Un 'elisir d?amore' con hielo y soda, en el festival de Oviedo

No siempre resulta sencillo establecer por qu¨¦ esot¨¦ricas razones un espect¨¢culo razonablemente atractivo sobre el papel puede llegar a convertirse en un bodrio soso y aburrido, pero el caso es que la representaci¨®n de L'elisir d?amore, que el pasado lunes abri¨® el 34? Festival de Opera de Oviedo -y que con Carreras, Trimarchi y Mariella Devia parec¨ªa prometer resultados excelentes- no pas¨® de ser una obrita insulta y deslabazada, que oscil¨® entre la zafiedad y el genio seg¨²n el azar, la necesidad o el humor de cada cual. En lo esc¨¦nico, la dichosa, pertinaz y, tal vez, inevitable improvisaci¨®n, la definici¨®n formal de los caracteres, la ausencia de un criterio capaz de imponerse a los caprichos de cada cual; en el desarrollo musical, la renuncia evidente del director, Jan Stych, a obtener un resultado distinto de una modesta concertaci¨®n. Lo cual, todo hay que decirlo, con la Coral Vallisoletana en escena, no es poco.Y es que este coro, por las razones que fuesen, estuvo tenso, inexpresivo y siempre rozando el fallo..., aunque sea de justicia se?alar que algunas de sus intervenciones son extremadamente dif¨ªciles, por cuanto tienen de permanente apostilla al desarrollo de la acci¨®n.

Alguien, y abundo en el aspecto del perfil de los personajes, deber¨ªa haberle dicho a Trimarchi que la costumbre de apayasar los papeles bufos, adem¨¢s de estar a pasada de moda, no es sino prueba evidente de la decadencia de una voz. Jos¨¦ Carreras y Mariella Devia militaron ya en el hemisferio de lo francamente positivo, aun cuando el tenor, colocada la voz en un registro heroico-dram¨¢tico, sorprendente para un papel de ligero, no siempre acert¨® con el timbre. Con todo, su romanza, junto con el aria cabaletta finales de Adina, se llevaron los aplausos m¨¢s importantes de la noche.

Con toda justicia, porque Carreras es uno de los mejores tenores del momento, por m¨¢s que ahora est¨¦ de moda denostarle, y Mariella Devia posee una de las m¨¢s hermosas y afinadas coloraturas que escuchar se puede.

Quiz¨¢ le falt¨®, en todo caso, un poco de esa soltura solf¨ªstica que otras veces derrocha a raudales. Aunque no debe de ser sencillo frasear con Stych, que castigaba cualquier intento de expresi¨®n ag¨®nica con la persistencia de un ritmo machac¨®n y la elevaci¨®n del volumen de la orquesta, que, de otra parte, cumpli¨® bien, aunque no tenga L'elisir la enjundia suficiente para juzgarla.

El bar¨ªtono Ettore Nova, flojo, muy flojo, no logr¨® en su cavatina esa magistral caricatura que resulta de contraponer a la subdivisi¨®n ternaria el tono galante y bravo. Pero, sobre todo, estuvo borroso en la coloratura, cuando no francamente desafortunado en alguna fermata que roz¨® la estridencia.

La soprano Mar¨ªa Uriz, alguna entrada en falso aparte, cumpli¨® sin dificultades mayores en la interpretaci¨®n de su papel.