiscal general -ministro de Justicia-; la presencia en el suceso de un mafioso como Jack Ruby, que mat¨® en el edificio de la polic¨ªa al supuesto asesino de Kennedy y que luego morir¨ªa en su celda en circunstancias extra?as, conect¨® el magnicidio con la Cosa Nostra. Hab¨ªa otras posibilidades pol¨ªticas; hab¨ªa muchos grupos nacionales e internacionales da?ados por la forma presidencial de Kennedy; pero no ha estado nunca claro que esos otros grupos no tuvieran m¨®viles distintos de los de la Mafia, que, por ejemplo, en Cuba dominaba una industria de juego, burdeles, pornograf¨ªa, drogas: un gran negocio con el que termin¨® Fidel Castro. Y tambi¨¦n dominaba negocios legales, dentro y fuera de Estados Unidos. En el informe de Robert Kennedy se dec¨ªa entonces que los beneficios de la Cosa Nostra en esa ¨¦poca eran de veinte millones de d¨®lares al a?o, una cifra seguramente modesta con respecto a la realidad, y desde luego a la actualidad de 1982. Robert Kennedy perdi¨® su cargo -y su investigaci¨®n- con la muerte de su hermano. Cuando ¨¦l mismo pretendi¨® llegar a la presidencia fue asesinado (1968). Al mismo tiempo se disolv¨ªa la comisi¨®n parlamentaria italiana, sin haber llegado m¨¢s que a resultados menores.
La relaci¨®n de la Mafia ?talo-americana con la pol¨ªtica es tal que se la puede considerar como una organizaci¨®n pol¨ªtica que los Estados no han dudado en utilizar. Fue la Mafia la que prepar¨® el desembarco aliado en Italia: por alguna raz¨®n se eligi¨® Sicilia. Hubo una negociaci¨®n en la cual estaba comprendida la libertad de Lucky Luciano, gangster condenado a treinta a?os en Estados Unidos: en 1946, Luciano fue puesto en libertad y fue recibido en Sicilia como un h¨¦roe. Su misi¨®n no hab¨ªa terminado. En 1946 se celebraban las primeras elecciones generales en Italia, y la Democracia Cristiana tuvo la ayuda de la Mafia, que dedic¨® sus balas -o las simples postas de las escopetas de caza- a los militantes de izquierda. En la manifestaci¨®n del 1 de mayo en Palermo los disparos de la Mafia sobre la multitud izquierdista causaron once muertos y por lo menos medio centenar de heridos.
Se dice que el general Dalla Chiesa, fortalecido por sus ¨¦xitos en la lucha contra el terrorismo, hab¨ªa desestimado la importancia de la Mafia. Estaba en la pista de las grandes fortunas y de sus ramificaciones: le interesaba m¨¢s esa ra¨ªz que los peque?os asesinatos locales. Si hubiera sido a la inversa, probablemente a¨²n vivir¨ªa. Las ramificaciones econ¨®micas y pol¨ªticas de la Mafia llegan muy lejos. En los ¨²ltimos meses se hab¨ªan citado nombres mafiosos de Italia y de Estados Unidos en el esc¨¢ndalo de las finanzas del Vaticano.
Muy lejos hab¨ªa tenido que llegar Dalla Chiesa en sus investigaciones para que se le deparara este final espectacular. La Mafia suele ser m¨¢s sigilosa en los grandes asuntos, aunque en los menores le interese que se divulgue su autor¨ªa. El asesinato del general de m¨¢s'prest¨ªgio de Italia ten¨ªa que provocar, como lo ha hecho, una oleada de protestas y de furia, unidas al sentimentalismo de la muerte de su reciente y joven esposa. Si las ha arrostrado es porque esas protestas tienen un valor para ella: el de mostrarge invulnerable y el de advertir que puede llegar a todo. Es un acto para el ejemplo, como dicen de la pena de muerte sus defensores. Son encomiables las ardientes palabras del cardenal Pappalardo -probablemente m¨¢s enardecidas por la ira que debe causarle el que la banca del Vaticano haya aparecido como influida por la Mafia- y su indignaci¨®n por la falta de fuerza del Gobierno para cortar este c¨¢ncer. Pero el Gobierno italiano hab¨ªa llegado hasta donde pudo: nombrar prefecto al general Dalla Chiesa. Era ya ir quiz¨¢ demasiado lejos dentro de lo posible. Volviendo atr¨¢s se ve que ni el fascismo ni la antigua monarqu¨ªa ni los sucesivos ocupantes extranjeros de Sicilia pudieron demasiado contra la Mafia. Ni lo han podido, tampoco, los presidentes de Estados Unidos. Por eso se puede considerar a la Mafia como un fen¨®meno incluso m¨¢s grave que el del terrorismo a la moda.
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